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El Martes de Campo, una fiesta que es un paréntesis en el que cabe todo

Las nuevas generaciones prefieren celebrar el lunes y dormir el martes mientras el Campo vuelve a concentrar la esencia del bollu

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EN IMÁGENES: Así vivieron los ovetenses el Martes de Campo Irma Collín

El Martes de Campo es un paréntesis. Importa más el cómo se empieza y el cómo se acaba que lo que sucede allí en medio, en esas no más de cuatro horas que van desde el mediodía hasta la siesta cabezona y que vienen a ser puro folklore: comer, beber, tal vez bailar.

En esa elipsis en medio de la semana, parece que las nuevas generaciones postpandémicas han ido sustituyendo lo que era rito de iniciación etílica, tabaquismo juvenil, morreos, por los praos del Cristo, luego Pura Tomás, hasta el Naranco, por una dinámica inversa: salir el lunes, dormir el martes.

Todavía pasado el mediodía se veían algunos grupos de amigos con bolsas, con mochilas, pantalón corto y veinte grados como pocas veces se recordaba. En ese cómo empezar el Martes de Campo hay de todo. El que cruza la ciudad a carreras y llega tarde al punto de reunión con los amigos. Las siete que han quedado tarde y llevan lo justo, lo que cabe en el bolso. Esas horas, antes de comer, son de procesión y risa. Se camina al Pura Tomás los que no están durmiéndola, Se camina al Parque de Invierno, menos, y no se camina al Campo de San Francisco a menos que tengas más de treinta.

Oviedo se entrega a la fiesta: miles de personas celebran el Martes de Campo

Oviedo se entrega a la fiesta: miles de personas celebran el Martes de Campo Amor Domínguez

La tercera edad lleva otros tiempos. Vi dos matrimonios de ancianos preparándose un almuerzo con bastante fundamento en uno de esos bancos de la Plaza de España donde los chavales patinan. Prácticamente solos, en ese entorno donde aparcan las furgonetas de los que venden globos, rosquillas, garrapiñadas, pistolas que disparan pompas de jabón y perritos autómatas de colores chillones. Vi a otra mujer comiendo sola un bollu en una plaza de los juzgados vacía.

El jaleo se concentraba en el Campo San Francisco. No había tanta gente como en las ediciones ajenas a las mascarilla pero suficiente para decir lo que se espera de cualquier fiesta en el 2022: recuperación, miles de personas, ya había ganas...

El Martes de Campo es el único día en que los ovetenses se permiten utilizar el “SanFran” –perdón– con el descaro y la naturalidad con que los estudiante erasmus toman el sol y organizan un picnic de tarde en tarde, cuando el tiempo empieza a permitirlo. Ayer volvieron las mantas, manteles y toallas a extenderse por las zonas verdes, aunque la esencia principal sigue manteniendo ese tono engolado de ciudad y convierte el paseo del Bombé, como su nombre indica, en un comedor de blanco radiante, que aunque sea plástico, mantiene las formas de sentarse a la mesa.

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Canteli, en el reparto del bollo: "La Ronda Norte es una necesidad histórica y se va a hacer" Amor Domínguez

La tradición dice que el cuartillo de vino que acompañaba el pan y el chorizo era un vino blanco. Así brindaron los representantes del Ayuntamiento, con las tiranteces del “Ronda Norte No” de fondo, pero por las mesas y por las toallas el menú era otro. Vale vino tinto, cerveza fresca, sidra claro y también había gente muy preparada con sangría y vasos de plástico y algún profesional del porrón.

En la zona más céntrica del Bombé, Vox se había hecho fuerte juntando varias mesas y con una producción de botellas de sidra reetiquetadas para la ocasión, verde Vox, más empanada de chorizo de jabalí. A Cristina Coto se la veía contenta y quizá ajena al brindis institucional y sus jaleos al otro extremo del paseo. Debajo de Vox, algo alejados del bullicio, en ese lugar en el que el Alcalde quiere construir un restaurante de nivel, a las puertas del Pavo Real, se habían hecho fuertes los del PP. Tenían hasta sus propios “roll-up” de Nuevas Generaciones, mucho militante y personal del partido regional.

No estuve allí para ver cómo pudieron haber acabado unos y otros. En el Bombé, la Balesquida se había quedado sin bollos, pero un acordeonista tocaba un pasodoble, la peña de la marcha nórdica se había lanzado a bailar y quedaba toda la tarde por delante.

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