Manuela Naves fue durante toda su vida una todoterreno. Le gustaba la escuela, pero a los 14 años la situación familiar –era la séptima de nueve años– le obligó a dejar los libros de lado para empezar a “coser para afuera”, lo que continuó haciendo a lo largo de muchos años sin descuidar las labores del hogar y la huerta. Aurelio Esteban nació en San Román de los Infantes (Zamora), pero a los 18 años comenzó a trabajar para Iberdrola, siendo trasladado a diferentes centrales del país hasta llegar a 1961 a Soto de Ribera, donde echó raíces y desarrolló una larga e intensa carrera de electromecánico. Ambos fueron ayer homenajeados a sus 91 y 88 años, respectivamente, por el Ayuntamiento de Ribera de Arriba, con motivo de la conmemoración del Día del Mayor.

El pequeño municipio lleva más de 30 años reservando un día, habitualmente de primavera, para tener un gesto con los mayores de 65 años. Cada año se realiza un homenaje público a una mujer y un hombre locales con una larga y ejemplar trayectoria vital, así como al resto de habitantes de esa franja de edad, que esta ocasión recibieron, coincidiendo con la conmemoración, cuatro mascarillas y un paquete de caramelos como presente. “En total hemos repartido unos 240 paquetes”, explicó el alcalde de Ribera de Arriba, el socialista Tomás Fernández, antes del acto programado en el salón de plenos.

Manuela Naves y Aurelio Esteban ocuparon las sillas presidenciales de un modesto acto con gaitero, un pequeño grupo de familiares y representantes de la corporación municipal. Los dos homenajeados recibieron un ramo de flores, un par de piezas de quesos de la factoría local de Arias y un puñado de regalos donados por asociaciones del concejo y los grupos municipales de PSOE e IU.

Antes de la pandemia se solía organizar una multitudinaria comida para los jubilados riberenses. El año pasado el Consistorio entregó los galardones en las casas de los homenajeados y en esta ocasión se optó por una solución intermedia, que no impidió la emoción de los protagonistas. “Me prestó porque trabajé mucho durante mi vida. Además de hacer lo de casa, trabajé mucho la huerta y cosí para fuera”, explicaba Naves, natural de Palomar, pero vecina de Las Segadas desde hace más de seis décadas, que además de dos hijos, tiene dos nietos y tres bisnietos.

Aurelio Esteban fue más comedido. Agradeció el reconocimiento y preguntado por cómo ve el inminente cierre de la central térmica de Soto de Ribera, bromeó con una alusión a su época de empleado. “Sudé tanto cuando trabajaba allí, que casi no me da pena ni que cierre”, indicó este padre de cinco hijos, abuelo de diez nietos y una vez bisabuelo, que reside en la urbanización Villar Jardín de Soto de Rey.