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Julián Barrio | Arzobispo de Santiago, pregonero de la Semana Santa de Oviedo

“El año santo sería un evento más si perdiera su carácter espiritual”

“La vivencia del misterio pascual es idéntica en todas las tierras de España, a pesar de sus distintas expresiones”

El zamorano Julián Barrio, arzobispo de Santiago.

Julián Barrio Barrio (Manganeses de la Polvorosa, Zamora; 1946), arzobispo de Santiago de Compostela desde 1996, leerá el pregón pascual de la Semana Santa de Oviedo, el sábado 2 de abril, a las 17.00 horas, en la Catedral. Al invitarle, la Junta de Hermandades y Cofradías de Oviedo ha querido estrechar lazos entre las dos ciudades en el segundo año de este Xacobeo y visibilizar su estrecha vinculación histórica.

–Vuelven las procesiones y las celebraciones de Semana Santa recobran la normalidad tras el paréntesis del covid. ¿La fe se vive mejor si se comparte?

–Sin duda. Estamos llamados a vivirla fraternal y solidariamente, no solitariamente. Hay que recordar que si uno quiere ir de prisa en los diferentes ámbitos de la vida, tal vez deba ir solo; pero si lo que quiere es llegar lejos, debe ir acompañado. Esta dimensión comunitaria es esencial en la vivencia de la fe. Cuando Jesús instituye la Iglesia, lo hace en ese ámbito del grupo de los discípulos que Él ha llamado para que le acompañen en la difusión de la Buena Noticia. No debemos recluir este tesoro del Evangelio en uno mismo: tenemos la misión de ofrecérselo a la sociedad como un valor que sirva al bien común. En este sentido, las expresiones populares de fe en la Semana Santa resumen muy certeramente cómo la fe ha servido, a lo largo de la historia, para enriquecer la cultura y la tradición de nuestros pueblos y ciudades.

–¿Qué mensaje transmitirá a los cofrades y a los fieles en su pregón de la Semana Santa de Oviedo? ¿Ya lo ha pensado?

–En el año santo compostelano pedimos que resuene la esperanza según la oración que Dante puso en boca de Beatriz dirigida al apóstol Santiago. Este es el mensaje que quisiera trasmitir: la alegría de la esperanza para agradecer el pasado, vivir responsablemente el presente y mirar con confianza al futuro. Ojalá acertara a decirles que deben calzarse las sandalias de la esperanza en estos momentos. Alegría y esperanza son un don de Dios y así lo reconocemos cuando reflexionamos sincera y honestamente sobre nuestras capacidades y nuestras limitaciones. La Cuaresma, y su culminación, que es la Semana Santa con el triduo pascual, es un tiempo de gracia, unas semanas para reconocernos vulnerables y necesitados de salvación. Solos no podemos nada. En comunidad, en la Iglesia, y con plena confianza en Cristo Jesús, lo podemos todo. A pesar de la dureza de estos momentos que estamos viviendo, la esperanza de Dios no nos defrauda.

–¿Conoce la Semana Santa de Oviedo? ¿Se parece a la de Santiago?

–No tanto como desearía. No puedo comparar ambas manifestaciones de esa religiosidad popular. Pero en todo caso el pregón de la Semana Santa es recordar que Cristo sufrió la pasión, murió y resucitó por nuestra salvación. Más allá de nuestras prisas no debemos olvidar que adónde tenemos que llegar es a nosotros mismos para contemplar los misterios dolorosos y gloriosos de Cristo de manera especial en estos días, siendo fieles a nuestro compromiso cristiano. Percibimos que la vivencia de este misterio pascual es idéntica en todas las tierras de España, a pesar de sus diferentes expresiones. La sobriedad que caracteriza a las procesiones del norte de la Península no es incompatible con el bullicio respetuoso del Sur: son manifestaciones complementarias de la misma fe que hemos heredado de la predicación del apóstol Santiago.

–Santiago y Oviedo, inicio y fin del Camino Primitivo. ¿Cómo pueden colaborar ambas ciudades y sus diócesis?

–Estoy convencido de que todas las diócesis por las que discurren los distintos caminos de Santiago tenemos una misma meta pastoral: salir al encuentro de los peregrinos, ofreciéndoles nuestra acogida y hospitalidad; acompañándolos y sintiéndonos acompañados por ellos; escuchándolos para saber cuáles son sus preguntas y poder ofrecerles respuestas en esa actitud de búsqueda con la que el peregrino hace el camino. No olvidemos que el Camino es una ruta para el espíritu que no se resigna a asfixiarse bajo la inmanencia. El hecho de que en todas las diócesis por las que transcurre la peregrinación jacobea existan voluntarios que trabajan en la acogida de los peregrinos es la evidencia de que vamos en la misma dirección: preservar la identidad cristiana del Camino e ir preparando a los peregrinos para su encuentro con el Apóstol en el Pórtico de la Gloria, que no es sino el encuentro y el abrazo renovador de Cristo resucitado.

–¿Qué balance hace de estos dos años de Xacobeo?

–Dentro de la situación de la pandemia y ahora de la guerra en Ucrania, los peregrinos siguen viniendo, en un número menor del que cabría esperar. Seguro que en este año a partir de Semana Santa la afluencia será mayor. Sí que se percibe que los peregrinos vienen con la conciencia de haber salido de su tierra y sabiendo que el apóstol Santiago los espera, tratando de echar raíces en el suelo firme de lo sagrado en medio de la crisis antropológica, religiosa y cultural en que nos encontramos. La catedral compostelana, Casa del Señor Santiago como solemos decir, sigue siendo ámbito privilegiado de conversión y “perdonanza”. La gracia y el perdón de Dios continúan siendo la seña de identidad del Camino. El año santo compostelano sería un evento más en la sucesión de los años, si perdiera su carácter espiritual. El Camino se convertiría en una realidad inerte si el corazón de los peregrinos no se dejase acariciar por la mano de Dios. Soy consciente de que estas realidades son intangibles, pero hay que recordar lo que decía el profeta Isaías: “Yo te llevo grabada como un tatuaje en mis manos” (Is. 49,16). En las llagas gloriosas del Señor están todos los nombres.

–Presidió el funeral de las víctimas del naufragio en Terranova del “Villa de Pitanxo”. ¿Cómo dar consuelo a unas familias dolidas por la pérdida y decepcionadas por la demora en la búsqueda de los cuerpos?

–No son momentos fáciles por las circunstancias que están viviendo las familias. Fácilmente se nos olvida que el ser humano debe convivir con la tragedia que rompe siempre nuestra lógica. La naturaleza nos gana el pulso muchas veces. Por eso toda previsión de seguridad humana siempre será poca. Con la certeza de la resurrección del Señor he buscado enjugar sus lágrimas y aliviar su dolor, acompañando sencilla y afectuosamente su silencio en oración y con fraternidad. En la meta de nuestra peregrinación terrena nos espera Cristo resucitado, vida definitiva para los que han muerto y consuelo para los que todavía peregrinan en este mundo. Este consuelo en nombre de Dios Padre, que encuentra un pálido reflejo en esta presencia nuestra a su lado, nos sitúa en el umbral del dolor y del sufrimiento. Ahí pisamos ese terreno sagrado en el que los pies han de descalzarse para unirse al que llora y sufre en la oración y el silencio, permaneciendo en la fe, que no es la quietud de un fervor individualista, sino el hacernos prójimos de todos los que hoy están clamando “recoge mis lágrimas en tu odre, oh Dios mío, mis fatigas en tu libro” (Sal. 56, 9).

–Ángel Gabilondo quiere que la Iglesia esté en la comisión que investigará los casos de abusos y pederastia. ¿Está de acuerdo?

–Sabemos que la comunidad política y la Iglesia son entre sí independientes y autónomas en su propio campo, aunque están al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres a través de una sana cooperación entre ambas, como leemos en la Constitución “Gaudium et Spes” del Concilio Vaticano II. Tanto las diócesis como la Conferencia Episcopal, con el encargo hecho, estamos tratando de responder a este reto con la mayor transparencia y el mejor acompañamiento a las víctimas.

–Recientemente, tras una visita al Vaticano, comentó que el Papa Francisco tiene interés en viajar a España. ¿Sabe si será este 2022?

–Desearía que pudiera ser así. Es el sentir que tenemos todos en la diócesis de Santiago. Que el Papa Francisco pudiera visitarnos en este año santo compostelano, que él ha querido prolongar hasta finales de 2022, sería una gracia muy especial. Ojalá sea así, aunque somos conscientes de la complejidad de la agenda del Papa y de las circunstancias por las que está atravesando Europa con la guerra en Ucrania, que tantos planes ha trastocado. Lo dejamos todo en manos de Dios, aunque confiando en que Francisco pueda traer desde Roma el abrazo del apóstol Pedro al apóstol Santiago.

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