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Buchbinder brilla evocando a Diabelli

El pianista austriaco, preciso en el tempo y con delicadeza, resolvió con maestría en el Auditorio un programa tan desafiante como atractivo

Rudolf Buchbinder, durante el recital de ayer en el Auditorio. | Miki López

El frío, el viento y la lluvia que parecen haberse instalado estos días en la capital del Principado no fueron obstáculo para que los melómanos ovetenses disfrutaran de casi dos horas de exquisita velada musical. Al contrario, los asistentes se vieron reconfortados gracias a la calidez y al nivel artístico y técnico del pianista Rudolph Buchbinder.

Pero si el protagonista era de altura, el programa no le iba a la zaga, y la propuesta para esta segunda cita de las Jornadas de piano “Luis G. Iberni”, organizadas por la Fundación Municipal de Cultura, patrocinadas por LA NUEVA ESPAÑA y que este curso alcanzan su trigésima edición, no podía resultar más atractiva. Todo el programa orbitaba en torno al “Vals en do mayor” compuesto por el pianista Anton Diabelli y sus posteriores variaciones. A la invocación del tema inicial, de poco más de un minuto de duración, siguieron las “Nuevas variaciones sobre un vals de A. Diabelli”, un proyecto que surge el año pasado en el contexto de la efeméride beethoveniana (250 años de su nacimiento), y que supone el encargo a doce compositores contemporáneos de una variación del célebre tema y que ha propiciado la colaboración de entidades musicales de diferentes países.

El reto de recrear las atmósferas diversas y los deseos musicales de compositores tan diferentes como Auberbach, Richter, Hosokawa, Lubman o Tan Dun era mayúsculo. Pero a Buchbinder no le tembló el pulso. Con aire un tanto distraído, como si la cosa no fuera con él, afrontó estas variaciones con excelentes resultados, exhibiendo una pulsación cristalina y una emisión especialmente limpia en todo momento. Supo recrear con acierto las marcadas influencias rockeras o jazzísticas del “Rock it, Rudi!” (Christian Jost), el aire más minimalista de la “Diabelli” de Max Richter y la compleja “Diabelli-Variation” de Jörg Widmann, con alguna cita de obras tan populares como la conocida “Marcha Radetszky”.

Pero todavía restaba una obra para finalizar la primera mitad de la velada musical: “Las variaciones sobre un vals de A. Diabelli, selección de Vaterländischer Künstlerverein” (1824), que aglutina versiones del popular vals de autores como Hummel, Kalkbrenner, Kreutzer, Liszt, Moscheles, Franz Xaver Wolfgang Mozart, Schubert o Czerny, grandes virtuosos del piano romántico que no pusieron en apuros al pianista checo, preciso en el tempo y siempre con gran delicadeza y sensibilidad, extrayendo el lirismo necesario de cada una de las piezas.

La segunda parte, tras una breve pausa, quedaba reservada a las “Treinta y tres variaciones sobre un vals de A. Diabelli, op. 120” de Beethoven, sin asomo de duda, la obra que más fortuna ha tenido de cuantas versiones se han llevado a cabo.

Esta joya del genio de Bonn se consumió en las manos de Buchbinder con inspiración, en una versión atractiva, propia de quien domina plenamente la obra, muy matizada y sutil, plasmando con acierto el carácter en cada una de las variaciones, luciendo un sonido rotundo y un volumen adecuado.

El auditorio se deshizo en aplausos ante un Buchbinder que recibía el reconocimiento del respetable de forma modesta. Y por fin, tras un total de cincuenta y dos variaciones sobre el tema de Diabelli, la unidad estilística se quebró para ofrecer, a modo de propina, el “Impromptu número cuatro” del Opus 9 de Franz Schubert. Exquisito punto final a un concierto extraordinario.

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