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El séptimo cielo de Oviedo

Urbanismo ultima con Patxi Mangado los detalles de las torres de San Lázaro, que se plantean como los edificios residenciales más altos de Oviedo, con 70 metros y 25 pisos

El equipo municipal de Urbanismo, con Patxi Mangado (segundo por la derecha), el pasado martes en una reunión de trabajo relacionada con el proyecto del arquitecto para las torres de San Lázaro. | LNE

Oviedo volverá a tocar los 70 metros, una cifra casi mitológica en el urbanismo local. Sobre cada edificio que se levanta por encima del perfil de la ciudad se especula con la cifra a la que se vinculó a muchos de los “rascacielos” ovetenses, empezando por la propia torre de la Catedral (68,70 metros), pero ni la Jirafa (64,8 metros), ni la torre de Teatinos (66,8 m) ni Montenuño Residencial (55,5 m) alcanzan esa cifra, aunque se ha especulado así en varias ocasiones. Se espera que las torres de San Lázaro, proyectadas por primera vez por Patxi Mangado en el año 2008 y que ahora vuelven a estar sobre la mesa del Ayuntamiento, sí que alcancen los setenta metros, cuatro por debajo de sus primeros dibujos.

Sobre las alturas hay leyenda y confusión que se extiende desde los artículos publicados en prensa hasta los propios proyectos que se guardan con celo en el archivo municipal. Ni la Catedral mide 72 metros, ni el Calatrava es el cielo de Oviedo, ni la torre de Teatinos se eleva setenta metros sobre la calle. La estructura que marca el punto más alto de la ciudad es la antena del pirulí de Telefónica en Llamaquique, que está a 78 metros de la calle. Aunque tiene truco, la torre está elevada sobre un edificio de tres plantas. El siguiente inmueble sí que es el Calatrava. La costilla más alta de la visera del centro comercial se encuentra a 75,87 metros sobre la calle, aunque también tiene su trampa, esta altura cuenta con el soporte de la “megaestructura” dibujada por el arquitecto valenciano. Esta visera, que pretendía ser móvil, ha quedado fija en su punto más alto. En contra de lo que podría parecer, si se hubiese podido abrir la estructura sin riesgo de rotura y derrumbe, esta hubiese quedado paralela a las oficinas elevadas en forma de “U”. Esa altura máxima de 75,87 metros está medida desde el suelo de la entrada principal, bajo la plaza elíptica por la que se entraba al fallido centro comercial, hoy en concurso de acreedores.

Tras el Calatrava estarán las torres de Mangado. Cuando se levanten. Esta semana, el arquitecto navarro visitó el servicio de Urbanismo, trasladándoles su voluntad de levantar esas veinticinco plantas, donde quedarían situadas las viviendas más elevadas de Oviedo. Desde Urbanismo señalan que se han despejado todas las dudas sobre el proyecto y que este avanza, contando ya con el visto bueno de la concejalía y de la Comisión de Urbanismo y Ordenación del Territorio (CUOTA), por parte del Principado. El responsable del área, Nacho Cuesta, señala que desde el Ayuntamiento se “agilizarán los plazos” para un proyecto “que va a reportar enormes beneficios para Oviedo y va a dinamizar un barrio como el de San Lázaro, por el que estamos apostando de manera decidida”. Los promotores de la obra tienen que presentar ahora un estudio de detalle, incluido un plan especial. Para que las torres puedan ver la luz es necesario que pasen por un periodo de alegaciones y se obtenga un nuevo informe de la CUOTA.

El séptimo cielo de Oviedo

Las espigadas torres de Mangado, si finalmente de esta salen adelante, se quedan aun así pequeñas frente a otras ideas que no pasaron de la infografía. A la par que el complejo de Buenavista, Santiago Calatrava llegó a proyectar en la parcela del Vasco tres torres de 133 metros de altura. Superestructuras de solo 14,5 metros de ancho y con una separación entre sí de tan solo 20 metros que nunca llegaron a ver la luz. Sobre el papel eran una amalgama de piedra blanca, acero y cristal que contaban con albergar un total de 300 viviendas repartidas en 39 plantas. Una altura similar a la que tiene la torre de la Laboral en Gijón desde que en el año 2007 se le colocase una nueva espiga. En magnitudes ovetenses, las torres dibujadas por Calatrava serían el equivalente a levantar la torre de la Catedral sobre el que fue el primer rascacielos de la ciudad, la Jirafa, que se queda, con sus diecinueve plantas, en los 64,84 metros de altura.

Por encima de la Jirafa, está la torre de Teatinos. El plano que se guarda en el Archivo municipal ofrece una medición muy precisa de su altura real. Con el escalímetro sobre los dibujos de la torre del arquitecto Julio Galán se puede calcular que el icónico edificio mide 66,82 metros. Quedaría solo dos plantas y poco más de tres metros por debajo de la idea de Patxi Mangado.

El punto más alto de la ciudad lo marca el pirulí de Telefónica, que se eleva 78 metros sobre la calle

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El último edificio que se cuela en la lista de las estructuras más altas de la ciudad es Montenuño Residencial. Sus cuatro torres, que también se han relacionado (de manera muy optimista) con los setenta metros se quedan en los 55,50. Los últimos centímetros los suma gracias a las pasarelas y las góndolas de limpieza instaladas sobre la azotea, que levantan su altura por encima de otros edificios que podrían estar en la lista, como la torre de la iglesia de los Carmelitas, en Santa Susana, que, con la cruz instalada en su parte superior, se queda muy cerca de los 55 metros, o el edificio hoy de Liberbank, al que mira al otro lado del Parque. Pero es Montenuño, último paraíso de los paracaidistas tras lanzarse desde allí uno hace varias semanas, el que se alza con el séptimo lugar de los edificios más altos de la ciudad. De momento. La idea en el urbanismo municipal para los próximos años pasa por potenciar la construcción en altura que, argumentan desde el servicio, mejora la eficiencia energética de las viviendas y es más respetuoso con el medio ambiente.

Los antiguos rascacielos se van quedando pequeños. El mismo Julio Galán que levantó la torre de Teatinos también fue el encargado del mejor ejemplo del gusto o sorpresa de los vecinos por las alturas. El número 15 de la calle Toreno, uno de los edificios más altos de la ciudad desde su construcción en 1947, todavía se conoce como “la Casa del Coño”. “¡Coño, qué alta!”, exclamaban los ovetenses y el nombre quedó para siempre, aunque se haya quedado como tantos otros edificios pequeño.

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