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La Fábrica de Gas, una manzana contaminada

La aparición de un inversor especializado en regeneración urbana dibuja nuevas soluciones para el complejo abandonado en el corazón de Oviedo

La Fábrica de Gas, vista desde el aire. | |

La Fábrica de Gas, cerrada sobre sí misma desde que cesase su actividad en 1985, se ha mantenido al margen del desarrollo de la ciudad mientras seguía su propio camino: la ruina. EDP, la propietaria, ha intentado encontrarle una salida a los terrenos muchas veces, pero todas las iniciativas han terminado muriendo en la orilla. Diferentes asociaciones vecinales o culturales han tratado de conservar el conjunto. No se ha movido una sola piedra, pero tampoco se ha encontrado una solución. La vieja fábrica, repleta de elementos singulares cada día en peor estado sigue cerrada a la ciudad, y sus suelos, muy contaminados, complican la ecuación. Ahora, un fondo de inversión especializado en regeneración urbana, Ginkgo Advisor, se ha interesado por el recinto y parece que hay algo más que oscuridad en el futuro de la vieja fábrica que trajo por primera vez la luz a Oviedo.

Luisma Murias |

La Fábrica nació como último fruto de un experimento en un bar de la calle Cimadevilla, el Café Casín. José Ramón de Luanco, periodista y ayudante del departamento de Química de la Universidad de Oviedo creyó que se podía lograr gas para el alumbrado con la magaya de la manzana. Así fue y aquel bar se iluminó con gas. El hijo del dueño de aquel café, Rodrigo Gutiérrez, junto a José González Alegre y Claudio Polo crea en 1857 una empresa que pronto pasaría a denominarse Sociedad Popular Ovetense, instalada ya en la fábrica entre las calles Paraíso, Azcárraga y Postigo. La empresa acabaría produciendo gas a partir del carbón. Las décadas de actividad industrial fueron filtrando hidrocarburos a los suelos. No se actuó sobre los suelos contaminados ni antes del cierre ni en los años siguientes, Los terrenos se cegaron con cemento y hormigón en algunos puntos y la fábrica terminó dando la espalda a su historia y a unas labores de descontaminación que se han terminado enquistando.

Los primeros en reclamar el valor patrimonial del recinto fueron los promotores de la plataforma “Gas Ciudad”. Aquella asociación solicitó la declaración de la Fábrica como bien de interés cultural. El Principado incoó el expediente en 2001 y lo dejó caducar en 2008.

EDP, que lleva décadas intentando buscar una salidad para la fábrica, encargó un plan especial al reconocido arquitecto César Portela, que fue aprobado en 2012, un proyecto que trataba de equilibrar el aprovechamiento de los terrenos y con la conservación del patrimonio pese a que los conservacionistas acabarían poniendo el grito en el cielo años después. Sobre la fachada de la nave de la “Popular Ovetense” se proponía levantar viviendas. En total, más de 90 pisos se repartían por el complejo. Al final, el proyecto no se llevó a cabo, pero es el vigente en la actualidad en el planeamiento.

A finales del mandato del tripartito el Ayuntamiento se lanzó a la compra del recinto para conservarlo íntegramente. EDP le puso precio a la fábrica: 4,5 millones de euros. Todo estaba acordado, pero el gobierno cambió y el proyecto quedó en un cajón. Según un informe de 2016 elaborado por la empresa, los hidrocarburos y bencenos filtrados al subsuelo se extienden “por debajo del nivel freático”. Es decir, que afectan a las aguas subterráneas. A juicio de la Consejería de Medio Ambiente es “un riesgo inaceptable para la salud”. Instada por Medio Ambiente y cansada de las idas y venidas de los sucesivos gobiernos municipales, que sistemáticamente muestran un interés en comprar el recinto que se termina quedando en agua de borrajas, EDP terminó presentando un proyecto de descontaminación. Sin embargo, se dieron de bruces con otro órgano del Principado.

En este mandato, EDP volvió a dar pasos para descontaminar la fábrica. Como tantos otros antes, el equipo de Canteli coqueteó con la idea de “salvar” la Fábrica de Gas o una parte de ella. Esbozó, incluso, un proyecto para la “Popular Ovetense”, pero terminó aparcado. La empresa, entonces, planteó seguir con el plan de Portela y presentó su proyecto de descontaminación y demolición. El Ayuntamiento podría haber autorizado el plan, pero decidió lavarse las manos. Ante las críticas de la nueva asociación “Plataforma Fábrica de Gas e Ideas” decidió acudir a Patrimonio para preguntar cómo debía proceder ante el plan de derribos presentado por la EDP.

Patrimonio dice que es preciso detallar más la necesidad de una descontaminación que sus colegas de Medio Ambiente ven clara y obligatoria. Además, en contra de lo que dice la otra Consejería, tanto Patrimonio como el área municipal de Infraestructuras piden que, junto a la descontaminación, se presente un plan de urbanización. En esa tesitura de informes contradictorios y parálisis ha aparecido un actor inesperado: Ginkgo Advisor.

El fondo de inversión negocia con EDP para hacerse con la fábrica y lanzar su propio proyecto para el recinto. Especializados en descontaminación y con dinero para llevarla a cabo, pueden ser los que vuelvan devolver la luz a lugar que la trajo a la ciudad.

El gasómetro, más que un amasijo de hierros

En el plan de César Portela para los terrenos de la Fábrica de Gas, el gasómetro no pasa a manos municipales, sino que se convierte en un equipamiento de uso privado. El armazón de hierros que corona la estampa de la entrada a la ciudad desde la Ronda Sur puede ser mucho más que una escultura. De terminar quedándose con el recinto, el fondo de inversión Ginkgo, que trabaja con arquitectos contratados a través de concursos de ideas internacionales, tiene ejemplos de sobra repartidos por Europa para insuflarle nueva vida al modesto gasómetro ovetense. El armazón de hierro de la ciudad no puede reconvertirse en un gran edificio como con el que cuenta Dublín, por ejemplo, dentro de su gasómetro rehabilitado, pero sus 27 metros de diámetro permiten, sin embargo, darle otros usos. En Atenas, en el barrio de Gazi un moderno gasómetro corona un complejo en desarrollo que se convirtió –ya en 1999– en un espacio cultural y empresarial llamado Tecnópolis. Este armazón de hierros, bastante más pequeño que el de Oviedo (19 metros), es hoy un espacio de innovación para emprendedores. Un ejemplo de nueva vida para una fábrica abandonada.

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