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Oliva Villamea, titular del clásico kiosco Rosana de La Ería desde 1978, se jubila: “Toca disfrutar”

“Atendí a tres generaciones y todos son como familia”, dice la comerciante, que traspasa el negocio a una pareja de emprendedores

Oliva Villamea entrega LA NUEVA ESPAÑA a José María Miranda, cliente habitual, ayer, durante su último día de trabajo antes de la jubilación. | Jaime Casanova

Eran las ocho y media de la mañana cuando Ramón, un vecino de La Ería, entró a comprar LA NUEVA ESPAÑA con alguna lágrima asomando. Un gran cartel pegado en escaparate de su kiosco de cabecera confirmaba la noticia que se venía rumoreando por el barrio. Oliva Villamea, titular del popular kiosco Rosana, en la calle Marcos Peña Royo, vivió este domingo su última jornada laboral para poner fin a 44 años de trayectoria, que ahora dejarán paso a un más que merecido descanso. “Toca disfrutar, viajar y sobre todo vivir”, explica la mujer, natural de Grandas de Salime, que desde los 19 años se ganó la confianza de miles de personas de tres generaciones de clientes desde el mostrador.

Villamea, que traspasará el negocio a una joven pareja de emprendedores, deja un barrio de La Ería muy distinto al que encontró cuando llegó a la capital desde Grandas de Salime, previo paso por Madrid, con tres de sus seis hermanos. “Cuando empezamos pasaba gente con carros tirados por vacas, eran todo prados y en la parte de atrás del local teníamos un zapatero”, relata la comerciante como si estuviera viviendo aquellas escenas en directo más de cuatro décadas después.

Cuando todo empezó tenía 19 años y tuvo que pedir un permiso especial para poner el negocio porque por aquel entonces la mayoría de edad se situaba en 21 años. Entonces decidió mantener el nombre de kiosco Rosana, pues el negocio ya contaba con más de una década de trayectoria y bastante fama. “Ahora me arrepiento un poco. porque me costó mi identidad, la gente me llama Rosana, algunos ni siquiera saben que me llamo Oliva y que no tenía nada que ver con la dueña originaria”, explica.

A lo largo de fin de semana fueron muchos los clientes fieles que se pasaron a decir adiós. Atrás quedan innumerables anécdotas, la mayoría buenas, pero otras no tanto. “Me atracaron varias veces, en una ocasión poniéndome un cuchillo al cuello”, cuenta en relación con las escasas páginas negras que rescata tras miles de jornadas vividas en el negocio.

“No me puedo quejar, pero fueron muchos sábados y domingos al pie del cañón y ahora toca disfrutar”, advierte con gran entusiasmo Oliva Villamea cargada de planes. “Tengo una hija en Zaragoza a la que podré visitar más a menudo y en agosto me iré de viaje a París”, adelanta sobre una nueva vida en la que su marido, al que le quedan todavía dos años para jubilarse, también jugará un papel especial. “Seremos más libres”, añade la decana de los kiosqueros de uno de los barrios más vivos de Oviedo.

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