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José Ángel Álvarez, historia viva de la cofradía de la Merced

A sus 85 años es el único superviviente de la desaparecida hermandad que dio paso al Jesús Cautivo: "Mis recuerdos de rapacín son con el hábito"

José Ángel Álvarez, último cofrade de la Merced, en su despacho

Corrían los años 50 y el único paso que salía a hombros en Oviedo era el de la Celeste Real y Militar Orden de la Merced. Lo bailaban los soldados del Milán a cambio de 20 días de compensación, por lo tanto había "bofetadas" para practicar las andas un mes antes en el patio del cuartel. El resto de cofrades eran integrantes mayores personas que habían sufrido el cautiverio durante la Guerra Civil y tres jóvenes: Ángel, José Ángel y José Antonio. La tríada se alistó en plena adolescencia y la Pasión pasó a formar parte de su día a día; hoy, solo José Antonio Álvarez vive para contar como era aquella hermandad predecesora del Jesús Cautivo. A sus 85 años echa la vista atrás entre fotos de carrete y asegura: "Para mí la Semana Santa lo es todo. Mis recuerdos de rapacín son con el hábito".

Comenzó por tradición familia, su padre asumió el cargo de las cuentas y su tío se encargaba de la relación con los militares; los otros dos jóvenes eran su primo y un compañero de escuela. Fue en 1952 cuando se fundó esta orden, que al poco tiempo pasó a denominarse de manera popular los “excautivos de San Juan” ya que en 1958 inauguraron su propia capilla en esta basílica situada en la calle Fray Ceferino. "Nuestra procesión salía de San Juan el Jueves Santo e iba desfilando a cuenta de los soldados del Milán con su banda", rememora Álvarez, que también explica como el hermano mayor Somoano -por aquel entonces eran tres- se hacía cargo de los trámites de la liberación al preso que se llevaba a cabo en la plaza Porlier: "Se llegaron a indultar varios, sin penas graves, con compromiso familiar y buen comportamiento".

El mayor recuerdo que invade al veterano devoto es mirar atrás calle Uría y ver bailar el paso con tanta devoción que "parecía que iba a caer". Como era el único que salía a cuestas, siempre creó gran expectación: "Los viandantes quedaban pasmados". A comienzo de los 60 la ciudad de Oviedo perdió paulatinamente sus procesiones y con ello se disolvió la Merced, que volvió a refundarse en el 96 como el Jesús Cautivo. Pero sin su adorada cofradía este último cofrade se negó a volver a salir: "Procesioné todos los años hasta que desapareció. Después no me animé a hacerlo más", aunque siguió cada recorrido de cuaresma en calidad de espectador.

Siete décadas después de los comienzos, la trayectoria y extinción de la Merced, su último fiel volvió a enfundarse el traje en un emotivo homenaje que la nueva cofradía quiso rendirle. Hace más o menos un año, se puso en contacto con los nuevos cautivos para donar dos hábitos: el suyo y el de su progenitor. Estaban cogiendo polvo en su chalet de Tapia de Casariego y pensó que lo mejor era darles una nueva vida. Terminaron expuestos en Trascorrales y después la organización invitó a Álvarez a realizar un reportaje sobre su amado pasado. "Se lo había donado y pensé que no iba a volverlo a ver", explica, quien afirma que la "alegría fue pistonuda". Y gesticula desde el cuello a la barriga: "Al ponérmelo me entró una cosina por aquí...". Aunque no salga en la comitiva, su adoración sigue siendo perpetua. 

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