La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Mercado laboral más allá del mercadillo

Las mujeres de la Fundación Secretariado Gitano alzan la voz contra los estereotipos y las actitudes de discriminación que sufre el colectivo

Carme Félix, Nerea torre, Vanesa Montoya, Lorena Ramírez, Nicoleta Adir, Tania Montoya y Jessica Montoya IRMA COLLIN

“Ladrona”, “sucia”, “vaga”, “maleante”... Son palabras malsonantes que han escuchado en alguna ocasión, en boca ajena, tanto ellas como sus madres, mujeres de etnia gitana. Apelativos que responden a estereotipos que es preciso erradicar, y evitar que se perpetúen. Por eso, la Fundación Secretariado Gitano de Oviedo lucha contra este tipo de discriminación mediante la realización de programas de formación, empleo y sensibilización. “Nuestra identidad cultural no nos define”, aseguran diferentes jóvenes vinculadas a la citada asociación.

Desde 2003, esta entidad sin ánimo de lucro combate con problemas como el abandono escolar, la falta de medios y la marginación que sufren familias de esta etnia. Al año llegan a atender a más de 300 personas. “Existe una idea preconcebida sobre ellos, que se asocia al chabolismo y al absentismo laboral”, explica la coordinadora, Eva Rodríguez. Y añade: “Es injusto que se les vincule con ciertos comportamientos, hablamos de una minoría estigmatizada”. En especial si se trata del género femenino, que se encuentra aun más supeditado a la lejana imagen de los ritos obligados y la sumisión. “Vivimos en un mundo patriarcal, el machismo existe en general y lo mismo sucede en la cultura gitana. Cada caso y cada familia es un mundo”, explica la trabajadora Vanesa Montoya. Tanto ella como sus compañeras piden que se abandone el imaginario común para intentar conocer a la persona que hay detrás, con la realidad que le es propia: “Resulta cansado que nos metan en el mismo saco y más si se alude a lo negativo”. 

Nerea Torres, Tania Montoya, Lorena Ramírez y Nicoleta Adir son cuatro participantes en algunas de las iniciativas para obtener formación y acceder al mundo laboral. Nerea tiene 18 años y quiere trabajar. Se inscribió en uno de los cursos y consiguió obtener varios títulos. Ahora trabaja en un restaurante, agradecida de que le hayan abierto esa puerta. Asegura que debido a la labor de este tipo de asociaciones el mundo va avanzando y gente como ella puede salir adelante, aunque queda camino por recorrer: “Escucho comentarios cargados de estereotipos como: ‘llevo el bolso lleno, parezco una gitana’”

Tania abandonó los estudios a los 16 años, aunque quiso retomarlos poco tiempo después. Descubrió Secretariado Gitano por mediación de su prima Lorena y no solo ha continuado aprendiendo, también colabora con los niños que acuden a clases de apoyo en el centro. “La profesora de valores del instituto me dijo que para qué seguir allí si mi destino era acabar en un mercadillo como todos, y al final aquí estoy. Sigo adelante para poder llegar lo más lejos posible”, cuenta orgullosa a sus 20 años. 

Nicoleta nació en Rumanía y se mudó a Oviedo a los 25 años. Ya ha pasado casi una década desde que recibió ayuda por parte de la organización para aprender el idioma y regularizar su situación, que al principio estuvo cargada de conflictos: “Tuve problemas para alquilar un piso en 2016 cuando la inquilina se dio cuenta de que era gitana. En 2006, la entidad comenzó a trabajar la prevención con familias gitanas rumanas, para ayudarles en cuestiones básicas como la vivienda, atención sanitaria o integración.  

Lorena es de San Claudio, tiene 30 años y sabe desde joven lo que es sufrir exclusión: “En mi pueblo no se meten con nosotros, pero cuando vamos a algunos supermercados nos han seguido a mí y a mi familia como si fuéramos a robar algún producto”. Conoció la fundación por medio de los servicios sociales y realizó en ella prácticas de empresa. En este momento, alza la voz para que su colectivo cobre la misma relevancia que tienen otras agrupaciones minoritarias: “No tenemos presencia”. 

Con campañas como “Lección gitana” tratan de paliar el desconocimiento que aún existe en relación con su pueblo. Ofrecen pinceladas históricas, culturales, y sobre todo, acercan a la imagen real que atesora esta comunidad en los tiempos que corren. “Es cierto que tenemos una identidad propia y códigos comunes como el respeto a los mayores, pero la vida cambia y vamos evolucionando”, asegura Vanesa. “Yo no tengo un clan, tengo una familia como todo el mundo. Cada vez que oigo esa palabra me suena fatal”, añade Lorena. Eso es lo que quieren, normalizar su identidad y acercarla a quienes deseen conocerla, eso sí, lejos de leyendas urbanas, folclore o etiquetas definitorias. 

Compartir el artículo

stats