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“Asfixia”, poesía y cine unidos a batazos

Carlos Barral y Asur Fuente presentan su corto experimental engarzado en un montaje performativo inmersivo

Asistentes a la instalación rodean al hombre de la máscara de gas, en uno de los pases de ayer. | Fernando Rodríguez

Humo mucho humo. Salas en ruinas. Un siniestro personaje oculto tras una máscara antigás. Un “fotoúd” (o sea un ataúd para ser usado como atrezzo para hacerse una foto). Paraguas tazas de váter espejos. Una bandera blanca que añora ondear en el puerto de Battiato. Un bate de béisbol. El deseo de agarrar un bate de béisbol y golpear algo, a ser posible la jeta de Vladímir Putin o en su defecto algo inane y perverso como la cabeza del oso ruso. Todos estos elementos (salvo Putin por fortuna) han tomado el Museo de Feas Artes de la calle de San Antonio, han colonizado uno de sus pisos en vibrante integración con sus habitaciones arruinadas dentro del proyecto inmersivo “Asfixia a SACO” enmarcado en el programa de la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO). El núcleo de la propuesta es “Asfixia”, un corto experimental dirigido por Asur Fuente y estructurado en torno a los poemas de Carlos Barral que es además el intérprete central de la película. La propuesta expositiva extrae, de hecho, elementos clave del filme proponiendo al visitante/espectador una experiencia inmersiva guiada precisamente por esa inquietante figura de la máscara de gas que después anidará en las imágenes de la película. “Asfixia a SACO” se presentó ayer en dos pases (tres contando una presentación previa para los medios) para el que se habían agotado días antes las reservas. A todos esos animosos espectadores los esperaba a las puertas del Museo de Feas Artes el embozado mudo guía por la salas en las que se deconstruía la película invitándoles a mirarse en los espejos a entrar en el “fotoúd” y hacerse una foto (o un socorrido selfie al que pocos se resistían) a blandir finalmente el bate de béisbol y sacudirle bien fuerte a una bolsa que quería ser piñata.

La etapa final era la proyección de “Asfixia”. A través de un juego de contrastes, alternando las imágenes agresivas, provocadoras, con otras que invitan a la calma, “Asfixia” persigue cierta estética de las ruinas y va interpelando al espectador en la búsqueda de una paz interior, que es la única paz a la que se puede aspirar visto lo visto, y que solo llegará a través del conocimiento personal, de aceptarse a uno mismo. Al público le gustó, aplaudió a rabiar y celebró una propuesta que, de nuevo, ensancha los límites de este SACO que no hace más que crecer y crecer.

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