“Me da la impresión de que nunca vamos a volver a viajar de la misma manera. Estamos ante un fin de época”. Con esta pesarosa reflexión comenzó ayer el poeta Xuan Bello su conferencia “La sombra y el caminante”, organizada por Tribuna Ciudadana, dentro de su ciclo “Arco Astur-Luso”, y celebrada en el salón de actos de la Cámara de Comercio. Una conferencia en la que Bello, que se reconoció como un consumado “lusófilo”, trazó un recorrido vital y literario por sus ciudades preferidas.

“En el viaje es donde surge el arte, consigues ver la vida con atención y extrañarte con la eterna novedad del mundo”, señaló Bello al inicio de un itinerario en el que dirigió al público desde Paniceiros hasta Oporto, pasando por Santolaya, Oviedo, Gijón, Madrid, Barcelona, Lisboa, Coímbra, Nápoles Marrakech y Buenos Aires, entre otros lugares, en una vigorosa ponencia en la que mezcló reflexiones personales con la lectura de fábulas, relatos y poemas, y en el que mezcló con naturalidad asturiano, español, portugués e incluso italiano.

“Estoy firmemente convencido de que París no existiría si Verlaine no hubiera escrito sobre ella. Y digo Verlaine, pero también Baudelaire, Proust y Balzac”, señaló Bello, que explicó también cómo algunas ciudades se asocian a determinadas sensaciones: Barcelona es una ciudad de sol y vermú, del mismo modo que París lo es de lluvia y café caliente en interiores, adentrándose un libro nuevo, señaló el poeta.

En este itinerario de versos, recuerdos y sensaciones, Xuan Bello declaró su amor incondicional a Lisboa, y lamentó no haber pisado nunca tierras brasileñas, pese a que intuye que un “lusófilo” como él estaría en su salsa en esas latitudes. Recuperó para el público un texto viejo, de un pueblo incomunicado del Brasil que desconoce que el país ya no está bajo dominio portugués, y cuyos habitantes se dividen entre los que defienden la metrópoli y los que anhelan la independencia.

En el tramo final de su recorrido, Xuan Bello llevó al público a Oporto, a una callejuela del puerto en la que había dos reductos de la modernidad. Por un lado, un bar rockero, y por otro el posmoderno “Aniki Bóbó”, bautizado así por la película de Manoel de Oliveira, y en el que asistió a la proyección de una película del maestro portugués, presumiblemente la seminal “Douro, faina fluvial”.

En tierras portuguesas, entre Fernando Pessoa y Oscar Wilde, que según el portugués moría por la boca, como el pez, cerró Xuan Bello su viaje interior, compartido con un público agradecido.