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El “boom” de compartir oficina

Crecen los espacios de “coworking” en la ciudad, aupados por el alto precio de los alquileres de las oficinas y el cambio de hábitos laborales

Nacho Cabal y Esther Ortega, dos de los impulsores del Invernadero. | Luisma Murias

Fernando Ochoa tiene una empresa de marketing que durante los últimos meses ha pegado un importante estirón. Son tres personas en la compañía, pero no tienen oficina. Al menos no una como tal. Ocupan –y no todo el tiempo– un espacio de trabajo compartido en el centro de Oviedo, lo que se conoce como un “coworking”. “Cuando vi que la empresa comenzaba a crecer contemplé lo de ir a una oficina, pero cuando evalúas los gastos y los beneficios las cuentas no salen”, señala. Y esa balanza no es solo económica, también social, una pieza esencial para hacer que los negocios funcionen. “Yo vivo de que me conozcan y aquí tengo contacto con otras empresas, metido todo el día en un sitio no es lo mismo”, resume.

Con ese ecosistema laboral de base, Oviedo está viviendo todo un “boom” de espacios de “coworking” tanto privados como públicos. Alentados también por esa teoría económica que dice que tras una crisis –como la del coronavirus– suele crecer el espíritu emprendedor y por el propio testimonio de los “coworkers”. Hay otro factor, también relacionado con la pandemia. El confinamiento impulsó el teletrabajo y contribuyó al desapego de muchos hacia sus oficinas. “Alquilar una oficina te supone gastos de limpieza, de wifi, de muebles...”, enumera Ochoa, de la compañía Tus Soluciones Digitales. El éxito de estos nuevos espacios de trabajo se ve en sus niveles de ocupación, por lo general cercanos al 80%.

Precisamente la pandemia ha sido lo que ha hecho florecer muchos de estos centros. Ángel Domínguez y Gaspar Fernández montaron uno –el Camaleón de Rubik– hace menos de un año. “Una de las cuestiones que nos movieron a dar el salto es que veíamos que se estaba produciendo una renovación de los espacios de trabajo, no hay un espacio fijo y es el usuario el que decide cómo usarlo; es multifuncional, tratamos de jugar con la geometría, tenemos una sala en la que por la mañana puedes hacer yoga y por las tardes videollamadas”, explica Domínguez. Ochoa lo corrobora. “A mí hay veces que me apetece sentarme junto a la ventana y que me dé el sol, y otras estar debajo de un flexo como si fuera una rata de biblioteca”, argumenta. A lo que Domínguez añade que es un modelo que lleva ya tiempo funcionando en otros países, solo que en España va “algo más atrasado”. En su caso, por ejemplo, un 30% de los espacios están ocupados por lo que llaman “nómadas digitales”, por lo general extranjeros.

Ángel Domínguez y Gaspar Fernández, en el Camaleón de Rubik. | L. Murias

A pocos metros de allí crece el Invernadero, otro “coworking”. Uno de sus fundadores, el arquitecto Nacho Cabal, desglosa una de las razones por las que surgió el proyecto: “En Asturias muchas empresas trabajan de forma individual, y ese no es el futuro, porque viene una compañía de Madrid y te come; el camino es el de fomentar sinergias para hacernos más fuertes y para poder ganar en trabajo y en riqueza”. La unión hace la fuerza. Aunque reconoce que el emprendimiento va mejorando también matiza que en la región deberían “ser más”. “La gente sigue teniendo miedo a dar el salto”, asegura. Él tiene alojadas a compañías ya con algo de poso, aunque tampoco demasiado grandes. Son los receptores, por ejemplo, de los emprendedores que salen de algunos espacios públicos como el Talud de La Ería o el “coworking” de la Cámara de Comercio de Oviedo.

Allí, en el Invernadero, va madurando la firma de Javier Fernández, El Estudio, especializada en la producción de podcasts. Tajante, dice que tener un local “es inviable” y que esta solución “es mucho más asumible y tienes de todo”. También insiste, como el resto de “coworkers”, en los beneficios. “Si lo necesitas, tienes hasta asesoramiento gratuito para no meter la pata, también haces contactos”.

Hay iniciativas públicas ligadas al “coworking”. Una es el Talud de La Ería, que está en manos del Ayuntamiento de Oviedo, y que, según la última memoria del propio Consistorio, en 2021 tuvo una ocupación que durante la mayoría de los meses anduvo rozando el 60%. Hay que tener en cuenta, además, que durante ese ejercicio persistían aún muchas restricciones ligadas con el coronavirus. Un dato curioso es que la mayoría de los usuarios (el 35%) tenía entre 35 y 45 años. Ya no eran emprendedores tan jóvenes como los pintan las series americanas. Otro dato llamativo es que la mayoría de estos nuevos proyectos empresariales se dedicaban al comercio (18,5%), seguidos de los que lo hacían en la salud o sanidad (13,8%), mientras que el tercer puesto de este ranking lo ocupaba la comunicación y el marketing (9,8%).

Visto el auge de este tipo de espacios de trabajo, la Cámara de Comercio de Oviedo decidió hace unos meses montar también uno. Nacho Iglesias, del área de servicios a las empresas de esta entidad, explica que decidieron reconvertir un salón en un “coworking digital”. El objetivo era acoger a muchos de los emprendedores que se acercaban a su ventanilla en busca de asesoramiento y dárselo de forma gratuita. “Era un espacio que estaba en desuso y que ahora le estamos dando valor y un servicio. Tenemos una ocupación del 80%”, asegura.

Iglesias tiene claro que el precio de los alquileres de las oficinas es una de las razones determinantes para que estos espacios de “coworking” hayan aflorado en la capital asturiana. Eso y que, reconoce, las formas de trabajar están cambiando, diversificándose hacia nuevos modelos. Tal es el éxito que ya hay más espacios de este tipo en proyecto. Entre ellos, uno que una multinacional holandesa quiere abrir a solo unos pasos de la propia Catedral de Oviedo.

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