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Toquinho Guitarrista, leyenda de la música brasileña, actúa el martes en Oviedo

“Lo más importante de nuestra música brasileña es el regalo del negro: el ritmo”

“La guitarra es el inicio y el desarrollo de todo, es mi amuleto, mi psicólogo, una extensión; ella siempre está conmigo, y yo con ella”

Toquinho, en una foto promocional. | Marcos Hermes

Antonio Pecci, “Toquinho” (São Paulo, 1946), cerrará este martes, 21 de junio, a las 20.00 horas, el ciclo Vetusta & Jazz. Leyenda viva de la música brasileña, célebre por sus colaboraciones y composiciones junto a Vinícius de Moraes, Chico Buarque o María Creuza, el guitarrista llega al teatro Campoamor de Oviedo en un concierto al que acude acompañado por Javier Colina (contrabajo) y Marcio Dhiniz (batería). Completa la formación la cantante Camilla Faustino.

–Se recuerda solo otro concierto suyo en Oviedo, en septiembre de 1991. Dijo entonces que había comido merluza y le gustaba mucho. ¿Se acuerda?

–En tantos años de carrera estuve muchas veces en España, en varias ciudades. En todas recibí un cariño caluroso de su gente y disfruté de su diversidad culinaria, en especial de los pescados. Y sí, la merluza en Oviedo estaba ciertamente deliciosa.

–¿Cómo recuerda el Toquinho de hoy al Toquinho de hace treinta años? ¿Son la misma persona? ¿En qué medida piensa que ha cambiado su música?

–En todos estos años perdura la sensación de una constante renovación. El tiempo no apaga lo que nos arde en el alma y a una trayectoria tan larga como la mía solo se llega con mucha dedicación. Y claro que uno cambia. Yo soy el mismo, pero no mi periferia ni mi experiencia de vida, ni mi sensatez. Crecí mucho como instrumentista porque estudio todos los días e hice muchos más trabajos, es decir, mi pasado es más largo, mi vida tiene más experiencia. Tengo, hoy, la misma estructura que tenía, pero sigo creciendo y con ganas de hacer mejor lo que hago. Porque adoro lo que hago, el escenario es una extensión de mi casa,

–¿Qué es la guitarra para Toquinho? ¿Recuerda la primera vez que cogió una?

–Tenía ocho años cuando toqué las cuerdas de una guitarra, arrebatado por una canción que escuchaba en casa de una prima. No podía pensar entonces que cinco años después empezaría a estudiar y me convertiría en guitarrista. Me considero un artesano, siempre apoyado en la guitarra, que representa el inicio y el desarrollo de todo. Es mi amuleto, mi psicólogo, una prolongación de mi cuerpo. Ella está siempre conmigo y yo con ella.

–La música brasileña es ya un patrimonio universal. ¿Cuáles cree que son las claves que han logrado tanto éxito en contextos tan alejados de su cultura?

–La bossa nova hizo que la música brasileña fuera conocida y valorada en todo el mundo. Su estructura melódica y rítmica, sustentada en armonías revolucionarias, y su poesía joven y leve siguen hechizando a generaciones e influenciando nuevas tendencias. En su estructura está contenida la cultura de un pueblo que tenía en las venas el choro y la samba, que son la base de su belleza musical. Esa fuerza, hay que decirlo, se la debemos a los negros que fueron allá con la esclavitud, que es algo muy feo, pero que nos dejaron este regalo rítmico. Luego, la bossa permitió que los músicos del mundo pudieran improvisar con nuestra música como si fuera jazz. También hay que decir que tenemos muchos brasiles en Brasil, una cultura muy distinta y rica de norte a sur que hace que yo mismo me sienta turista en muchas partes del país.

–Pero ¿cuál es el secreto y de dónde sale esa extraña combinación de tristeza y alegría? ¿Es la armonía, el idioma, la forma de cantar?

–Esa tristeza alegre o esa alegría triste, es una unión de cosas, esa fuerza humana, ese ritmo con los colores de todo brasil, y quizá el idioma, yo no lo puedo juzgar. Pero lo más importante, insisto, es el regalo que el negro hizo a nuestra música.

–¿Si Vinícius de Moraes estuviera hoy aquí, con usted, en este 2022, qué le diría, qué se pondrían a toca?

–Aprendí mucho con Vinícius, profesional y personalmente. Nuestras afinidades en lo musical facilitaron una gran amistad, componíamos de forma natural, sin sacrificios, porque nuestra música se caracterizaba por la simplicidad y lo armonioso. No teníamos miedo de usar el “lugar común”. Si estuviera hoy aquí no sé lo que diría con el mundo de hoy, no sé si se ubicaría mucho con ese mundo interactivo, sería difícil para él, creo, aunque también tenía un gran poder de adaptación y podría estar delante de un computador haciendo música. Aunque no lo creo.

–¿Nos puede contar algo del repertorio con el que llega a Oviedo y de lo que viene a ofrecer a los espectadores asturianos?

–En cierta manera voy a intentar mostrar mi ubicación en la música brasileña. Dónde estoy, de dónde vengo, desde un panorama no ya didáctico pero sí muy explicativo. Y también traigo una cosa nueva que es Camilla [Faustino], que es una cantante fantástica que será una gran sorpresa para todos ustedes.

–Este, supongo que ya lo sabe, es un festival de jazz ¿Qué es el jazz para usted y cómo encaja en su música la improvisación? ¿Qué sentido tiene hablar en ese contexto de música culta y música popular?

–El jazz para mí es libertad, improvisación, la música natural que uno tiene dentro con toda la técnica posible. Es ahí donde el alma de uno puede salir fuera. El jazz es libertad y creo que la música brasileña se fundió mucho con el jazz porque la armonía de la bossa es la misa que la de los clásicos americanos, como Gershwin. Por eso tiene esa familiaridad tan grande con ese campo armónico. Por otra parte, yo no creo en eso de la música popular o la música culta. Eso es una pavada. La música es música, sea Bach, Gershwin, Jobim o yo, y lo que importa es cómo se identifica o no con las personas.

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