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Antonio Muñoz Molina Escritor, habla mañana en la Cátedra Alarcos

“Mi idea de la escritura era más cerebral, ahora soy más partidario de dejarse llevar”

“Alarcos era lo menos académico que te puedas imaginar, tenía alegría de vivir y una actitud burlona ante el peligro de tomarse demasiado en serio”

Muñoz Molina, en Palma de Mallorca, en octubre del año pasado. EFE

El novelista Antonio Muñoz Molina regresa este miércoles, 8 de junio, a la Cátedra Alarcos. Lo hace dentro de la programación anual dedicada al centenario del lingüista con la charla “La invención y el azar”. Será a las 19.30 horas en el Aula Magna del edificio histórico de la Universidad de Oviedo, con la presentación del catedrático de Literatura Emilio Martínez Mata.

–¿Cómo se relaciona su intervención de este miércoles con el centenario del profesor Alarcos?

-Se relaciona porque voy allí dentro del homenaje a Alarcos y el homenaje es memoria. Él, además, como profesor y erudito siempre fue muy sensible a los procesos creativos de la literatura. Alarcos, al que tuve la suerte de trata, miraba la literatura como profesor pero sobre todo como un aficionado. Y la charla mía hablará del proceso crativo, no desde una perspectiva de la crítica, como la de los profesores, que estudian el resultado final. A mí lo que me interesa es el proceso mediente el cual se va llegando a un obra literaria.

–Alarcos habló y escribió muy pronto sobre su obra, un trabajo que precisamente se titulaba “La invención de la memoria”.

–Sí, fue de las primeras personas que escribieron sobre mí desde una posición académica. Y para mí, en ese momento, me dio una gran alegría y me hizo sentir como que era respetado, que alguien me tomaba en serio. Cuando uno empieza, es muy difícil, que alguien vea tu trabajo con ese respeto.

–Acabaron siendo colegas, en la Academia.

–Era una persona extraordinaria, y lo menos académico que te puedas imaginar en el sentido habitual que tiene la palabra académico. Era un hombre muy alegre, con mucho sentido del humor, con mucha alegría de vivir, y frente a ese peligro de tomarse la literatura demasiado en serio, él tenía una actitud un poco burlesca, burlona, hacia el mundo.

–¿Sarcasmo?

–Sobre todo ironía. No era esa cosa española del sarcasmo bilioso que se basa en ridiculizar al otro. Era ese humorismo más cervantino que se basa en una comprensión generosa del ser humano y de la vida.

–Volviendo a su charla, al proceso de escritura. ¿Usted ha cambiado, ha evolucionado el método?

–En mi caso, y en el de algunos a los que he prestado atención, el progreso, por llamarlo de alguna manera, va de una visión más calculadora, más organizativa de la escritura, a una aceptación cada vez mayor del azar y de la naturalidad. Cuando escribes es fundamental darte cuenta y reconocer en qué medida lo inesperado es importantísimo. Es más importante que lo que pudieras tener previsto. Aunque parezca raro, cuando era más joven tenía una idea más cerebral de la escritura, de la composición de un libro. Por eso en mis primeros libros estaba tan presente el modelo del género, de espías, policiaca, porque te da una garantía de estructura. Con el tiempo me he vuelto más partidario de aceptar lo que va llegando, me doy cuenta de que una parte del proceso es inconsciente, depende de descubrimientos casuales, y lo que hay que hacer para llegar es dejarse llevar. Luego, claro, hay otro proceso de reescritura, de reorganización. El primero tiene una parte inconsciente muy grande, mientras que el segundo es completamente consciente. Tienes que ser consciente de cada palabra, de cada punto y de dónde tienes que cortar.

–Aunque ese escuchar lo inesperado pueda obligarle a rehacerlo todo.

–A mí me ha pasado casi siempre. Llega un momento en que hay una especie de crisis en la que el libro cambia totalmente o bien se hunde.

–¿Se hunde para siempre?

–Sí, también me ha pasado.

–¿Y qué hace?

–Dejarlo. Tengo varios libros que he escrito, algunos de ellos por completo, que están en el limbo. A lo mejor a veces extraes de ellos algún detalle, pero están fracasados.

–¿Qué queda de ese fracaso?

–-Poco puedes hacer. Ahora mi mujer ha dirigido una película y he observado que el proceso del cine es muy complicado, muy caro y el nivel de premeditación que tiene que haber es enorme. En el cine no te puedes permitir la libertad que nos tomamos nosotros. Escribir un libro es una cosa muy barata, y si tienes un descalabro como mucho has perdido el tiempo, pero también has llegado al final de un callejón que tú pensabas que llevaba a alguna parte. Por otra parte, lo que tiene la literatura, y a lo que se le da poca importancia es que consigue unos efectos expresivos potentísimos a partir de materiales extremadamente simples, que son las palabras. Yo no necesito más que una libreta y un lápiz.

–¿En qué está trabajando?

–Ahora terminé “Volver a dónde”, he publicado “Rondas del Prado”, un libro de ensayos sobre arte, conferencias que di en el museo, y estoy tanteando recuperar unos cuadernos en los que anoté una historia, hace un tiempo, en un arrebato, durante un mes, escrito a mano. Cuando terminé, lo dejé y lo guardé. Ahora me estoy atreviendo a abrirlo a ver lo que hay.

–¿A mano?

–Sí, escribo a mano borradores o cosas así. El proceso definitivo lo hago en ordenador. Escribir a mano tiene la ventaja de la libertad y eres más consciente de la tentativa, de estar probando, de que todo está abierto.

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