La Cámara de Comercio volvió ayer al origen, a los barcos y las largas travesías desde Europa en busca de la especiería. El Capitán de Navío de la Armada José Ramón Vallespín recorrió la historia de la primera vuelta al mundo, la hazaña luso-castellana que llevaron a cabo Magallanes y Elcano hace quinientos años (1519-1522). Vallespín, que comenzó su intervención advirtiendo de que pese a estar sometido a la disciplina militar sus planteamientos no eran los de la Armada, sino los suyos propios en el marco académico, tituló la intervención “Castilla y Portugal. El español, abrazo del mundo”. “Digo cosas que no son las corrientes”, apuntó.

El capitán, que es director del Departamento de Estudios e Investigación del Instituto de Historia y Cultura Naval, sostiene que la circunvalación es una hazaña “española”, puesto que “Portugal y Castilla, en la época, no eran otra cosa que dos reinos de un territorio común”. El militar alabó la gesta de los navegantes, una que sostiene contra “lo que muchos creen” no fue una casualidad, ni nada parecido. Los navegantes lusos y castellanos sabían lo que se hacían, y así lo demostró reflejando la falta de azar en las rutas que los marinos de ambos reinos tomaban durante sus viajes a América, las Molucas o el Cabo de Buena Esperanza. Estos, con sus barcos de vela, aprovechaban perfectamente las corrientes del Atlántico, las autopistas naturales que dibujan en el mar unos caminos que siempre son de ida y otros, que sirven para la vuelta.

La relación de España y Portugal, que sirve de marco al ciclo de conferencias de Tribuna Ciudadana, tuvo su peso en la charla, donde se reflexionó sobre el origen de dos naciones que podrían haber sido, en otras circunstancias, otras diferentes. El acto fue presentado por Carlos Orueta también Capitán de Navío y actual Comandante Naval de Gijón. Orueta abrió la conferencia con una anécdota. En 2001 Orueta era el segundo comandante de un petrolero que se acercaba a la costa portuguesa. Antes de fondear en Setúbal con ayuda de un práctico portugués (un capitán de barco que hace de asesor para conducir a los barcos a su destino) este le dijo en perfecto castellano “qué pena que no fuésemos un único país”. Orueta le respondió que sí. Y, su interlocutor cerró la conversación bromeando con un “pero la capital en Lisboa”.