Noemí Rodríguez Fernández es profesora de la Facultad de Formación del Profesorado y Educación de la Universidad de Oviedo. Esta semana dirigió a sus alumnos de Pedagogía durante un taller sobre ciberbullying –acoso a través de los medios digitales– que diseñaron para los estudiantes de segundo de la ESO del Instituto Pérez de Ayala. Rodríguez es una experta en temas de ciberacoso.

–¿A qué edades comienzan a registrarse los primeros casos de ciberacoso?

–El problema es que los niños acceden a los dispositivos con internet a edades cada vez más tempranas y eso les abre la puerta a las redes sociales, entre otras cosas. Los primeros casos ya se registran con 7 u 8 años.

–¿Y está muy extendido en los colegios?

–Para que la gente se haga una idea, hay estudios que reflejan que en cada aula hay al menos uno o dos casos de ciberacoso, en mayor o menor grado.

–¿Los abusones del recreo están ahora en las redes sociales?

–Los abusones del recreo tampoco han desaparecido, por desgracia, pero sí es verdad que los tiempos han cambiado mucho y que las nuevas tecnologías dan opción a otro tipo de abusos. Ahora hay otras formas de relacionarse y de quedar con los compañeros, por eso existe el ciberbullying. Además, desde que comenzó la pandemia, durante el confinamiento y en los meses que hemos estado más en casa, se han incrementado los casos porque los jóvenes hicieron mucho uso de internet y, sobre todo, de las redes sociales.

–¿Cree usted que se debería delimitar la edad de acceso a las redes sociales?

–Lo que no se debe hacer es prohibirlo, pero sí creo que hay que educar más a las personas para que se haga un uso responsable de las tecnologías. Los padres son muy importantes en este sentido porque tienen que controlar el tipo de contenido al que acceden sus hijos.

–¿Qué papel deberían jugar los colegios en este sentido?

–El papel de los colegios y del resto de los centros educativos es fundamental. Las familias deben estar atentas, pero hay muchas personas en casa que no tienen la formación necesaria para poder controlar a sus hijos, que saben bastante más que ellas. Se necesita una formación y una educación desde la base para que luego no haya que lamentar males mayores. Tenemos que sensibilizar para que los niños sean conscientes de los riesgos que corren si no utilizan como se debe las redes sociales y, en general, las tecnologías.

–¿Qué tipos de ciberacoso son los que más se registran entre los jóvenes?

–Uno de ellos es el “sexting”, que a grandes rasgos es compartir imágenes o vídeos de contenido sexual sin el permiso de la otra persona. Pero también está el “grooming”, que es un delito en el que una persona mayor crea una falsa identidad en las redes sociales, haciéndose pasar por un chico o una chica joven, para ganarse la amistad de un menor y después pedirle fotos íntimas o tratar de cerrar un encuentro en busca de sexo.

–Eso es un engaño pederasta.

–Por supuesto. Hay que tener muchísimo cuidado con estas cosas.

–Sin llegar a esos extremos, ¿cómo sería un caso típico de ciberacoso en un colegio?

–Por ejemplo, un chico está en el patio y alguien le da una bofetada o se cae al suelo mientras juega. Otro lo graba con su teléfono móvil y lo sube a las redes sociales para ridiculizarle porque para la víctima esa situación es humillante. De eso está lleno. La viralidad que tiene eso es enorme y el chico o la chica en cuestión se convierten en el hazmerreír.

–¿Qué consecuencias tiene el ciberacoso para los niños o jóvenes que lo sufren?

–Los episodios de ansiedad y de depresión han aumentado un 70 por ciento por el uso de tecnologías de este tipo. Afecta al rendimiento académico, a la autoestima, está relacionado con la anorexia, la bulimia... Vamos, que puede hundir a cualquier niño o niña y marcarlos para siempre.

–¿Y qué tienen que hacer los padres cuando se enteran que su hijo es víctima del ciberbullying?

–Pues denunciarlo inmediatamente.

–¿A la Policía directamente?

–Primero se puede hablar con el centro educativo. El Principado ya tiene un protocolo para actuar en estos casos, pero si en el colegio no es suficiente, hay que acudir a la Policía si es necesario. Siempre hay que denunciar. No se debe contestar a los mensajes de los ciberacosadores, pero sí hay que guardarlos porque son pruebas.

–¿Y qué deben hacer los niños si están siendo acosados y sus padres no lo saben?

–Pedir ayuda de inmediato a un adulto. Y, además, si ellos saben que un compañero está siendo acosado también tienen que ponerlo en conocimiento de los profesores o de sus padres. El silencio ayuda al opresor y eso hay que combatirlo.

–¿La ley protege de manera adecuada a las personas que sufren ciberacoso?

–Aún queda por hacer, pero no están ni mucho menos desprotegidas. El problema es que muchos jóvenes no se atreven a denunciar por el miedo.

–¿Estos delitos son exclusivos entre niños o adolescentes?

–Por supuesto que no. Es la franja de edad en la que más hay, pero también los hay entre personas mayores con acceso a las redes. Sobre todo, ocurre entre parejas separadas.