El patrimonio industrial asturiano merece conservarse y protegerse aunque no vaya vinculado a un uso o utilidad específica, simplemente por el valor intrínseco que encierra. Esa fue una de las conclusiones de la mesa redonda celebrada en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA al hilo del libro “Asturias industrial” (Delallama Editorial), del geógrafo Toño Huerta y el fotógrafo Juanjo Arrojo, que participaron en el debate junto a Javier Fernández, director del Museo del Ferrocarril de Asturias, y Manuel Maurín, profesor del Área de Análisis Geográfico Regional del Departamento de Geografía de la Universidad de Oviedo.

“Con este libro hemos querido presentar la huella que ha dejado la industria en el paisaje asturiano”, indicó Toño Huerta, que aborda en el volumen el resumen de 200 años de actividad industrial en la región. Lo hace apoyado por las imágenes de Juanjo Arrojo, que defendió la idoneidad de incluir en el libro fotografías actuales que muestran los vestigios industriales tal como están ahora, en vez de optar por imágenes históricas.

Juanjo Arrojo, al que Toño Huerta definió como “cronista oficial de la memoria visual de Asturias”, habló de las contradicciones que se dan en ese patrimonio que por un lado se vigila de forma férrea, y por otro, sufre daños y desperfectos sin que sean evitados. “En los pozos mineros disfrutaba cuando hacía las fotos, pero cuando salía del sitio pensaba que muchos de esos elementos que tenemos no debemos dejarlos caer; muchas veces no es cuestión de dinero, es voluntad de tener en pie estructuras que dieron de comer a muchos asturianos”, indicó.

Vigilancia y destrozos

Precisamente en muchos de los antiguos pozos se detecta una gran vigilancia y, sin embargo, hay numerosos destrozos en las casas de baños y otros elementos, tal como señaló Arrojo, que también fue minero en su juventud. “Este es un patrimonio que se está generando continuamente, con elementos tangibles e intangibles; la pregunta es si lo valoramos realmente, yo hace mucho que reivindico la ruina como patrimonio”, destacó Huerta.

Javier Fernández habló de forma específica del sector ferroviario y resaltó el lamentable aspecto que lucen hoy muchas de las estaciones de Asturias, en un estado casi de abandono.

“Eso de que la arquitectura se debe conservar solamente si se le da un uso determinado no debe ser una condición. Las estaciones de Asturias son una parte muy importante del patrimonio, no solo desde el punto de vista estético, sino también del histórico. Están viviendo un proceso de deterioro desde el momento en el que se las vació de personal”, aclaró Fernández.

Manuel Maurín habló sobre la integración de los elementos industriales en el paisaje y aseguró que el patrimonio debe ser entendido como un recurso, algo que tiene que jugar un papel importante. También valoró el hecho de que el libro recurra a fotografías actuales. “Eso nos permite entender mucho mejor el patrimonio como artífice del paisaje. Nadie se plantea la conservación de una iglesia Prerrománica de acuerdo a su uso. El patrimonio industrial nace con un fin productivo y eso también es algo que va en su contra”, señaló.

Toño Huerta (Trubia, 1976) es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Oviedo. Desde hace más de quince años trabaja como profesional autónomo en el campo del análisis territorial, donde ha sido responsable de diversos trabajos relacionados con el patrimonio cultural. Juanjo Arrojo (Turón, 1950) es fotógrafo y un estudioso de Asturias. De formación autodidacta, su interés por la imagen hizo que en los años setenta del pasado siglo iniciara su andadura fotográfica. A principios de la siguiente década ya era un profesional reconocido.