En un yacimiento keniata, Panga ya Saidi, un equipo liderado por María Martinón-Torres halló lo que, tras diversas investigaciones, se identificó como el primer enterramiento documentado: el de un niño de 3 años, que falleció hace 78.000 años. El niño había sido depositado en una cavidad de lado, cubierto por un sudario y con su cabeza apoyada en una almohada, con una delicadeza que denota un inequívoco amor. Para poder recrear ese momento, el enterramiento de ese niño tan diferente pero tan similar a los de hoy en día, Martinón-Torres recurrió a un artista: el pintor asturiano Fernando Fueyo, fallecido a principios de año.

María Martinón-Torres, médica y paleoantropóloga, participará hoy en el homenaje que Illas y Castrillón le rinden al pintor en el Centro Valey de Piedras Blancas, a partir de las 18.30 horas. Antes, Martinón-Torres acudió ayer al Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA para presentar su libro “Homo Imperfectus. ¿Por qué seguimos enfermando a pesar de la evolución?” (Destino), un acto que abrió con un cariñoso recuerdo a Fueyo, y que cerró relatando su crucial participación en la recreación del enterramiento de Panga ya Saidi.

La paleoantropóloga acudió al Club Prensa Asturiana acompañada por Alberto Tirador, alcalde de Illas, quien presentó a la ponente y reivindicó “la importancia de que una persona de la talla profesional y humana de María Martinón-Torres esté aquí con nosotros”.

Antes de ser una presentación al uso, María Martinón-Torres inició su exposición con una batería de preguntas: “¿La enfermedad no se puede explicar al albur de la teoría de la evolución, o somos una chapuza? ¿Enfermamos lo mismo que hace medio millón de años? ¿Somos más fuertes?”. Para responder a estas cuestiones, Martinón-Torres fue hilvanando argumentos propios de la medicina con otros procedentes de la antropología, apoyándose en los hallazgos que el equipo de Juan Luis Arsuaga, de la que ella forma parte, ha ido recuperando en la Sima de los Huesos, en el yacimiento de Atapuerca.

Martinón-Torres explicó, en primer lugar, que la mayor longevidad que ha alcanzado la especie humana se traduce, también, en una mayor incidencia de algunas enfermedades asociadas, precisamente, a una larga vida. Las cardiopatías isquémicas o los accidentes cerebrovasculares, que hoy figuran entre las causas de muerte más comunes según la Organización Mundial de la Salud (OMS) responden a ese patrón asociado a la longevidad, pero también a un cambio en los hábitos de los humanos que atenta contra nuestra naturaleza.

“El Homo Sapiens, cuando se originó en África, tenía una anatomía y un metabolismo que se adaptaban muy bien a aquellas circunstancias. Ahora, nuestra anatomía ha entrado en obsolescencia, ya no la usamos para lo que fue diseñada”, señaló Martinón-Torres, que puso el acento en los nocivos resultados del sedentarismo para nuestro cuerpo, y situó en este desajuste entre su naturaleza original y el uso actual en el origen de una “paleomelancolía”, de esa desazón por un pasado remoto que se considera mejor, aunque ella reconoció que, vistas en conjunto, no cambia vivir en el presente que en aquel tiempo.

Siguiendo con las claves biológicas, Martinón-Torres destacó cómo el ser humano ha logrado una mayor longevidad, pero curiosamente en momento de la vida que no son aptos para la reproducción: la infancia y adolescencia y, especialmente, la senectud. También recordó que el ser humano es una de las pocas especies en las que se produce la menopausia. Pero antes que ver déficits evolutivos en estas circunstancias, Martinón-Torres las identifica como ventajas: “La selección natural ha favorecido que la mujer frene esa labor reproductiva para cumplir otro rol principal: el de cuidar de las crías de sus crías”. Esa “hipótesis de la abuela” que profundiza en la que, a juicio de Martinón-Torres, es la clave del éxito evolutivo del Homo Sapiens: la socialización.

“Los humanos podemos presumir de haber inventado la sobremesa”, señaló la paleoantropóloga, envolviendo con fino humor la clave para garantizar primero la pervivencia y luego la supremacía de la especie: “En los demás está la clave de nuestra supervivencia”.