La que viene es una historia secreta porque su dueño no quiere que nadie la sepa. Es la historia de Ramón, que no se llama Ramón porque aquí todo es secreto. Es la historia de su cuenta corriente, que ahora tiene 11,8 millones de euros y es la historia del premio de su vida, el mayor para una única persona de los que han dado las loterías en Asturias. Es la historia de un susto y de un hombre a la espera de algo de calma. El susto estaba el lunes en la portada de LA NUEVA ESPAÑA y después en las páginas de dentro. Había una foto enorme. Sonreían Froilán y Sandra, sus loteros, los loteros del Gallo de Oro y salía su combinación, la que rellena a mano casi todas las semanas. El corazón le dio un vuelco y ya solo buscó tranquilidad. Hasta ayer nadie sabía quién era y quiere que sea así porque tiene pensado seguir con su vida cómoda pero sin alardes. Este viudo con hijos y nietos aún tardará en bajar con su coche al Cristo porque en esta historia secreta sí se puede decir que dejó el barrio hace años y que vive a las afueras de Oviedo; se puede decir que todas las semanas se pasa a hacer compras, a echar una Primitiva y algún décimo de lotería; y se puede decir que está viudo y que en el barrio siguen alguno de sus hijos y sus nietos, preocupados por cómo decae todo desde que ya no está el hospital.
Temen ahora por cómo guardar el anonimato, por eso hubo un emisario a la administración de lotería, para pedir discreción y agradecer la que han guardado estos días.
«Será difícil que no se les note nada», decía ayer un avispado que rondaba el Gallo de Oro en busca de suerte. Ellos, la familia de Ramón, que no es Ramón porque aquí todo es secreto, quieren planificar una vida más tranquila, más desahogada, lanzar algún proyecto, pero que casi no se note.
Y quieren que su padre esté tranquilo, que mantenga ese aspecto que oculta su edad verdadera, que siga conduciendo y que pueda ir al Cristo a hacer sus compras. Igual ya no coge lotería.
Con él, con este Ramón de pega, se cumple uno de los deseos de los del Gallo de Oro. Froilán Blanco y Sandra Rodríguez llevan seis años ya en el despacho, después de tres más en Salas. Y querían el premio para uno de sus habituales, uno de los fieles. Así ha sido. Se lo lleva este hombre de buena vida, sencillo, familiar y discreto. A pedir de boca.