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Así se recupera Antonio Masip, exalcalde de Oviedo y exeurodiputado, en su retiro en Montecerrao: "No necesito compañía, necesito horas"

El político socialista pasó por tres hospitales en verano y ahora trabaja para recobrar la movilidad en la pierna izquierda

Antonio Masip, en su apartamento, durante su charla con LA NUEVA ESPAÑA. Luisma Murias

Antonio Masip cambió las vistas al Naranco por las vistas al Aramo. Desde su ventana ya no ve los prunos en flor del Campo a la altura de Marqués de Santa Cruz y sí la térmica de Soto de Ribera –“Asturias no puede renunciar a su vocación industrial”, repetirá varias veces–. Desde octubre, el político socialista asturiano vive refugiado en sus cuarteles de invierno de Montecerrao, recuperándose de unos achaques que le tuvieron en danza por los hospitales de media Asturias hasta acabar en un apartamento de la residencia Ovida. Aquí se ejercita para recuperar la movilidad de la pierna izquierda mientras despliega una actividad frenética. “No necesito compañía, necesito escribir, leer y trabajar, como Camus, creo que aburrirse es de idiotas, y yo no tengo tiempo, es más, necesito más horas, como siempre”.

Los libros que se acumulan en el despacho de Masip. Luisma Murias

Antonio “no-necesito-micrófono” Masip sigue irreductible y tronante desde ese rostro donde a veces asoma la mirada pilla de un niño chico grande. Una encargada asoma con el almuerzo por la puerta y su voz resuena por todo el pasillo: “¿Qué hay de comer?”. No siempre fue así en este último calvario. Primero sufrió una caída en su casa de Oviedo al empeñarse en bajar por las escaleras desde el tercero un día que no funcionaba el ascensor. Después se fue solo a la casa de Figueras con un amigo, el amigo se puso enfermo, vino su hija a asistirle y sufrió una nueva caída. Era el 11 de agosto. La Cruz Roja se lo llevó a Jarrio y de ahí le trasladaron al San Agustín. Le intervinieron de una infección, pero la pierna no mejoraba y cada vez le dolía más. Al final llegó al HUCA y Alejandro Braña le indicó que le haría una biopsia. Esos días lo pasó mal, pensó en lo peor y en no poder dejar escritas algunas cosas todavía pendientes.

–¿Como qué?

–Tengo la ilusión, aunque no voy a lograrlo, de escribir una novela que valga algo. Escribí una de chaval, que no sé dónde está, pero ya les dije a mis hijos lo que tienen que hacer si la encuentran.

Sus hijos están aquí muy cerca del exalcalde y exdiputado, en una foto en la estantería, donde se ve a toda la familia, los hijos aún pequeños y él y Eloína, los cuatro sonrientes. En otro marco se exhibe, buena planta, el padre, Valentín Masip. También los nietos. Y en otro, incorporación de última visita, un sobrino-nieto. Pero las fotografías familiares en el apartamento donde Masip se recupera y trabaja no son nada comparado con las torres de libros y papeles. Tan solo a simple vista se distingue a Íñigo Errejón, “Con todo”, Jonás Fernández, “Volver a las raíces”, y Ricardo Labra, “El caso Clarín”. En la televisión, un programa informativo de La Sexta está a buen volumen, pero no puede competir con la voz de Masip, ni con mascarilla.

La lectura de los periódicos no la perdona. Ha pedido a los periodistas que le traigan un nacional, que LA NUEVA ESPAÑA ya la lee a primera hora en internet. También “Le Monde” y los americanos. Y los portales legales franceses que necesita para su actividad profesional. Tras cinco años jubilado, Masip, a sus 75, ha vuelto a la abogacía. Solo acepta contratos internacionales y se pelea con la legislación británica casi a diario. “Es endemoniada, me tiene loco”. Volvió a trabajar porque un amigo le pidió un favor y no quiso que nadie le acusara de intrusismo. “Nada más llegar a Oviedo me colegié”.

La hora de la comida en el apartamento de Masip en Montecerrao. Luisma Murias

Si las lecturas, los trabajos y los artículos no fueran poco, Masip también ha trasladado aquí cerca la tertulia que mantenía en Balbona. Los días que no llueve, cuando ya lo han levantado, lo suben a la silla de ruedas eléctrica y abandona el recinto para juntarse, en un bar cercano, con Nacho Quintana, Avelino Martínez y Jesús González Aparicio.

A las nueve le meten en la cama. Tiene las pastillas para dormir pero no las toma. Calcula que le puede quedar mes y medio para salir de aquí, adonde llegó después de que, despejado el peor diagnóstico posible, vio que no lo aceptaban en el Monte Naranco por no sufrir una dolencia lo suficientemente discapacitante. Ahora solo hace planes para ver si puede escaparse a algún concierto y volver a tiempo al apartamento. Y ya planea agenda para cuando acabe la rehabilitación: “Nada más salir quiero ir a ver a Noel Zapico, que está en El Berrón y me gustaría verle, sé que está peor que yo”.

La conversación sigue por todos los meandros posibles. Desde sus preocupaciones con el topónimo Oviedo/Uviéu a otros retos de la región y de la ciudad. A Masip le duele Alcoa e insiste en que Asturias no puede perder su vocación industrial, que el turismo está bien pero no puede ser solo eso. Y que la política, y la vida, en general, sufren de incultura y de deshumanización. Llega el almuerzo, pide que le calentemos el café, dos minutos, luego le toca el gimnasio. Una energía eterna recorre al abogado socialista a sus 75 años. Igual que salió del ictus de 2002 y del 2006, también ahora sigue en marcha. Masip no para. No quiere parar.

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