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El Guillén, el chigre de Oviedo que ha visto pasar un siglo desde la calle Rosales

El establecimiento cumple 100 años regentado por la misma saga familiar

De izquierda a derecha, Matteo Martínez, Rolando Fernández, Leticia Posada, Manuel Martínez y Luca Martínez en la puerta del Bar Guillén

Cierre los ojos y piense en el bar de su pueblo. En caso de no tenerlo, imagine un espacio amigable donde algún grupo juega la partida a ritmo de cotilleos y debates de actualidad, con el olor que escapa del guiso casero que alberga una enorme olla, en el que varios niños corren alrededor de las mesas vacías mientras sus padres les regañan y piden “otra ronda”. Esa es la esencia que el bar Guillén ha mantenido a lo largo de 100 años. Situado en la Calle Rosales, al lado del antiguo cuartel militar del Rubín (al que también dio de comer), este miércoles celebra su centenario. Se trata, si no del chigre de Oviedo más antiguo, sí, del único que ha llegado a cumplir un siglo sin cambiar de local. La orgullosa propietaria, Leticia Posada, presume de escrituras: “En Oviedo, a diciembre de 1921...”. 

La única peculiaridad no es solo la de los años y el lugar. Se trata, también, de uno de los pocos negocios familiares con ese recorrido que no ha cambiado de manos. El Guillén ha visto crecer a seis generaciones y regentarlo a cuatro. Allí, por tradición, todos colaboran. “Criarse así ha sido maravilloso y peculiar. Vives infinidad de cosas ya desde niño”, explica Leticia. Junto a su sobrino Manuel rememora una vida desarrollada entre esas paredes: hacer los deberes en el establecimiento, participar en las largas charlas con los clientes en la terraza, cuando la falta de asfaltado permitía expandirse puertas afuera, saber el horario de apertura pero cerrar a demanda de la ocasión... “Recuerdo las hogueras de San Juan, poniendo cacharros hasta las nueve de la mañana”, ilustra Manuel.

Todas esas historias comienzan en 1921. Por motivos que desconocen sus descendientes, Nieves Suárez se hace con la propiedad de una casita de dos plantas por la zona donde actualmente se encuentra el HUCA (Hospital Universitario Central de Asturias). Varios años después, le tomaron el relevo su hermano Adolfo y la esposa, Elena Muñiz. Por aquel entonces, la hija de ambos, María Dolores, había emigrado a Francia junto a su marido Manuel Posada en busca de un futuro más próspero. Sin embargo, la sangre tira y regresaron a su lugar de origen como Loli y Manolito, nuevos gerentes del bar (que durante mucho tiempo fue conocido como “bar Manolito”).  

En el 82, Manolito fallece y su mujer no contempla la profesión sin él. Lo intenta hasta el año 86 y cede el legado a la siguiente quinta: Mari Loli, Marisol, Roger Heladio y Leticia. Entre unos y otros fueron tirando del local al mando de Marisol, hasta 2009, cuando finalmente son Leticia y su marido Rolando Fernández quienes recogen el legado. Y así hasta ahora, diciembre de 2021.

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Los 100 años del Bar Guillén

A lo largo de una centuria, cambian infinidad de cosas. Llegaron las aceras, las edificaciones, los negocios que van y vienen… Pero como si fuese un milagro, el número 11 de la calle Rosales siguió manteniéndose casi como el primer día; quizá por el empeño de la familia de que también hiciera las veces de hogar. Tantas fueron las horas alrededor de la barra, que muchos de los emparejamientos surgieron allí. Y no solo es un bar casamentero, como ellos lo describen, también se crean vínculos y aficiones. Se pueden ver los logos de peñas de dardos, fútbol y diferentes asociaciones que se crearon allí. "Nuestra vida gira en torno a esto", reconoce Rolando. Todas las amistades de los dueños saben dónde encontrarlos, como dice el dicho "si la montaña no va a Mahoma...".

“Siempre se pudo vivir del negocio, incluso con otros tres bares alrededor”, explica Leticia. El único resbalón fue intentar combinarlo con una mercería, “la gente no venía buscando eso”, dicen entre risas. Tienen muy claro que es la clientela quien ha mantenido viva la llama, no es coincidencia que el lema a lo largo de las décadas haya sido "lo mejor: la amabilidad de sus clientes". Muchos de quienes están inmortalizados en el extenso álbum de fotos que muestra la trayectoria de la saga siguen acudiendo puntuales a su cita con el café, el vermú, la partida o las botellas de sidra. Por eso, la celebración de este miércoles es en su honor, y cuando no hay fechas señaladas las inventan para tener un motivo de reunión. Cada mes invitan a un pulpero profesional a cocinar en el patio; también hacen paellas, celebran el carnaval y fiestas ibicencas.

El único temor es poner fin a la trayectoria. Los pequeños Matteo, de 8 años, y Luca, de 2, sobrinos nietos de los actuales gerentes, toman su merienda sobre una de las mesas de madera mientras trastean con las imágenes de sus antepasados. Yago, de 4 años, también forma parte de la sexta generación, aunque hoy no se encontraba presente. Cuando sean un poco más mayores tendrán en sus manos el futuro del emblemático local que, quién sabe, quizá llegue a su segundo centenario.

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