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Un embrujo llamado Rodrigo Cuevas

El ovetense se encontró en casa con un público entregado al que correspondió con un show cargado de emoción

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El Auditorio se rinde a Rodrigo Cuevas Irma collín

Era una noche especial para los conciertos de San Mateo. Rodrigo Cuevas regresaba al Auditorio Príncipe Felipe y el cariño del público asturiano se tradujo en un lleno total que hizo colgar el cartel de localidades agotadas días antes del espectáculo. A tal efecto se extremaron las medidas de prevención contra el covid pues, antes de acceder al edificio, dos filas de vallas separaban a los espectadores del patio de butacas de los del anfiteatro. Además, las máquinas expendedoras de gel se sustituyeron para esta ocasión por los acomodadores que pulverizaban el gel a cada asistente.

Con cinco minutos de retraso comenzó el espectáculo. Con madreñas, montera y vestimenta tradicional, Rodrigo Cuevas apareció en el propio patio de butacas para llegar al escenario, ganándose y alentando a un público embrujado. El respetable estuvo entregado por completo al ovetense desde que puso un pie en el Auditorio. Para la ocasión presentaba “Trópico de Covadonga”, su tercer espectáculo escénico en solitario tras “Electro Cuplé” y “El mundo por montera”. El agitador folclórico no desaprovechó la ocasión, las tablas, ni el micrófono para lamentar la desaparición de los chiringuitos históricos en esta edición de las fiestas.

El “Trópico” es un trabajo que supone un salto cualitativo en su trayectoria y que conjuga tradición y modernidad. Para ello se basa en canciones de su aclamado álbum manual de cortejo, que aborda los diferentes códigos y modos ancestrales y actuales del cortejo y el amor. Para él, el cancionero tradicional se convierte en el vehículo ideal para narrar historias a través de su show, con protagonismo de la electrónica, la performance y el humor.

“Trópico de Covadonga” trasciende los diques del mero espectáculo para dar vida y presencia al mundo rural y a sus usos y costumbres. Como el propio Rodrigo Cuevas explicó durante el concierto, ese “Trópico” es el lugar “al que entras cuando escuchas una tonada o tradicional, un cuento o participa en un baile popular”. Si bien todo el espectáculo estaba protagonizado por la electrónica y la amplificación, no pierde momentos de primitivismo musical logrado gracias al uso marcado de la percusión. Acompañado por Mapi Quintana (panderos, coros y contrabajo), Juanjo Diaz (percusiones), Tino Cuesta (sintetizador y coros) y Rubén Bada (guitarra eléctrica y bajo), hizo vibrar a los asistentes con obras como “Arboleda bien planta”, la “Ronda de Robledo” el “Xiringüelu”, “Cesteiros” o “Vaqueiras”. Sin duda, el momento culminante fue cuando invitó al escenario a la allerana Gelita “El Cabanón”, una de las fuentes orales de sus temas, que interpretó una versión del célebre “Al pasar por el puertu” acompañada al acordeón por Cuevas.

“Rambalín”, con el coro minero de Turón, y un gran juego de luces y videos, una constante durante todo el espectáculo, dejó pasajes de gran emotividad. El artista aprovechó la canción para reivindicar la libertad. A su juicio una necesidad en “estos tiempos”. Un grito de repulsa contra las agresiones homófobas y las actitudes “de algunos partidos políticos”.

Casi dos horas de show para un público rendido al trópico de Covadonga que festejó con palmas, coros y bailes la presencia del ovetense en San Mateo en un concierto que finalizó con dos propinas: una muñeira y la rumba de “A Estierna” entre un público en pie y gritos de “Puxa San Mateo”.

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