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Una danza emocional en el teatro Campoamor

La novena edición de Estancias Coreográficas se cerró con un espectáculo interdisciplinar directo al corazón del bailarín

Laura López y Ariadna Llussà bailando en la muestra final de Estancias Coreográficas. Miki López

Las luces del teatro Campoamor se apagan y, vencido el telón, sale a escena Lucía López. La joven comienza a bailar, pero de repente la música se para y empiezan a sonar unas voces femeninas superpuestas que lanzan mensajes sobre la brecha salarial. López no deja de bailar hasta que se callan las voces y suena una mujer cantando a capela un tema tradicional hasta que la bailarina se apropia de la canción en el cierre de su función.

La obra de Lucía López era "Segundo apellido", el primer espectáculo del acto de clausura de la novena edición de las Estancias Coreográficas del Campoamor, celebrado ayer en el teatro ovetense, ante un nutrido público. Era el colofón a dos semanas en las que los participantes ahondaron en el mundo interior del bailarín.

Tras la actuación de López llega el turno de Ariadna Llussà y Laura López. Su función comienza en el absoluto silencio, se puede oír desde el fondo del teatro como sus pies se deslizan bailando por el escenario. A mitad de la actuación la música empieza a sonar y las dos bailarinas comienzan a moverse con más fuerza. Tras está interpretación llega el plato fuerte de la tarde, la muestra de Estancias Coreógraficas. Un espectáculo multidisciplinar en el que se interpretaron una gran variedad de géneros musicales. No se podría especificar un estilo concreto, sino que se trata de una "danza emocional", el la que los bailarines no solo interpretan canciones, también danzan sobre narraciones. Se trata de una variedad de actuaciones muy armónica. Por momentos parece que el contrabajo les dé cuerda a los bailarines, sin embargo la actuación da un giro y son los propios bailarines los que guían la función, ya sea en dúos, en solitario o en grupo. A veces incluso se interpretan diferentes bailes y actuaciones en el mismo momento sobre el escenario, y lejos de crear un caos, parece un cuadro de Botticelli en vivo y en movimiento.

"Esto que habéis visto tan solo es una pequeña muestra, la maleta está más llena y es mucho más", aseguraba, al final de la función Yoshua Cienfuegos, director de Estancias Coreográficas, quien destacó a todas las entidades que colaboran con el proyecto, especialmente al Ayuntamiento de Oviedo, al que definió como "el gran compañero de este viaje" y a un teatro, el Campoamor, que "ya es como mi casa".

Pero si Cienfuegos estaba emocionado, los intérpretes se mostraban exultantes tras poner en escena los frutos de su intensa investigación sobre el alma del bailarín. "Es emocionante volver aquí. Cada verano se remueven muchas cosas distintas", explicaba, al cierre de la función, Ariadna Llusá, que reivindicó que los bailarines "no somos solo cuerpos que se mueven".

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