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La madre que sumó años de vida a la “niña de la marea azul”: “Hice todo lo que pude”

Lucía González enterró ayer a su hija en León, de donde es toda la familia, y está enfocada en cuidar del pequeño Ángel, hermano mellizo de la fallecida

Lucía González, con su hija, en una imagen de archivo.

El reloj de Lucía González no se para y ayer había que llevar al pequeño Ángel a catequesis. Tareas del cole, cena, ducha... Lo normal, porque, eso, el reloj no se para. Al reloj no le importa que su otra hija haya fallecido hace seis días; le da igual que hayan sido casi ocho años de lucha contra una enfermedad que no pudo torcerse más. El reloj no mira nada de eso y Lucía no se lamenta: “Hice todo lo que pude hasta el final”. Contra todo pronóstico, esta madre de La Corredoria sumó años a la vida de su hija a base de sacrificios. Ella tampoco miró el reloj ni cuánto se le iban a complicar las cosas cuando dejó su trabajo en una peluquería para ponerse al mando del destino de su pequeña, también Lucía. “Nunca le faltó nada. Ni un médico, ni atenciones, ni todas las maquinas que fuesen necesarias”. Hasta la semana pasada, a los 8 años de Lucía. “Se fue en mis brazos y yo misma la vestí”, cuenta con pasmosa serenidad esta madre coraje. Las fuerzas que saca son ahora para Ángel, el mellizo de Lucía, un niño maduro para su edad, pero que no termina de asimilar el desenlace. “Tengo que seguir por él”.

Las manos entrelazadas de los dos hermanos.

El primer golpe de realidad fue ayer, después de la montaña rusa de emociones de las últimas jornadas. A Lucía –conocida como “la niña de la marea azul” cuando varias peñas del Oviedo hicieron una colecta para su tratamiento– la enterraron en Montrondo (León), de donde es toda la familia. En el colegio Carmen Ruiz-Tilve, en La Corredoria, donde acude el hermano, Ángel, le hicieron a Lucía un emotivo homenaje. Lanzaron decenas de globos al aire, se los enviaban a ella. Para su compañero, hicieron un álbum de dibujos. La madre se deshace en agradecimientos. Para todos. “Estoy inmensamente agradecida a las peñas (del Oviedo) que comenzaron ofreciendo su ayuda y siguen aquí; al colegio Ángel de la Guarda, de Aspace; y al centro donde estudia mi hijo; a toda la gente que se acercó al tanatorio para abrazarle”. No quiere olvidarse de nadie. “A todo el mundo”.

Los globos que los niños lanzaron al cielo para Lucía.

De vuelta al presente, a Lucía González la atención se le va a su hijo, a Ángel, el mellizo que ha vivido en primera persona la lucha de su hermana y todas las dificultades que le trajo el citomegalovirus. “Se fijaba en cómo yo manejaba las máquinas que necesitaba la niña y al día siguiente lo hacía él igual”, cuenta. Por eso, explica, ahora su misión es seguir adelante, acumular fuerzas y centrarse en el día a día del niño. “El tiempo le ayudará pero el recuerdo de su melliza no se le borrará nunca”. Palabra de madre.

Alumnos del colegio Carmen Ruiz-Tilve, donde acude Ángel, mellizo de Lucía, durante el homenaje.

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