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El triunfo del pianista que surgió del frío

El siberiano Konstantin Scherbakov inaugura el curso de la Sociedad Filarmónica con un sólido concierto

Scherbakov, durante el concierto de ayer. | Luisma Murias

La inauguración de la temporada de la sociedad filarmónica de Oviedo no pudo empezar de un modo mejor. En la noche en la que se cumplían tres años del fallecimiento de Montserrat Caballé, la diva eterna, el pianista ruso Konstantin Scherbakov, un siberiano pleno de carácter y talento, ofreció a los abonados de la Sociedad Filarmónica de Oviedo un sólido concierto en el que demostró su pericia en todas las artes de la pianística, resolviendo con solvencia un programa que hubiera dejado fríos a muchos intérpretes.

El recital de Scherbakov, que marca el pistoletazo de salida de los dieciséis conciertos de esta nueva temporada de la centenaria institución ovetense, estaba previsto inicialmente para el pasado 31 de marzo. Un aplazamiento y seis meses después, Scherbakov aterrizó en las tablas del Filarmónica, y sin duda la espera mereció la pena. La experiencia y el nivel técnico del pianista, junto a la relajación de las medidas contra el covid y una restricción de aforo más laxa, propiciaron una afluencia de público notable que hace mirar con esperanza la nueva temporada. El concierto, patrocinado por el Ayuntamiento de Oviedo, también contaba con otro atractivo añadido como era el heterogéneo programa que enfrentó Konstantin Scherbakov y que integraba tres magisterios pianísticos diferentes pero muy reconocibles.

La primera parte estaba formada por la célebre “Suite bergamasque” de Claude Debussy, que sonó enigmática y sugerente bajo las manos del ruso. Tras ella, le llegó el turno a una de las piezas de referencia del romanticismo pianístico: el “Carnaval de Viena” de Robert Schumann, en la que los melómanos asistentes al recital rompieron a aplaudir entusiasmados a falta de dos movimientos para culminar la obra.

La segunda parte, tras un pequeño descanso donde se aprovechó para retocar la afinación del instrumento protagonista en la velada musical, quedaba reservada para la adaptación realizada por Franz Liszt de la “Sinfonía n.º 7, en La mayor” de Beethoven. Se trata de una de las obras fetiches del intérprete ruso entre todas las que ha grabado para el sello Naxos, algo que se percibió con nitidez en el concierto. Al abordar a Beethoven, Scherbakov se creció sacando a relucir todo su potencial y sus múltiples recursos en una interpretación a gran nivel de los cuatro movimientos de esta obra, destacando el segundo número (allegretto), con un sonido siempre muy aseado y matizando con gusto cada una de las frases musicales. Aunque la velocidad y el virtuosismo de los movimientos tercero (presto) y cuarto (allegro con brio) fueron los que más agradaron a un público rendido al saber hacer del pianista de Siberia, más cómodo en este repertorio.

En conjunto, fue hora y media de recital, tras el cual parte del patio de butacas despidió al intérprete en pie entre sonoros aplausos y “¡bravos!” esperando una propina que jamás llegaría.

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