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Philippe Glorieux Jefe mundial de Peyo, la empresa creadora de los Pitufos, prepara un proyecto en Oviedo

“Los pitufos siguen en plena forma porque seguimos siendo como ellos: imperfectos”

“El proyecto de Oviedo es el más ambicioso que tenemos y lo queremos exportar a otras ciudades de Europa y Asia”

Philippe Glorieux, en El Vasco. | LNE

Philippe Glorieux, jefe mundial de Peyo –la empresa que dio vida a los pitufos– es belga, pero conoce Asturias desde hace años. Al igual que otras grandes empresas del entretenimiento infantil, Peyo tiene el Principado marcado en el mapa. Quienes hacen las series de dibujos animados, los grandes videojuegos y todo aquello que acaba triunfando entre los más pequeños trabajan con una empresa asturiana que es quien diseña sus “experiencias”, la creación de las actividades por las que los mundos que dibujan sus empresas se vuelven realidad para que los niños las puedan tocar y vivir. Eso, que antes mostraban en una gran nave de Meres, se traslada ahora al Vasco, donde están montando el MadLab, un centro de ocio infantil que abrirá sus puertas en otoño. El belga recorre las obras en el espacio que ocupará su marca y se muestra visiblemente satisfecho. No hay prisa por abrir, pero sí una exigencia: “tiene que quedar perfecto”.

Philippe Glorieux, en El Vasco, con uno de los elementos de los Pitufos que adornarán el MadLab. | LNE

–¿Cuántos habitantes hay en Oviedo?

–Poco más de 220.000.

–Perfecto.

–¿Funcionará el proyecto en una ciudad pequeña?

–Sí, estoy seguro. Y va a ser una locura. Además la apertura del MadLab va a coincidir con el lanzamiento mundial de la nueva serie de los Pitufos, que saldrá en otoño. Estoy seguro de que funcionará no solo entre los niños y no tan niños de Oviedo, vendrá gente de toda Asturias.

–Ya ha visitado el primer “ensayo” de MadLab en Zaragoza ¿qué tal?

–Acabo de llegar de allí con Corsino (Corsino Tamargo, responsable de NoGroup, empresa que desarrolla el MadLab) y es una pasada. El de Oviedo será muchísimo más grande, es enorme, pero es divertidísimo. Me hubiera gustado haber estado un rato más y haber podido disfrutar del todo de las actividades; pero veníamos con prisa. El proyecto de Oviedo es el más ambicioso que tenemos y lo queremos exportar a otras ciudades de Europa y Asia.

–¿Por qué una marca consolidada como la suya necesita vender experiencias? ¿No está todo hecho ya?

–Es fundamental que, además de vernos en la televisión, los niños puedan sentir la experiencia. Que aquí descubran la casa de Papá Pitufo, que disfruten del escape room de la aldea y entren literalmente dentro del universo. También podrán hacerlo con realidad virtual, que instalaremos a la entrada del MadLab y eso es una maravilla, en cuatro metros puedes viajar kilómetros. Lo van a disfrutar muchísimo.

–Nueva serie de los Pitufos, pero la antigua sigue viva...

–La seguimos comercializando en más de cien países. Los Pitufos nacieron a finales de los años cincuenta, con setenta años siguen en plena forma porque seguimos siendo como ellos: imperfectos. Pero la nueva serie incorpora nuevos elementos, un diseño más moderno, una trama llena de aventuras y, además, segundas lecturas más adultas. Queríamos darle esa doble vertiente, para que los mayores no se aburran viendo la serie.

–Los Pitufos están hechos de clichés, ¿eso sigue enganchando igual que antes?

–Totalmente. Cada persona es más de un pitufo. Un día puedes levantarte más gruñón, más amable, enamoradizo. Los seres humanos tenemos defectos, pero creo que también tenemos un buen corazón. De ellos nos separan varias manzanas de altura, porque no sé si sabes que, exactamente, la altura de un pitufo es la de tres manzanas.

–Pero también tienen valores que, quizás, cuando Peyo los dibujó por primera vez no estaban tan en boga. Hablo del ecologismo, por ejemplo.

–Eso nos ha hecho ser embajadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) para el Desarrollo Sostenible. Hace un tiempo hicimos una campaña de limpieza de playas y haremos alguna cosa más en el futuro. Los pitufos tienen muchas cosas que les han hecho sobrevivir y tener más fuerza en esta etapa que vivimos: Los pitufos no comen carne, viven en armonía con el bosque y eran ecologistas antes de que se pusiese de moda.

–Seguirán así imagino.

–Claro, pero no son solo eso. Viven en una sociedad en la que todos se miran de tú a tú. Tienen un líder, pero si no quieren hacer algo no lo hacen, son contestatarios. Estas puede que sean las virtudes que más me gusta incorporar a mi vida, intento no mirar a nadie por encima del hombro.

–En el MadLab convivirán con otras grandes empresas en un mismo espacio, ¿qué tal es la competencia empresarial en el mundo del entretenimiento infantil?

–Tenemos buena relación, pero de todas formas esto lo gestionará todo la gente de MadLab, nosotros les cedemos la marca. Y con ellos sí que no tenemos ningún problema, siempre es un placer. Están mal de la cabeza, pero son buena gente. Hay una frase que me gusta mucho que dice algo así como “me gusta mucho la gente que tiene algo roto en la cabeza, porque deja pasar la luz”. Eso son ellos. Nosotros quizás nos definamos por otra cosa, por la calma, no queremos dinero rápido, queremos que las cosas se hagan bien. Somos una empresa casi familiar que trabaja por todo el mundo y lo gestionamos casi todo por las relaciones humanas. Si Corsino me dice “hagamos algo”, yo voy con él de la mano.

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