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Diez cuerdas para cuatro manos

El gaditano Chano Domínguez y el carioca Hamilton de Holanda fusionan músicas de uno y otro lado en un recital memorable en el Campoamor

Chano Domínguez, al piano, y Hamilton de Holanda, ayer, en el escenario del Campoamor. | Luisma Murias

Fueron como diez cuerdas, las que tiene la mandolina, para cuatro manos, como si Hamilton de Holanda se hubiera sentado al piano junto a Chano Domínguez. El recital del músico gaditano y del carioca, una de las sesiones más esperadas del ciclo “Vetusta & Jazz”, dejó ayer en el Campoamor un sabor a música memorable e inclasificable, un diálogo sincero que no fue ni flamenco, ni rock, ni música brasileña ni jazz latino, pero que tuvo todos estos colores y alguno más y donde brilló la música sin etiquetas.

El recital no fue excesivamente largo y el dúo regaló un único bis, pero el público estuvo muy entregado en todo momento y los despidió como un concierto único y de altura. Era la primera vez, posiblemente, que sonaba un dúo de piano y mandolina y Chano Domínguez anunció que iban a hacer un repaso del trabajo que habían hecho juntos, muy contentos de estar en el Campoamor y disfrutar, señaló el pianista, de su buena acústica.

El concierto arrancó con “Capricho de España” y siguió con una rumba dedicada a Chick Corea, especialmente aplaudida por un público que recordó haber escuchado allí, pocos días antes del confinamiento, a uno de los pianistas más importantes de la historia del jazz en el que acabó siendo una de sus últimas interpretaciones en directo en un escenario.

Después del homenaje a Corea sonaron composiciones donde lo afro y lo flamenco se juntaban y donde el dúo siguió con un diálogo muy equilibrado.

La ausencia del percusionista Rubén Dantas no impidió que en algunas de las canciones el propio Chano se sirviera del piano para apoyar con una improvisada percusión la mandolina de Hamilton de Holanda. Fue un detalle flamenco antes del “Ave María” de Jobim. Uno y otro músico se fueron alternando las voces y los ambientes musicales. Hubo más solos y viajes por el jazz latino hasta acabar con “Zyryab”, del repertorio de Paco de Lucía de 1990. Durante el recital, la mandolina de Hamilton, que llegó a cantar uno de los temas, sonó grande y poderosa, bordeando incluso en algunas ocasiones el lenguaje del rock. Fue una fiesta de la música, mano a mano entre maestros.

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