Son las seis de la tarde y un grupo de agentes uniformados irrumpe en la plaza del Sol. El bullicio se hace silencio, las mascarillas medio bajadas se colocan en su sitio y quienes echan un cigarro tranquilamente se hacen a un lado para dejar margen a su par. La presencia policial amedrenta a los infractores y es por ello que el Ayuntamiento ha decidido reforzar los operativos durante el fin de semana, especialmente después de que el pasado domingo se produjesen dos desagradables incidentes en determinados “puntos calientes” de la movida ovetense.

Doce agentes y dos vehículos más que los habituales se despliegan “sobre todo por el Antiguo” para tratar de aplacar los posibles sucesos excepcionales de una tarde presidida por la calma. “A diferencia que hace siete días la cosa está muy tranquila porque no hace tan buen tiempo”, explica el inspector Jacobo Fernández, encargado de dirigir el sobreesfuerzo municipal en materia de seguridad.

El mando rompe una lanza en favor de los ovetenses. “Lo raro es encontrar algún incumplidor, la gran mayoría de la gente es respetuosa con las normas”, subraya Fernández quien, no obstante, aprecia cierto grado de relajación entre la población. “La gente está viendo muy cerca el fin del estado de alarma y según se acerca el 9 de mayo apreciamos más descuidos”, puntualiza el funcionario.

Entre los clientes, la presencia policial despierta diferentes reacciones. Mientras que unos consideran necesaria su presencia para evitar “algún desmadre”, otros ven en el comportamiento de los agentes una simple pose para cubrir el expediente. “Solo quieren salir en la foto”, espeta un joven mientras da un trago a la cerveza. Rápidamente baja la cabeza cuando uno de los efectivos policiales levanta la mirada para tratar de localizar el origen del comentario. Un claro ejemplo de la importancia de la labor disuasoria del cuerpo municipal, cuya simple presencia disuelve botellones, sube mascarillas y, en definitiva, ejerce de vacuna frente a los desmanes de los incívicos.