“Me voy con sentimientos encontrados, por un lado, tendré más tiempo, pero por otro, lo echaré de menos”. José Vázquez dijo adiós ayer al cuartel del Rubín con sabor agridulce. Al cerrar por última vez la puerta de su taquilla dio carpetazo a 37 años como efectivo de la Policía Local y más de un cuarto de siglo de trayectoria como referente en materia de seguridad vial. El conocido como el “poli marchoso” de Oviedo alcanzó ayer la jubilación del cuerpo a los 61 años, pero advierte que junto a “Tuca” y “Sapito”, los inseparables compañeros de espectáculo, no dejará de subirse al escenario para transmitir mensajes didácticos a su numeroso público menudo. “Seguiré haciendo algunas galas”, advierte.
Vázquez nació en Orense, pero con apenas unos meses se trasladó a Oviedo, la ciudad que le vio crecer, convertirse en agente municipal y todo un fenómeno de masas por pura casualidad. “Fui a dar una charla al colegio Loyola con niños muy pequeños, no me hacían ni caso y se me ocurrió coger un pañuelo”, relata sobre cómo descubrió un exitoso método para conseguir que los mensajes sobre seguridad vial hiciesen mella entre los niños de corta edad.
Poco después, en el colegio de las Ursulinas trató de repetir experiencia, pero ante la falta de pañuelo alguien tuvo la idea de presentarle a “Tuca” y “Sapito” una especie de calcetines con forma de personajes que, desde entonces forman parte indispensable de sus espectáculos conocidos incluso más allá del charco. “He llegado a impartir clases hasta en Argentina”, relata el que fuera uno de los fundadores del área de seguridad vial del ayuntamiento, en 1993.
Desde entonces, este policía local ha compuesto más de 20 canciones. Temas como “Con la sillita y el cinturón” o “Felisa la tortuga” se han convertido en canciones de cabecera para generaciones de escolares, entre los que se encuentran incluso algunos nuevos agentes del cuerpo municipal. “Hay dos compañeros a los que di clase en el colegio”, confiesa, orgulloso de haber logrado calar entre tanta gente. “A pesar de que canto fatal, conseguí llenar dos veces el Auditorio”, indica.
Atrás quedan casi cuatro décadas de trabajos de oficina y patrullas por las calles de Oviedo, un tiempo en el que, presume, se consiguieron varias distinciones por llegar a niveles de siniestralidad similares a los de Estocolmo. Si bien dice todavía no tener claro su futuro, sí admite estar convencido de que la seguridad vial estará presente en el mismo. “De momento, no tengo nada planeado, pero ya tengo algún contacto para impartir clases en escuelas portuguesas”, confiesa un hombre cuyo estado de forma no delata ni mucho menos los 61 años reflejados en su DNI y que no descarta aprovechar el tiempo libre para echarse a la carretera, eso sí, siempre respetando las normas de circulación. “No sé por qué, pero ahora me da por andar en moto”, confiesa con una sonrisa en la boca el “poli marchoso” de Oviedo.
