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Alberto Polledo, un “filántropo” enamorado de Oviedo, socio de honor de La Balesquida

La Sociedad homenajeó ayer al librero y escritor fallecido en noviembre en un acto en el teatro Filarmónica en presencia de sus familiares

La Balesquida homenajea a Alberto Polledo: “Fue un filántropo”

La Balesquida homenajea a Alberto Polledo: “Fue un filántropo” Elena Vélez

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La Balesquida homenajea a Alberto Polledo: “Fue un filántropo” C. L.

“Él lo era todo”, resumió el presidente de la Sociedad Protectora de La Balesquida, José Antonio Alonso. El librero y escritor Alberto Polledo Arias (Oviedo, 1943-2020), fallecido el pasado 24 de noviembre, fue el hombre detrás de la asociación, de su nombramiento como presidente, y “un amigo para todos”. Los miembros de La Balesquida le rindieron un emotivo homenaje durante su nombramiento como socio de honor a título póstumo en presencia de sus familiares. Sobre las tablas del teatro Filarmónica, su viuda, Carmen Ruiz, recogió el trofeo en forma de capilla, y su amigo Manuel Gutiérrez Claverol, dio forma a la figura de Polledo, a quien conocía desde que ambos eran niños que jugaban con pelotas de papel y trapo por las calles de ese “Oviedo triste de posguerra”. Aquella ciudad de la que el librero se quedó “prendado” y que defendió “a capa y espada”.

Manuel Gutiérrez Claverol, durante el homenaje a Alberto Polledo Arias en el teatro Filarmónica. | Irma Collín C. L.

Hasta ahora, el nombre de Alberto Polledo, que ejerció con regularidad y durante años como articulista de LA NUEVA ESPAÑA, no destacaba por encima de los demás en una asociación en la que nunca tuvo un cargo de relevancia. No porque tuviera menos peso, más bien, explican sus compañeros, porque nunca quiso salir de la segunda línea. Pero, desde “la sombra”, Polledo se desvivía por coordinar y promocionar todos los actos organizados por la señera entidad ovetense, que el año pasado cumplió nueve décadas de existencia. El librero se echó a la espalda la revista de la Sociedad, consiguió año tras año los donativos de los cuadros que hoy componen la pinacoteca de la asociación y se encargó de buscar, uno tras otro, pregoneros para el Martes de Campo. Una responsabilidad de la que este año se encargará Ángeles Rivero, subdirectora general de LA NUEVA ESPAÑA, después de no haber podido hacerlo el año pasado a causa de la pandemia. El pregón, que tendrá como escenario el mismo teatro Filarmónica, será el próximo 19 de mayo y finalizará con la actuación del Cuarteto de Guitarras “EntreQuatre”.

Gutiérrez Claverol contó la vida y las obras de Polledo, definió su figura como la de un “filántropo”, lo que rompía las costuras de las etiquetas de librero, escritor o poeta. Un filántropo que tuvo como campo de batalla la ciudad que le vio nacer y sus tradiciones. Un amigo “al que quería como un hermano” que tenía siempre lista “una eterna semisonrisa con pinceladas de sorna asturiana”. El geólogo, recuperó las guerras de Polledo: su Campo San Francisco, el entorno del Prerrománico y el Camino de Santiago a su paso por la ciudad. Pero todo, siempre, por grande que fuese “la tropelía”, el escritor lo denunció “con firmeza” en sus artículos pero “con la exquisita educación que le caracterizaba”.

Durante “la semblanza” de Alberto Polledo construida por Claverol, se sucedieron imágenes del librero. En la finca en la que plantó un roble a la imagen del Carbayón, frente a su librería de la calle Santa Teresa o en el Campo San Francisco. Un acto emotivo a la par que doloroso para una Sociedad que ya tuvo que otorgar a título póstumo la condecoración de socio de honor, cuando recayó en Jaime Martínez, antiguo presidente de la Fundación Ópera de Oviedo.

El homenaje a Alberto Polledo inició las actividades del Martes de Campo, que tendrá lugar el 25 de mayo con el tradicional reparto del bollo y el vino. Pero antes, el próximo domingo de Pentecostés (23 de mayo), La Balesquida recuperará la tradición del Heraldo. Aunque la fiesta ovetense sufrió un parón obligado a causa del virus y el confinamiento, la Balesquida no dejará que caiga en el olvido una fecha en la que, desde el año1232, los vecinos salen a la calle para comer el bollu preñáu y beber vino, “un pan de figa con torrezno y un cuartillo de vino pasado el monte”, dice la tradición. Las palabras proceden del testamento de doña Velasquita Giráldez, que dio orden en el mismo de fundar la Cofradía de la Balesquida. Este año, la Sociedad Protectora volverá al Paseo del Bombé para revivir la tradición, para proteger la fiesta.

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