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Ramón Langa | Actor, representará a Alfonso II en la recreación histórica medieval que se hará en Oviedo en julio

“Que en el siglo IX a alguien se le ocurra reivindicar a Santiago Apóstol es ejemplar”

“Hice la serie ‘Blasco Ibáñez’ con Berlanga, que era un tipo sabio; fue un curso de cine, de interpretación, de sociología”

Ramón Langa, en una de sus interpretaciones.

Ramón Langa (Madrid, 1959) es un reconocido actor, de dilatada trayectoria en cine y teatro. Como doblador, Langa está vinculado a figuras como Kevin Costner o, especialmente, Bruce Willis, a quien “presta” su voz desde la década de 1980. El Ayuntamiento de Oviedo está en conversaciones con Langa para que interprete a Alfonso II en la recreación histórica que se presentará en el marco de la campaña de promoción de Oviedo como origen del Camino de Santiago.

–¿Qué supone para un actor de su trayectoria poder interpretar a Alfonso II?

–Como actor, como intérprete y persona dedicada al mundo de la cultura, cualquier personaje histórico me ha parecido muy satisfactorio, interesante y necesario. Alfonso II fue lo que fue y dedicó todo el esfuerzo que pudo a conmemorar al apóstol Santiago. Es un personaje histórico fundamental, pero además este caso resulta especial, porque además amo a Asturias, he viajado mucho por trabajo, placer y razones personales. Poder participar en algo tan bello y haciendo a uno de los personajes míticos de Asturias sería un placer, un honor y un regalo.

–¿De dónde le viene esa conexión con Asturias?

–Me viene un poco de siempre. Tengo familia en Asturias. Aunque son de Bilbao llevan muchos años viviendo allí. He trabajado y he veraneado en Asturias, ¡y hasta he tenido relaciones con asturianas! Y puedo decir que cualquiera que haya viajado a Asturias vuelve enamorado de esa tierra, pero también cualquiera que haya oído hablar a un asturiano de su tierra no puede no enamorarse de Asturias.

–Tenemos muy pocos datos, más allá de sus evidentes logros, de cómo era Alfonso II, de su personalidad y su aspecto. ¿Cómo sortea un actor esas zonas de sombra?

–Es difícil recrear un personaje histórico tan antiguo. Con personajes como Blasco Ibáñez, que interpreté a las órdenes de Luis García Berlanga en aquella serie para televisión, era más fácil: tenías imágenes reales, filmadas incluso, y podías imitar sus movimientos, su tono de voz, meterte mejor en el personaje. Lógicamente, con figuras históricas tan antiguas tienes, a lo sumo, algunas pinturas y la imagen que se da de él en los libros de historia. Desde nuestros días, es difícil juzgar los pensamientos, la entereza, la dedicación que ponía esa gente en las cosas que hacía. Hoy en día somos mucho más frívolos: esta gente dedicaba su vida a un ideal.

–No existía el ocio, tal y como lo entendemos.

–Ellos tenían ocio a su manera. Parece ser que Alfonso II no, porque era “el Casto” y lo era por algo (risas). Pero anteponían las cuestiones morales, la obligación, el deber, el honor. Cosas que hoy en día, salvo honrosísimas excepciones, están un poco aparcadas.

–Eso es algo que no vemos hoy en día en nuestros dirigentes.

–No, no lo vemos en absoluto. Para la gente de aquella época, lo primero y primordial era defenderse de las invasiones exteriores, de otra gente que quería tirar abajo sus modos de vida, que los tenían perfectamente articulados. Pero también tenían capacidad para pensar en el crecimiento: que en el siglo IX a alguien se le ocurra algo como reivindicar a Santiago Apóstol es ejemplar, sobre todo cuando le dedicas una catedral, que no lo haces por tu ego o para publicitarte, sino porque crees firmemente en ello. Cuando la gente cree firmemente en algo se puede equivocar, pero ya merece un respeto. Hoy ocurre todo lo contrario: salvo honrosísimas excepciones, el político de turno no piensa en el bien común.

–Mencionaba antes a Berlanga, del que se cumplió hace unos meses el centenario de su nacimiento. ¿Cómo fue trabajar con él?

–Fue el centenario, sí, y además acabamos de hacer un documental muy bonito en el que hemos trabajado muchos que le conocimos. “Blasco Ibáñez” fueron casi cinco meses de rodaje, a doce horas diarias. Fue un curso constante de cine, de interpretación, de sociología… Berlanga era un sabio, pero era además el típico sabio que, como decía Pemán, tenía ese encanto de las rosas que, siendo hermosas, no conocen que lo son.

–Usted ha trabajado también mucho en el ámbito del doblaje, donde tenemos una gran tradición.

–Sí. Yo empecé con veinte añitos en el cine y el teatro, hace ya cuarenta y dos años, que han sido años llenitos de cosas, pero pasé muchos años en el doblaje y era una gran escuela de interpretación, aunque solo fuera con fijarte un poquito en los actores. Pero en el doblaje hoy en día no pasa como en mi época: cuando empecé todavía estaban todos los grandes, gente que interpretaba con una autoridad –en el sentido de convencer, no de ser autoritario–, que se ha perdido un poco. Haz la prueba: salvo excepciones, la gran mayoría de las cosas que ves ahora, date la vuelta y, sin mirar la pantalla, dime quién está hablando. Yo te digo que, de nuevo salvo excepciones, todo se habla igual, todos con el mismo tono.

–Pienso en los doblajes de ahora en muchas cadenas de streaming, que parecen hechos a la carrera, doblajes planos, sin matices.

–Sí, y te agradezco esa reflexión, porque eso está pasando y yo me quejo mucho. Hay un rollo, una historia, que llaman “la onda”: “tiene que sonar la misma onda”. Solo van a que la onda esté en el nivel en el que tenga que estar y se desatiende la interpretación. Cuando yo empecé, si algo se había quedado corto o largo se arreglaba el montaje porque estaba tan bien dicho que no se tocaba, primaba la interpretación. Ahora prima la onda, y suena todo exactamente igual. Yo ya no hago nada de doblaje salvo a Bruce Willis y lo hago encantado y lo seguiré haciendo mientras me inviten. Y cuando me dicen eso de que “es que la onda” yo respondo: “Mire, me va a perdonar pero el tipo ha dicho “I will kill you” y yo digo “te voy a matar”. Tengo que seguir siendo fiel al actor que yo estoy doblando. No sabemos movernos en nuestro propio oficio, ahora parece cosa de funcionarios, no de artistas.

–¿Cuál fue la primera vez que dobló a Bruce Willis?

–Lo doblo desde aquella serie de los ochenta, “Luz de Luna”, y lo he doblado en todas sus películas salvo en un par: “Cita a ciegas” y “La muerte os sienta tan bien”. Son las únicas que no he doblado, y fue porque estaba fuera de España, rodando.

–¿No le gustaría compartir plano con Willis?

–¡Lo estoy deseando! Es algo que tengo ahí. Me ha mandado un par de telegramas agradeciendo el doblaje que le hago, y sé que conoce mi trabajo y que está deseando conocerme en persona, lo sé por gente que conocemos ambos y que me lo dice. Y yo les digo: “En Madrid no, que me llame y hacemos una película juntos en Hollywood”. Lo que pasa es que en la película yo tendría que hacer de mudo, porque cuando venga la versión española yo tengo que doblarle a él, y a mí no me dobla nadie. Ni de coña.

–Para terminar, dígame cuáles son los papeles que más le han marcado o con los que más ha disfrutado, en los diferentes medios.

–En el cine hay varios que me han entusiasmado. “Yoyes” de Helena Taberna, por la que fui nominado como mejor actor en el Festival del Cine Vasco, y el “Blasco Ibáñez” de Berlanga, un trabajo importantísimo. En teatro, hay un papel maravilloso en “Pregúntame por qué bebo”, un alcohólico en un bar. Y en doblaje, he hecho tantos… De Willis me gustan mucho “El último boy scout” y “Sin City”, y también me gusta “Bailando con lobos”, una de las nueve películas en las que doblé a Kevin Costner.

–¿Y en qué película le hubiera gustado salir?

–“Los santos inocentes”, desde luego, porque además Mario Camus fue un gran amigo y un maestro. Hice siete películas con Camus, me llamaba siempre que hacía algo. Un maestro, Camus, un hombre muy culto, muy fino, muy refinado, gran aficionado a la poesía. Con él aprendí mucho, no solo del cine sino de la vida. Me hubiera encantado salir en esa película, porque además es redonda. Si se hubiera hecho en EE UU tendría veinte “Oscar”.

–Me recuerda lo que decía un profesor ovetense, Juan Fernández-Tresguerres, a propósito de “La vida en un hilo”, de Neville: “Si se hubiese rodado en Hollywood, con actores americanos, hoy sería un clásico y estaría en todas las filmotecas del mundo”.

–Tal cual. Pero también te digo que tendría que haberse rodado donde fuera, pero con los actores con los que se rodó: donde veo a Paco Rabal no veo a Robert de Niro, donde veo a Juan Diego no veo a Willem Defoe… todo el reparto. Es una película redonda, la mires por donde la mires, una obra de arte. Tiene que verla todo aquel que estudie cine y que quiera ser cineasta o actor. Tenían que haberla llevado a los “Oscar” de aquel año representando a España (se seleccionó “Sesión continua”, de Garci).

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