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Vicente Alberola | Clarinetista, toca y dirige hoy a la OFIL en el claustro de la Universidad

“Vengo con un Mozart y un Schubert que son alegría, hoy no tocaría un réquiem”

“Después de interpretar 67 veces el concierto para clarinete, me dejo llevar, también con la orquesta; con OFIL hay mucha conexión y es rápida”

Vicente Alberola, ayer, en el local de Oviedo Filarmonía. | Fernando Rodríguez

Vicente Alberola  (Benifairó de les Valls, Valencia, 1970) dirige hoy a Oviedo Filarmonía en el regreso de la OFIL al ciclo de verano en el claustro de la Universidad de Oviedo (20.00 horas, entrada libre hasta completar el aforo). Lo hará con una de sus obras fetiche, el concierto para clarinete de Mozart, donde también será el solista, y con la Sinfonía nº 5 de Schubert. Alberola vuelve a trabajar con la OFIL tras un primer contacto casi fallido por culpa del covid. A solo dos días del primer confinamiento, el 12 de marzo de 2020 Alberola y la OFIL tuvieron que cancelar un concierto pedagógico que iban a ofrecer en Ventanielles pero lo salvaron retransmitiéndolo en streaming desde el Filarmónica para los centros educativos. Hoy, Alberola regresa con la OFIL, una orquesta a la que aplaude por su rendimiento, su buena respuesta y sus profesionales, algunos vinculados a los proyectos docentes propios que ha impulsado en los últimos años. Alberola pasó de la Sinfónica de Galicia y del Teatro Real a prestar su talento en diversas formaciones, entre las que destaca en la actualidad, como titular la Mahler Chamber Orchestra y Les Dissonances.

–Vuelve a Oviedo y vuelve con la OFIL, con un repertorio muy clásico, Mozart y Schubert

–Estoy muy contento. He venido con mi faceta principal que es la de tocar y dirigir. Haremos el concierto de Mozart para clarinete y orquesta, que lo he hecho unas 67 veces como solista desde que empecé mi carrera, y la Sinfonía número 5 de Schubert, que es la más clásica suya, y él mismo decía que era un homenaje a Mozart.

–Entre un autor y otro se podrá intuir también la resaca de las celebraciones del año Beethoven.

–Sí, Beethoven fue el que rompió con el clasicismo, el primero en poner la figura del hombre en la música. Pero Schubert ya lo cogió de una manera genial. Sus melodías ya introducen el romanticismo. Pero esta sinfonía es más clásica, aquí se introducen incluso como pequeñas muecas a Mozart, como el minueto, que recuerda el concierto 40 de Mozart. Porque en realidad Mozart ya intuía lo que iba a venir después. Yo creo que si se hubieran encontrado, Beethoven y Mozart habrían hecho una banda de rock. En todo caso, la Cinco de Schubert es un homenaje a lo clásico y el concierto de clarinete que fue una de las últimas obras de Mozart, junto con el Réquiem y la Flauta Mágica, así que es una combinación perfecta. Además es un repertorio muy fresco, con Mozart en la mayor y Schubert en si bemol mayor, dos tonalidades que dan optimismo y alegría.

–¿Cómo se libra uno de automatismos cuando ha interpretado 67 veces el mismo concierto como es su caso?

–Me dejo llevar. Y con esa música tan bien hecha, con Mozart, que es mi compositor preferido... Pero siempre impresiona tocarlo, por la idea de hacer lo que él quería, por seguir su estilo. Pero, insisto, yo me dejo llevar, también por la orquesta, por ver cómo colabora conmigo. En los ensayos ya toqué con ellos desde el principio, no hice primero una lectura, porque OFIL capta muy rápido y así ya saben lo que yo quiero hacer. Han sido muy rápidos en los ensayos y hemos establecido una conexión muy buena.

–¿Cómo ha vivido este tiempo de pandemia y confinamiento?

–Ha sido un poco duro. Yo soy profesor de clarinete, trabajo en varios sitios y menos mal que tengo esto, porque lo otro ya vemos lo que ha pasado. Con la Mahler Chamber, por ejemplo, la orquesta que tenemos, se paró todo. Fue dramático. Hay gente que solo vive de ello y ver a gente llorando en los encuentros on-line que teníamos es muy duro. Somos privilegiados por hacer esto pero si de repente te quedas sin ingresos... Yo tuve la suerte de tener mis clases pero durante esos meses vi todo el apoyo que nos falta.

–Ha estado muy vinculado a la ópera...

–Doce años de clarinetista principal en el Teatro Real, sí. Y ahí empecé también a dirigir, dirigí cuatro óperas y empecé a pensar que me apasionaba ese mundo de la dirección, que para mí es compartir. La música, esa es mi frase, es para compartir, no para competir. Y la ópera me dio muchas maneras de enfocar, me abrió la mente totalmente. Aunque yo trabajo en la Mahler Chamber y me encanta tocar, llevo 40 años tocando y es parte de mi cuerpo. Pero la ópera sí, me descubrió que me apasionaba ese concertar a todo el mundo.

–La ópera, le decía sí ha logrado mantenerse pese al covid.

–No sé qué han hecho los políticos, que ha sido el oasis musical de Europa. Cerraron en todos los grandes teatros pero solo en España, y especialmente en el Teatro Real se quedaron.

–En Oviedo también se salvó la temporada.

–Sí, lo sé. Y ahí yo me pregunto. ¿Por qué si se apoyó en ese momento, no se apoya en todo momento? Hace falta más apoyo en España, porque hay mucho talento, pero hace falta más dinero. La gente estaría más feliz sabiendo que les apoyan y que les quieren. La música nos da un estado de ánimo. Cuando te levantas y escuchas música, especialmente con la clásica, te da un estado de ánimo feliz y alegre, para hacer cosas buenas.

–¿Por eso ha elegido ese repertorio alegre? ¿No tocaría ahora algo más oscuro?

–No haría un Réquiem, no. Pero, hace poco hice el concierto de Mozart y el Réquiem, dedicado a un amigo que había muerto con treinta años en un accidente de moto. Él era la luz, y esa tonalidad de la mayor es la luz. El Réquiem es re menor, la oscuridad, pero sabiendo que hay una luz detrás también es un descanso. Aquel repertorio fue brutal.

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