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La I+D que emerge en Oviedo

Una veintena de compañías radicadas en el municipio recibieron 1,14 millones en ayudas del IDEPA el año pasado para dar impulso a sus proyectos innovadores

Cristina Monteserín y Sergio Álvarez, con el sistema Flexigrobots. Fernando Rodríguez

Juan Partearroyo abre con la ayuda de una llave una de las puertas del sótano de su empresa, alojada en un barrio de Oviedo y a la que ha bautizado como Llool, que viene a ser algo así como una traducción del famoso número “pi” al lenguaje binario. Dentro de la habitación se esconden tres filas de servidores informáticos, que levantan unos dos metros del suelo. Estos equipos albergan los datos de fundaciones, universidades españolas y gobiernos provinciales. Todo está envuelto en unas grandes medidas de seguridad. Se necesitan claves para acceder. Todas las puertas están cerradas con llave. Hay pinturas especiales en el suelo para evitar incendios, y un sistema de ventilación que impide que los equipos se estropeen por sobrecalentamiento. Lo suyo es un negocio singular, que ni siquiera tiene un cartel a la puerta, por razones de seguridad (otra más), pero que también abraza con gusto a la innovación. Entre manos andan con un proyecto, junto con otra compañía de la capital asturiana, Arpa, para crear un sistema de asistencia virtual para los habitantes de lo que ahora se llama –gracias al cuño del escritor Sergio del Molino– la España vacía.

Elena Vázquez, en una de las salas de Llool. José Luis Salinas

El suyo es un claro ejemplo de la I+D que va emergiendo en la capital asturiana y que demuestra que el tejido económico carbayón se trenza en torno a algo más que los servicios y la Administración. La materia gris también fluye. Solo durante el año pasado hubo una veintena de compañías ovetenses que recibieron una ayuda al Instituto de Desarrollo Económico del Principado (IDEPA) –ahora en manos de la Consejería de Ciencia e Innovación– para impulsar sus proyectos innovadores. Son, por hacer una comparación, el doble de las que la recibieron en Siero (10) o en Llanera (10), dos concejos con una elevada población empresarial. Entrando más al detalle aún, las compañías de Oviedo recibieron 1,14 millones de euros para que su I+D emerja.

Juan Partearroyo, trabajando en uno de los servidores de su empresa. Fernando Rodríguez

Llool, la compañía que abre este reportaje, se fundó en 2006 como una cooperativa informática. Los años van pasando, pero no pierden su carácter de empresa familiar. “Ahora hacemos copias de seguridad en la nube, temas de virtualización, también ofrecemos alojamiento y ciberseguridad”, señala Partearroyo, fundador de la compañía. Luchan contra los delincuentes de la red que, durante los últimos años, se han multiplicado de manera brutal. Lo que tienen en el sótano, bajo las estrictas medidas de seguridad antes descritas, lo llaman granjas de servidores. Pero, allí abajo, lo que se cuida son los datos sensibles –en muchos casos– de multitud de clientes. “Nos hemos especializado en las administraciones públicas, diputaciones, tenemos contratos con universidades, museos, con fundaciones…”, asegura Elena Vázquez, directiva de la Llool.

Un operario de Ogensa, con el sistema de realidad aumentada para controlar la obra. Fernando Rodríguez

Las grandes empresas asentadas en el concejo también tiran del carro de la innovación. Un ejemplo es Seresco y que presume de tener una actividad innovadora febril. “Nosotros en 2015 hicimos un proyecto europeo (del conocido plan de ayudas del Horizonte 2020) y entramos en el mundo agro creando un espacio en el que los agricultores pudieran compartir sus datos, y llevamos desde entonces trabajando en ese sentido, intentando hacer el campo más competitivo”, destaca Cristina Monteserín, responsable de innovación agrícola en la compañía ovetense. El producto ha evolucionado y el campo de actuación también. “Ahora tenemos un proyecto internacional, financiado por el CDTI y que se desarrolla bilateralmente entre España y Egipto, que se llama Zip Olive, y que tiene como objetivo controlar las enfermedades en los olivos españoles y el control de plagas en los egipcios, es una iniciativa que se está poniendo como ejemplo en exposiciones internacionales”, resalta el investigador Sergio Álvarez. Y añade: “Tenemos otro a nivel regional para, usando robótica, sensórica y técnicas de visión, detectar prematuramente las plagas de pulgón en las plantas de la faba, estamos trabajando con el Serida y con Idonial”. Aún queda uno más, bautizado como Flexigrobots y que se están aplicando con éxito en las instalaciones de bodegas Terras Gauda, en la vecina Galicia. “Es un proyecto europeo para controlar diferentes tipos de robots, de drones, de tractores autónomos”, explica Álvarez, “el gran caso de uso es que el dron va volando y detecta zonas de riesgo donde puede haber botritis (una especie de hongo) y envía a los robots a inspeccionar y un brazo robótico aplica el tratamiento únicamente al racimo de uvas afectado”. En el proyecto colabora el CSIC y la Universidad de Wageningen, de Holanda.

Una promoción de los Álamos, vista con el proyecto que desarrolla la empresa.

Otra de las grandes que está volcada con la innovación es la energética EDP Renovables. La compañía asegura que “junto a la asturiana SVMAC estamos llevando a cabo un proyecto (llamado VASD) para el desarrollo de un vehículo autónomo que automatice las tareas de siega y desbroce en plantas fotovoltaicas de gran escala”.

Sobre los pilares de la I+D ovetense se apoya también un sector –hasta ahora– poco dado a la innovación como el de la construcción y promoción inmobiliaria. Dos compañías ovetenses –Los Álamos y Ogensa– trabajan en proyectos con similitudes, pero con alguna variación. Armando Sirgo, jefe del departamento de sistemas de información y calidad en Los Álamos, explica que ya en 2016 la compañía puso en marcha una iniciativa que tenía como objetivo que “nuestros clientes dejaran de comprar sobre plano para empezar a comprar a través de una experiencia inmersiva”. Primero probaron con la realidad virtual –a través de unas gafas–; luego se mudaron a una aplicación de móvil, y ahora han decidido volcar esta experiencia inmersiva directamente a la web. Sin la barrera de unas gafas o de un móvil. “El piloto que estamos desarrollando permite visualizar de forma inmersiva una promoción de viviendas y realizar visitas virtuales, previa a su construcción”, explica Sirgo.

En Ogensa, por su parte, están llevando a cabo también un proyecto de realidad aumentada que aplican al proceso de ejecución de las obras. Podrán, mediante esta tecnología, automatizar buena parte de los trabajos previos. “Lo que se plantea es automatizar las tareas de medición, de posicionamiento, la alineación o la nivelación (asuntos capitales en cualquier obra)”, según apunta el responsable del sistema integrado de gestión de la compañía, Joaquín Prieto Cima. Todo esto permite minimizar los posibles errores; incrementar la seguridad y mejorar los plazos de entrega, enumera la empresa.

Imagen del último videojuego lanzado por Meteorbyte.

Como cierre, le toca el protagonismo a otro sector joven y nativo digital, el de la creación de videojuegos. Phil García es el responsable de Meteorbyte, una compañía acunada en el Talud de La Ería y que acaba de lanzar al mercado su sexto videojuego (Ignited Steel), aunque en esta ocasión lo han coproducido junto a un equipo de jóvenes programadores llamado Yokaide. En el juego gigantes luchan entre ellos en un tablero y se mueven, por turnos, de una forma similar a una partida de ajedrez. La empresa –que tiene 6 empleados– está preparando otro juego propio. “Es uno de carreras de coches que se juega por turnos, con cartas. Es superoriginal”, sostiene. Hace unos meses hicieron un “Kickstart” (una recolecta para poder poner en marcha el proyecto) y recaudaron 11.000 euros, lo que les da alas para seguir con su desarrollo. Su industria es muy variable. “Con un juego te da para pagar tres que no salen tan bien”, reconoce García.

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