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El Auditorio se rinde a una rareza asturiana

La OSPA y Noelia Rodiles sorprenden al público ovetense con la sugerente obra del avilesino Julián Orbón

Noelia Rodiles, durante el concierto de ayer con la OSPA. | Bernabé Valle

La Orquesta Sinfónica del Principado (OSPA), con Pablo Rus a la batuta, y la pianista Noelia Rodiles conquistaron ayer al Auditorio Príncipe Felipe con la recuperación de una auténtica rareza del compositor, de origen avilesino, Julián Orbón. Su Partita n.º4, un movimiento sinfónico para piano y orquesta, abría el programa “Primavera IV”, en un concierto patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA, y fue muy celebrado por el público.

La recuperación de la obra de compositores asturianos, una línea recientemente inaugurada por la OSPA, cobra todo su sentido cuando se trata de figuras como Orbón, un compositor de gran calibre y que tuvo relevancia internacional, aunque en este caso tiene mucho que ver la presencia de Noelia Rodiles, crucial en la recuperación de la obra del avilesino. El público, aunque en número estuviese por debajo de lo esperado y de otros conciertos de abono, se mostró animoso y complacido con la propuesta, aunque la Partita n.º4 es una rareza en toda regla, llena de ritmos muy diferentes entre sí, que explota mucho la sonoridad de la orquesta, destacando en la creación de atmósferas, y con referencias nítidas al motete O Magnum Mysterium, de Tomás Luis de Victoria.

No se trataba de un concierto al uso, sino de una obra concertante en la que el piano se fusiona muy bien con la orquesta. La contrapartida es que la partitura no deja muchos resquicios para el lucimiento del pianista, aunque Noelia Rodiles, impecable y muy segura en todo momento, aprovechaba cada resquicio para hacerse notar, dejando claro su absoluto dominio sobre la obra. Su desquite llegaría con la propina: la Rapsodia asturiana de Benjamín Orbón, una obra con una sonoridad muy española con algunos pasajes que recuerdan a Albéniz. El público le tributó una larga ovación.

En la segunda obra del programa, la Sinfonía n.º2 de Sibelius, Rus y la OSPA se soltaron, demostrando un mayor dominio de la obra que en el caso de la obra de Orbón, en cuya interpretación se mantuvieron muy pegados a la partitura, sin abandonar la zona de seguridad. En esta segunda parte, Rus se mostró más intervencionista, jugando con la expresividad y potenciando cada tema, liderando a una orquesta muy compacta y que se ganó, también, un prolongado aplauso del público.

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