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Patricia Simón | | Periodista, presenta “Miedo”, hoy a las 19.00 horas, en el Club Prensa Asturiana

“Hago un alegato del valor revolucionario de la alegría, el amor y la democracia”

“Yo tengo miedo al creciente silencio que se instaura en una sociedad que le teme a hablar y a discrepar”

Patricia Simón. | Elvira Megías

Patricia Simón (Estepona, 1983), presenta “Miedo” (Debate), hoy, a las 19.00 horas, en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA. El libro se centra en los temores que la pandemia ha agudizado, acelerando el cambio de era, y analiza cuestiones como la crisis del neoliberalismo, el cambio climático, la desigualdad, los éxodos migratorios, la robotización del mercado laboral y el aumento del desempleo crónico, el encarecimiento de la vivienda, la crisis demográfica o la privatización de los servicios públicos.–¿A que tiene usted miedo?–Al creciente silencio que la crispación y la polarización están instaurando en la sociedad. Cada vez tenemos más dificultades para hablar sobre lo que nos preocupa e interesa con nuestros familiares, amistades y compañeros de trabajo por el temor a herir suceptibilidades, a que el debate desemboque en una discusión, y a que la discrepancia derive en la pérdida de esa relación.

–¿Qué pinta el periodismo en todo este embrollo?

–El periodismo tiene que contribuir a reconstruir el diálogo público desde el respeto a la pluralidad de ideas y recuperar el disenso como parte gozosa de la confrontación de ideas. Este libro nace para conjurar este miedo, para abrir el melón de poder volver a hablar sobre lo que nos preocupa.

–Por lo que dice, reina el miedo a relacionarnos de forma real con los demás.

–Hay cuatro miedos que están siendo azuzados e instrumentalizados por la ultraderecha para enfrentarnos y debilitarnos: el miedo a los “otros”, el miedo a la pobreza, el miedo a la soledad y el miedo a la muerte. No vamos a entender los resultados de la ultraderecha en España y en muchos otros países si no atendemos a cómo nos están robando la vida a base de meternos miedo.

–Esa sensación de desesperanza se extiende...

–La sensación de derrota en la que vivimos instaurados es muy útil a los reaccionarios y a los populistas. Pero a través de las historias de las personas que voy contando a lo largo de los capítulos descubrimos que hay todo un mundo en rebeldía, construyendo justicia y dignidad, que es capaz de sobreponerse a todo tipo de obstáculos. Son personas anónimas, con las que nos podemos sentir muy identificados, pero que hacen cosas extraordinarias. Este libro es un alegato del valor revolucionario de la alegría como valor ético, del amor como prisma desde el que relacionarnos con los demás, y de la democracia representativa como el mejor sistema posible.

–¿El miedo alimenta el odio?

–El miedo es un mecanismo muy eficaz de control porque nos vuelve desconfiados, paranoicos, individualistas y egoístas. Como mecanismo de supervivencia que es, nos pone a la defensiva de quien identificamos como enemigos. El miedo es la puerta al odio, que es la antesala de la violencia, como muestro en el libro en tantos sitios que he visitado.

–¿Vivimos en una sociedad atemorizada?

–Vivimos en una de las sociedades con una tasa de criminalidad más baja del mundo y con la industria más importante de cámaras de vigilancia privada. Se ha generado interesadamente una sensación de peligro porque así estamos buscando entre quienes nos rodean a los responsables de tanta pobreza, tanto cansancio de pedalear por seguir sobreviviendo sin horizonte de mejora, en lugar de identificar a quienes cada vez concentran más riqueza. Es normal que haya tanto miedo porque la incertidumbre, la complejidad y los grandes retos de este mundo dan miedo. Lo interesante es que tenemos pistas sobre cuáles son las salidas: más democracia, más Estado del bienestar, más derechos y libertades y menos desigualdad.

–¿La pobreza es el gran problema?

–El principal problema es la falta de perspectiva de mejora. La democracia no funciona sin esperanza, sin oportunidades para labrarte una vida bonita, digna y alegre. Una sociedad que va a peor, día tras día, desde al menos, 2008, está abocada a la apatía.

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