Vanesa Almaraz tiene que tocar en mil puertas cada verano para compaginar la maternidad con su vida laboral. Vive una situación especial. Gema Suárez, su hija, tiene una cardiopatía, dificultades respiratorias y una traqueotomía, problemas de salud que hacen que no todos los campus lúdico-educativos la acepten en sus listas. Su válvula de escape fue el Pequecampus deportivo del Parque del Oeste, que organiza la concejalía de Deportes del Ayuntamiento de Oviedo. “Les expliqué las dinámicas que sigue Gema y no dudaron en unirla al grupo”, comentaba Almaraz, encantada con una experiencia que aúna diversión y pedagogía.

Sobre estas líneas, de arriba abajo, los niños se lanzan a la piscina; Carlos Caicoya se prepara para un lanzamiento, y Gema Suárez y Laura Antón, la monitora, en un descanso. A la derecha, los niños entran a la sala de manualidades. | Luisma Murias

El despertador suena a las ocho de la mañana, hora perfecta para no llegar tarde a una cita con el deporte. Cada semana, niños ovetenses de entre 5 y 12 años inician la actividad a las 8.30. Los menos madrugadores llegan una hora más tarde, perdiéndose el juego despertador, unos ejercicios de motricidad y coordinación que introducen la jornada a modo de calentamiento.

El deporte, un juego de niños en La Ería

El grueso de la actividad se inicia cuando todos están listos para sumergirse en una mañana que les dejará exhaustos. “Una madre confesó que su hija dormía siestas de cuatro horas”, comenta Víctor González, coordinador del Pequecampus. La diferencia con los colegios es abismal y los más pequeños de la casa lo notan. “Mientras en las escuelas pasan gran parte del tiempo sentados, aquí buscamos todo lo contrario”, añade.

El deporte, un juego de niños en La Ería

Las pistas de tenis y la piscina se convierten en campo de trabajo. No hay que saber nadar, tampoco es necesario tener raqueta de tenis y no hace falta ser un gran dibujante. Basta con imaginar que uno es Nadal para poder improvisar un gracioso peloteo, pensar en Mireia Belmonte para recorrer a croll o a braza la piscina o visualizar a Picasso para colorear y hacer manualidades. Los prismáticos hechos con materiales reciclables son la estrella del campus. Basta con ponerle ganas. “Queremos que aprendan jugando, no se trata de dar clases”, insiste el coordinador.

El deporte, un juego de niños en La Ería

Le han hecho hueco también a la nutrición, la educación vial y los primeros auxilios. A través de pequeños talleres les proporcionan a los niños una serie de nociones básicas sobre unos asuntos primordiales para su desarrollo personal e intelectual. Una amplia oferta de actividades que no dejan ni un minuto libre al aburrimiento.

Desperezarse es tarea fácil cuando el objetivo es pasar un buen rato entre amigos. Es el caso de Alicia González, que tiene 11 años y lleva nueve participando en este campamento, si por ella fuera volvería a él todos los veranos de su vida: “Ojalá no hubiese límite de edad”. El año que viene tendrá la última oportunidad para participar.

Aunque no tiene que romper lazos con el campus, pues dentro de unos años, cuando cumpla 18, podrá convertirse en monitora. Es el caso de Elena Carrera, que, en cuanto alcanzó la mayoría de edad, no dudó en hacer el curso de instructora y, ahora, está haciendo las prácticas. Su objetivo es claro: “El año que viene quiero tutorizar yo a los niños”, comentaba ilusionada en unas pistas que les han visto crecer.

“No hay plazas disponibles”, es la respuesta que recibe todo el que trata de inscribir a su hijo en el Pequecampus. Las listas de espera son casi más largas que las de participantes. Tienen cuatro grupos burbuja y cada uno de ellos cuenta con 15 niños. “En un principio teníamos pensado aceptar solo a 45, pero, ante la alta demanda, hemos subido el listón a 60”, explica Víctor González. Se ha corrido la voz y, desde distintos barrios, muchas familias llegan al campamento buscando que sus hijos se lo pasen bien mientras se mantienen activos con unas dinámicas que cambian cada semana.

Lo que no se cansan de repetir los más pequeños es la palabra “amigos”. Las amistades que se crean en el Pequecampus son las que les hacen volver semana tras semana, pues el campamento está activo desde el 28 de junio hasta el 3 de septiembre.

“Una experiencia enriquecedora”, así define Víctor González un proyecto que lleva más de diez años en marcha y que tiene como objetivo colaborar en la conciliación familiar y hacer una síntesis entre diversión y actividad física.