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Antonio Arias Cantante de “Lagartija Nick”, que inaugura este viernes SACO

“‘Lagartija Nick’ somos las ‘Misiones pedagógicas’ de nuestro tiempo”

“Trabajar sobre la generación del 27 nos permite pensar qué hubiera pasado en la cultura española de no mediar la guerra”

Antonio Arias. Rafael Alcaide / Efe

Antonio Arias (Granada, 1965) es el fundador, cantante y bajista de “Lagartija Nick”, banda emblema del rock alternativo en España. Este viernes, la formación presenta en el Campoamor (20.00 horas) su “Homenaje a la generación del 27”, un cine-concierto que inaugurará la octava edición de la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO).

–Siempre es un buen momento para reivindicar a la generación del 27.

–Claro. Coincide además que desde hace unos años estamos preparando la edición de nuestro trabajo sobre Buñuel, “El perro andaluz”. Es una faceta muy desconocida de su obra, pero es uno de los más grandes poetas surrealistas de todos los tiempos. Por eso, nos apasiona la posibilidad de trabajar sobre los poemas de Buñuel, anteriores a su cine, y que nos permite conectar de nuevo con Val del Omar y Lorca, dos figuras potentísimas de ese tiempo en Granada y, en el caso de Lorca, mundial. Acercarnos a esa generación es apasionante y también un acto de justicia, nos hace reflexionar sobre qué hubiera pasado de no mediar una ruptura como fue la guerra y el aniquilamiento de esas corrientes culturales en España. Y resulta además muy estimulante ya que estamos prácticamente un siglo después, conectando musicalmente el proyecto con las corrientes poéticas y musicales de los años veinte del siglo pasado.

–Justo este año, en junio, es el centenario del concurso de Cante Jondo de Granada.

–Exactamente. Fue principalmente fruto de una visión de Lorca y Manuel de Falla, que creían que el flamenco estaba pervertido y buscaban las voces más arcanas, de ahí que ganara “el Tenazas” (apodo por el que se conocía al cantaor Diego Bermúdez Cala) y un Manolo Caracol niño, también porque parecer ser que el padre de Manolo Caracol emborrachó al “Tenazas” el último día. Pero digamos que en el 22 se quiere recuperar un flamenco más soñado que real, porque el flamenco no es solo una experiencia trágica, no son solo los sonidos de la naturaleza. Se va adaptando a los cambios y sin embargo se quiere buscar la pureza a algo que ya está muy mezclado. En esa posición del flamenco estamos nosotros, más por el flamenco vivido que por el flamenco virgen.

–¿Cómo es posible que se diese esa reunión de talentos en un momento tan concreto?

–Creo que, primero, por la mirada que tenían todos ellos y por su responsabilidad sobre los actos culturales del presente. Creo que hacen una función importante no solo de recoger los cambios que planteaban corrientes que venían de fuera, como los ultraístas, sino que era generadores, una nueva transmisión de voces que se instalan con una personalidad tremenda. No son solo herederos de esas corrientes, sino grandes portavoces de la transformación. En nuestro proyecto atendemos a esa potente interrelación que lograban entre cine, poesía y experiencias performativas, también atendemos a la herencia que nos legaron estos personajes, que son siempre un tronco firme sobre el que poder experimentar. Lo hicimos ya con la poesía de Lorca en “Omega”, donde buscamos por dentro de su arte y por fuera de su época.

"Lagartija Nick", durante una función previa de "Homenaje a la generación del 27"

–¿Cómo es volver a “Omega” e integrarlo en este proyecto?

–Como estamos hablando de coger estos proyectos como algo absolutamente conceptual, por primera vez podemos hermanarlos, y que dialoguen, con el que dedicamos a Val del Omar. Al intercalar los textos, vemos que la música mecánica de “Val del Omar” funciona muy bien con la voz descarnada y el ruido de la ciudad de “Poeta en Nueva York”, y también en la relación de ambos con el surrealismo más visionario, que es el de Buñuel.

–Val del Omar resulta vanguardista incluso visto hoy, ¿no cree?

–Claro. Es un cineasta a otro nivel distinto del de Buñuel. No es solo que su cine refleje esa mística mecánica y humanista, además es un enorme compositor de música concreta. No hay más que ver cómo transforma a Falla: lo ralentiza, luego lo acelera... Crea una obra breve pero infinitamente duradera. Y genera siempre esa vehemencia en su defensa: cuando se descubre a Val del Omar, se es para siempre valdelomariano.

–¿Cuándo cree que Buñuel es más Buñuel: en esa primera etapa plenamente surrealista, en su etapa mexicana...?

–Esa es una cuestión pertinente. Nosotros mismos, a la hora de abordar el proyecto, abordamos Buñuel por entero. Pero como el poemario, que es el cuerpo principal, lo desarrolla entre los primeros años veinte y mediados de los treinta, nos hemos concentrado en esas dos grandes películas que son “Un perro andaluz” y “La edad de oro”. Eso nos permite concentrarnos en una época determinada. Creo que se nos escaparía un poco si lo hiciéramos de otra manera: al acercarnos a su obra no podemos alejarnos en su infinitud. Y luego él nunca abandona esos componentes surrealistas, por eso antes de volvernos locos e intentar contener toda su extensión como artista nos centramos en esa época surrealista, y así podremos titular el disco “El perro andaluz”, como su poemario, y haciendo también un guiño a “Un perro andaluz” y a esa, se supone, crítica velada a Lorca, magnificándola: los perros andaluces somos nosotros.

–Toda esa generación tenía una especial inclinación por recorrer la España profunda, en un momento en el que realmente había una España profunda, ¿no?

–Sí, es esa imagen de las “Misiones pedagógicas” atravesando los caminos, yendo a los pueblos y enseñando a la gente por primera vez el cine. Creo que también hay un acto de justicia cuando te acercas a esos personajes, porque no pueden desaparecer. No es una visión paternalista de llevar simplemente el arte a los lugareños: Val del Omar quiere integrarlos, como se ve en sus reportajes fotográficos, con la gente asombrada ante las películas. Y luego el volvía de un año para otro y les ponía las películas de ellos, y la gente alucinaba. Creo que era un acto de acercamiento a través del arte, también para que ellos se conocieran a sí mismos. Con Buñuel y “Las Hurdes” tenemos otra visión, infinitamente más cruel. Pero Val del Omar iba a los pueblos yendo también a lo tradicional de los pueblos, y sumando esa música. Y al mismo tiempo, te llevas también la cultura de esa gente: eso en Val del Omar es muy evidente.

Val del Omar crea una obra breve pero infinitamente duradera, y genera siempre esa vehemencia en su defensa: cuando se descubre a Val del Omar, se es para siempre valdelomariano

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–Da la sensación de que “Lagartija Nick” se hubiera sentido muy a gusto en esas “Misiones pedagógicas”.

–(risas) Esa es la mejor manera de explicar cuál es nuestra posición como grupo en la escena actual: representamos a las “Misiones pedagógicas” de estos días. Me encanta la idea, nos hemos tirado muchísimo tiempo pero completa nuestra posición en el arte: que unas cosas nos lleven a otras, que nos hermanemos unos y otros en la nueva voz de esa misma experiencia. Somos unas misiones pedagógicas.

–Aunque se reivindica mucho a la generación del 27, a esa otra generación paralela, la de los humoristas, se la ha orillado más. ¿Acaso sea por su integración en el régimen tras la Guerra Civil?

–Es un grupo muy interesante. Jardiel, Gómez de la Serna... con Ramón siempre queda esa cuestión de por qué no abrazó el surrealismo, si fue porque no pudo, porque no supo, porque como Jardiel prefería no mezclarse y buscar una nueva vía y una nueva pureza. Siempre hubo un acto de injusticia con ellos, porque simplemente se trataba de clasificarlos según se habían quedado o marchado. Le ocurre a Val del Omar: se queda en España y queda cuestionado, daba cierta vergüenza reivindicarlo aunque había estado en las “Misiones pedagógicas” y tenía una responsabilidad tremenda. Él se quedó porque no pudo salir con toda su familia, pero a nosotros mismos hubo quien nos dijo, cuando sacamos “Val del Omar”, que deberíamos cuestionar su figura. Hay gente que simplemente no tiene esa oportunidad o no tiene la capacidad económica para irse, como por ejemplo sí la tuvo Buñuel.

–¿Falta un poco de empatía a la hora de analizar esa época?

–Claro. Nos sentimos más cercanos a los que sí pudieron salir. Pero me quedo con la idea de la necesidad de acercarnos a esas figuras, como Ramón Gómez de la Serna, y hacerle un acto de justicia a una figura tan potente. Falta justicia para ellos y también para los movimientos femeninos de aquella época.

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