El escenario del teatro Campoamor se llenó ayer de bailarines que danzaban como zíngaros en el desierto con candelabros encima, como los balineses en día de fiesta, como los derviches tourneurs que giran sobre la espina dorsal. Y como cualquier otra manera que soñara el maestro Battiato. Porque ayer, el Campoamor fue el escenario de la gala de clausura de las “Estancias coreográficas”, una función marcada por el eclecticismo de sus propuestas, pero también por el vigor de los artistas, y por una originalidad irreductible.

De la danza tradicional a las propuestas más vanguardistas, ningún palo era ajeno al arte de los bailarines. La gala era el cierre a dos intensas semanas de arduo trabajo, y todo el mundo quiso hacer de la clausura un broche de oro. Las vibraciones del público, sus aplausos entusiastas, dan fe de que lo lograron.

Bajo las directrices de Yoshua Cienfuegos, maestro forjador de danzas imposibles, los bailarines superaron sus límites y, en ocasiones, parecieron romper las leyes de la anatomía. Cualquiera diría que estos artistas son a prueba de contracturas.

El espectáculo resultó deslumbrante ya desde el primer número, con la exuberante actuación de Ariadna Llussá y Maynor Chaves, que enamoraron a los espectadores con sugerentes movimientos y un vestuario de postín. Tenía truco: el responsable era el “Costurero Ecléctico”, el ovetense Alfonso Pérez, un modisto en franco crecimiento que tiene enamorado a la ciudad. Los círculos culturales aún recuerdan el éxito que cosechó Pérez en La Vega durante la celebración de la Semana Profesional del Arte, cuando el modisto tuvo que dar una segunda función de su desfile-performance ante una afluencia masiva de gente que desbordó el aforo permitido.

Con semejante despliegue sobre las tablas, al público solo le restaba disfrutar y acompañar los movimientos de los bailarines. Lo que no había era silencio: nada más que bajaba la música, crecían los aplausos, incluso las ovaciones.

La propuesta de Cienfuegos añadió a la lista monólogos humorísticos, teatralizaciones y canciones propias, rapeadas por el acordeonista Vadim Yukhnevich. Por su parte, los músicos Rafa Damián (chelista) y Giuliano Parisi (piano) añadieron a la mezcla gritos, susurros y suspiros, para puntear los bailes.

La función acabó demasiado pronto para el gusto de los espectadores, que trataron de estirar la gala con un aplauso largo y sentido. Concluida esta octava edición de las “Estancias coreográficas”, a los participantes les quedan por delante meses de trabajo y la promesa de una futura reunión en Oviedo, de nuevo de la mano de Cienfuegos. La promesa de disfrutar de un lugar en el que gozan de libertad, de respaldo y del cariño de un público que solo quiere verles danzar.