Jordi Savall aprovechó la pandemia para cuidar el huerto, leer y tener largas conversaciones con su esposa. El gran experto en viola de gamba y director ha dedicado su carrera a rescatar música antigua con la convicción de que “cada vez que interpretamos una pieza recreamos esa música y la hacemos música de nuestro tiempo”. Por eso, dice “siempre habrá música, porque cada ser humano, cada músico da una visión diferente”.

Esas antiguas partituras con las que trabaja se vuelven contemporáneas del intérprete y del público. “La música antigua está escrita en unos símbolos que si los pusiéramos en una máquina que los interpretara de manera perfecta no nos dirían nada. Sería una comida sin sal”, ejemplifica.

Por eso él le pone pasión, una pasión que se podrá comprobar mañana en Oviedo dentro del ciclo “Conciertos del Auditorio” (19.00 horas. 34 y 28 euros). Jordi Savall dirigirá a Le Concert des Nations, con Manfredo Kraemer como concertino.

Traerán al siglo XXI las músicas antiguas en “un homenaje a la tierra, a esas músicas que nos evocan los elementos: el agua, el aire, la tierra y el fuego, pero también el sonido de los pájaros o el caos”. Piezas del siglo XVIII de una factura “bella, descriptiva y moderna”.

En el Auditorio habrá marejadas, tempestades. Música acuática, evocaciones mitológicas. El director promete “un programa muy poético y sorprendente para el público que nunca ha escuchado estas cosas”.

“Todo lo que pasa en el mundo se puede expresar con música porque todo lo que vivimos está hecho de emociones, miedos y esperanzas”

El director destaca además el plus que supone tocar en tiempo de pandemia, “todo un regalo para nosotros porque nos aporta aire, oxígeno”. “Hace pocos días estuvimos tocando en Barcelona y fueron unos días maravillosos porque nos pudimos juntar aunque no podamos abrazarnos”, insiste.

Savall pasea por la calle mientras atiende por teléfono a LA NUEVA ESPAÑA. “En tiempos de limitaciones y escasez, un pequeño bocadillo sabe a gloria”, dice en referencia a un concierto con limitaciones de aforo y restricciones sanitarias. Lleva la imagen a la realidad: “Me acabo de tomar un café y un bocadillo y ha sido la mayor maravilla del mundo”. Lo mismo que dirigir un concierto.

La agenda de Jordi Savall se quedó parada el 14 de marzo de 2020 y poco a poco empieza a recuperar el pulso. Reconoce que se han tenido que apretar el cinturón, pero quiere ver la parte positiva, esos reencuentros, ese bocadillo que poco a poco se irá tornando en comida de mesa y mantel con celebración incluida.

Savall mantiene que “todo lo que pasa en el mundo se puede expresar con música porque todo lo que vivimos está hecho de emociones, miedos y esperanzas”.

En su música puede que el espectador escuche las tres semanas que Savall pasó agotado a causa del covid-19 o esos paseos por la naturaleza, por el huerto. Ese empeño en rendir tributo a una tierra “que está sufriendo nuestra ambición, nuestra potencia industrial y comercial”.