“Esta zona oblonga que veis en el mapa es el Oviedo de Alfonso II el Casto que fue, después de Gabino de Lorenzo, el mejor alcalde de esta ciudad”, comienza el historiador Miguel Ángel L. Sánchez su discurso para los miembros de la tertulia de amigos “Cultura y Gastronomía” en su reencuentro tras el parón por la pandemia. “Aunque hay un tal Canteli que está intentando hacer algo”, intervino uno de los amigos que pasearon ayer por el Campo San Francisco. Un nutrido grupo de ovetenses recorrió ayer el Parque acompañado por la glosa del historiador, que profundizó –entre bromas– en el desarrollo de la ciudad y el arte que aloja el pulmón verde de Oviedo. El grupo, que lleva años recorriendo localidades de Asturias y las comunidades limítrofes, se reencontró esta vez en su ciudad tras doce meses sin sus periódicas reuniones.

El Campo San Francisco, recuerda Sánchez, ocupaba en sus inicios una extensión mucho mayor que la que ahora conocemos. Llegaba, según explica, más allá de lo que se conocía como “el campo de maniobras”. Poco a poco, el desarrollo de la urbe fue ganándole terreno al bosque.

El origen del Campo, que data del siglo XIII, se vincula a la fundación de un monasterio franciscano, donde hoy se levanta el edificio de la Junta General del Principado. El parque era entonces un amplio conjunto de huertas de titularidad eclesiástica. En 1534, relata el catedrático jubilado, los dirigentes de la ciudad empiezan a plantear la necesidad de la ciudad de salir a la calle, de “un lugar de paseo”, y el Campo San Francisco se abre por fin al público.

El arco de San Isidoro, llegado en el año 1925 al Campo San Francisco, centró buena parte de la charla “para contextualizar”, antes de hacer un recorrido por las numerosas obras de arte que aloja el pulmón verde de la ciudad. Seguirle la pista al arco de San Isidoro sirve para recorrer la historia de la ciudad.

La iglesia de San Isidoro, que hoy se encuentra en la plaza del Ayuntamiento, recordó Miguel Ángel L. Sánchez, estuvo en un primer momento en la plaza del Paraguas, en la que Sánchez del Río colocó su famosa estructura. Cuando aquella iglesia cuya portada adorna hoy la parte superior del estanque de los patos se quedó pequeña, se acordó trasladar la parroquia al colegio de San Matías (hoy mercado del Fontán), cambiando de nombre por el actual.

Pero también hubo lugar para el “folclore”, recuerdos para la osa “Petra”, sus escapadas y para “Perico”, a los que casi todos los miembros de la tertulia conocieron. “Y olía a oso que tiraba para atrás”, apuntaba uno de los contertulios.