Como mirando a la pizarra de un buen profesor, los asistentes al documental “Jaime Herrero, pinta de poeta”, no perdían detalle y hasta le reían las gracias a la pantalla en la que volvió a aparecer el artista. El Jaime Herrero (1937-2020) del año 2006 volvió ayer a contar fábulas sobre sí mismo en el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad de Oviedo. Casi todos los que estaban ya le conocían. La directora del documental, Ángeles Muñiz, se lo preguntó a la audiencia y varias voces respondieron que sí. La directora también le agradeció la asistencia a Javier Cuervo, amigo personal del pintor, redactor jefe de LA NUEVA ESPAÑA y partícipe del documental, y a Luis Feás por “facilitarle” que el trabajo se pudiese proyectar en una época en la que es todo tan difícil. La sala, de por sí pequeña, vio mermado su aforo por las medidas sanitarias.

Aunque Herrero fue pintor y poeta, la película documental que se proyectó ayer en la Universidad no se queda con la palabra escrita o la que traza un pincel en el lienzo. La proyección del documental apoyó a la exposición del artista que se puede visitar en el mismo edificio histórico.

Lo que tenía Jaime Herrero de escritor era, indudablemente, la lengua. Del bigote entrecano y moteado de naranja por el tabaco salieron cuentos y fábulas desde el primer minuto del documental. Empezando por la historia de su nacimiento y siguiendo por su infancia, una fantasía de leyenda en la que una bomba arrancó la fachada del hospital que le vio nacer, quedando el paritorio al aire. O cuando conoció “la base” de toda la literatura, gracias a las tertulias de su padre con escritores en Madrid en las que él, decía, se sentaba debajo de la mesa “porque es el sitio de los niños cuando hay mayores”. Así, la base de la literatura, en el imaginario bromista de Jaime Herrero, no podía ser otra cosa que los pies de los escritores.

Pero no solo hay bromas en el documental de 45 minutos dirigido por Ángeles Muñiz. Herrero hace lúcidas reflexiones amarradas por un sinfín de frases agudas y precisas. Pero todo en ese mundo de fábula, en esa burbuja de una irrealidad leve. El artista reflexionó sobre su método de trabajo o sobre la forma, oculta en los cuadros, que capta la mirada de quien observa, y le atrapa y le hace seguir un camino concreto. Como algún documental.