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Oviedo, catedral mundial de la poesía

Amancio Prada emociona al nutrido público que le acompañó en la Sancta Ovetensis con un concierto íntimo y pasional

Amancio Prada y Mariana Cores, durante el concierto de ayer. | Julián Rus

Había transcurrido ya algo más de una hora de concierto cuando Amancio Prada, retornado al escenario para entregar una propina que el respetable le arrancó de la guitarra con tonantes aplausos, regaló al nutrido público que le acompañaba en la Sancta Ovetensis el momento más emotivo de la jornada. Surgió a propósito de una canción tradicional asturiana, “Si la nieve resbala”, que habría de componer la primera parada de esa propina. Prada, no sin emoción, relató cómo llegó a conocer la canción: fue en tierras chilenas, en la inauguración de un curso de la Universidad de Concepción. Al final del acto, una mujer se le acercó y le cantó la canción, que el vate reconoció asturiana. “Me la cantaba mi marido, que era asturiano, aviador de la República, que vino aquí en un barco fletado por Pablo Neruda. Él me la cantaba y, ahora que ya no está, la canto yo para él, cada día”, le dijo la mujer, que no era otra que Isidora Aguirre, una dramaturga tan grande como la torre de la catedral. “Este es un pueblo que canta y lleva la poesía dentro, por eso muchos pensamos que Asturias es la capital mundial de la poesía”, afirmó Amancio Prada, como reclamando de vuelta esos aplausos que acudieron prestos a la llamada.

Fue un instante especialmente intenso dentro de un concierto pleno de emoción. Se notaba que era día grande en la catedral ya desde el preámbulo, con la gente aguardando expectante la llegada de Prada y sus dos escuderos, el violinista Juan Luis Gallego y la chelista Mariana Cores. Cuando se instalaron en el presbiterio pasaban unos minutos de las ocho, y Prada fue al grano, comenzando a tocar el “Romance del Conde Arnaldos”, en el que se percibió ya la limpieza del sonido, la nitidez con la que llegaban cada nota y cada sílaba a todos los extremos de la catedral.

Solo tras este preámbulo tomó Prada la palabra para celebrar ese momento en el que el poema se convierte en canción, y la oportunidad de actuar en la catedral por el 1.200 aniversario de la consagración del primer altar, y en el marco también de la reivindicación de Oviedo como origen del Camino.

Antes de afrontar el plato principal del menú, su célebre versión del “Cántico espiritual” de San Juan de la Cruz, Prada interpretó, encadenadas a modo de suite, cuatro piezas igualmente salidas de los versos del místico. “Sin arrimo y con arrimo”, “¡Oh, llama de amor viva!”, “Que bien sé yo la fonte” y “En una noche oscura” compusieron esas “Canciones del alma” que sirvieron de adecuado prólogo y complemento al “Cántico espiritual”, interpretadas todas, como incidió Prada, en “la misma tonalidad y la misma espiritualidad”.

Antes de afrontar la pieza central, Prada recordó su primer encuentro con los versos de San Juan de la Cruz. Tenía, relató, 20 años y vivía en una buhardilla de París, junto a un amigo que le regaló aquel libro para que le dejara dormir por las noches. Prada explicó el inmediato hechizo que le provocó aquel largo poema, con su “hermosura y amor desbordante”, con “la anchura y la resonancia” de sus versos.

Este mismo amor lo vertió Prada al interpretar el “Cántico espiritual” en la catedral, encadenando las distintas partes con apenas unas pequeñas pausas, en la pretensión de respetar “el discurso” del místico. Fue una interpretación muy intensa, pasional, abrumadora por momentos, pese a tener un aura de absoluta intimidad aun en una catedral que registró una gran entrada.

Al terminar, no había otra opción que el aplauso emocionado, con el público puesto en pie y varios “¡bravo!” resonando en distintos puntos de la catedral. Prada retornó, claro, para interpretar “Si la nieve resbala”, y para cerrar hora y cuarto de música cantando unos versos de Rosalía de Castro, “Adiós ríos, adiós fontes”. Un cierre respondido, de nuevo, por el aplauso unánime del público que, guiado por la guitarra de Amancio Prada, anoche convirtió a la Sancta Ovetensis en la catedral mundial de la poesía.

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