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La Cocina Económica de Oviedo abandona el "take away" de la pandemia: "Es bueno no perder el contacto"

Las hermanas de la Caridad aparcan el sistema de bolsas del covid y reabren mañana su comedor social

Hugo Sánchez y Mirian, voluntarios de cocina en el Comedor Cocina Económica

La entrada del Comedor Social Cocina Económica se convierte en un desfile de bolsas anudadas en las que se puede intuir un tupper, fruta, leche y algún alimento más. En el interior del edificio, varios cocineros llenan los envases de plástico a gran velocidad para hacérselos llegar a los voluntarios, quienes reconocen al acto a cada persona y sus necesidades. “¿Cómo estás?” “Sin gluten, ¿verdad?”, son algunas de las preguntas que acompañan el reparto.  

Este lunes la comida “take away” será historia. Y volverán las mesas, las bandejas, el calor de la compañía o un abrigo por si llueve. “Volvemos a abrir el comedor cumpliendo todos los protocolos sanitarios”, declara Mar Prieto, miembro de la junta directiva de la cocina y voluntaria. Será, insiste, una odisea por todo lo que supone volver a ajustar las instalaciones para cumplir la labor social a las que están destinadas. 

Medidores de dióxido de carbono, ventanas batientes, casi el doble de voluntarios y servicio directo a la silla. Según la colaboradora es imposible volver al mecanismo de antes debido a los requisitos que ha traido la pandemia. Ahora es obligatorio limpiar de manera minuciosa el sitio en el que se ofrecerá un primero, segundo y postre a cada comensal. “Estamos hablando de entre 280 o 320 comidas y 145 cenas por día”, explica Florentino Menéndez, encargado de cocina. 

Ese volumen se vio incrementado durante el confinamiento, un periodo en el que muchos tuvieron que acudir a la caridad para salir adelantes. “Comenzaron a aparecer en la cola familias a las que conocía de toda la vida y se había visto abocadas a solicitar ayuda debido a la situación económica”, declara Prieto. Y añade: “Por suerte ese perfil ha disminuido con el paso del tiempo”. Ahora la mayor parte de solicitantes son sintecho, inmigrantes, personas con pocos recursos que llenan sus carros de productos para cocinarlos en casa y ancianos que comparten su vida con la soledad. 

Los voluntarios Adolfo Bañegil y Vicente en el comedor Víctor Alonso

Según cuentan los voluntarios, hay muchos que agradecen más la conversación que los nutrientes, y ese es el cometido invisible que cumplen las Hermanas de la Caridad que regentan el lugar: escuchar. “Es bueno volver al comedor, porque el sistema de las bolsas te hace perder el contacto con la gente”, asegura Adolfo Bañegil, voluntario desde el inicio del virus. 

Desde las 12.30 de la maña hasta las 13.45 del mediodía y de 19.45 a 20.30 el centro social abrirá sus puertas a diario. Exceptuando los fines de semana donde la cena permanece en el formato fiambrera. Los colaboradores intentan animar a cualquier joven con ganas de realizar un proyecto solidario y algo de tiempo disponible a participar en estas jornadas. “A veces pensamos que tenemos que ir muy lejos para ayudar, cuando hay gente que la necesitada aquí al lado de casa”, dice Bañegil.

En tan solo un día, junto a la llegada del frío y la necesidad de platos de cuchara el Comedor de Cocina Económica vuelve a hacer clave la presencialidad. Así se evita el desperdicio alimenticio y obligar a gente sin recurso a comer en soportales. “Se trata de gente muy vulnerable. Muchos viven en la calle y la falta de cuidado hace que las defensas disminuyan”, aclara Prieto. De esta manera los “¿Con o sin tomate?” se volverán a convertir en un “Cuéntame qué tal te va”. 

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