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El legado humano de Carmen Tamargo

Los amigos de la polifacética artista y escritora reivindican su trayectoria en el primer aniversario de su fallecimiento

Carmen Tamargo, al lado de un cuadro de la serie «El mundo quebrado de Hatshepsut», en una muestra en el Museo Evaristo Valle, en 2010. | LNE

"Fuerte y luchadora". Así definen sus allegados a Carmen Martínez Tamargo, artista polifacética cuyo fallecimiento se produjo hace ahora un año. Aunque natural de Grado, Tamargo residió la mayor parte de su vida en Oviedo, donde también desarrolló una trayectoria profesional en el ámbito comercial que compaginaba con una fecunda producción artística.

Formada en los talleres de Humberto y Loreto Fanjul, Carmen Tamargo se distinguía por realizar un intenso trabajo de investigación cara a la realización de sus obras, para las cuales se inspiraba muy a menudo en hechos históricos. Así hizo por ejemplo en "El mundo quebrado de Hatshepsut". Tenía claro, además, que "el arte lo construyen por igual el artista y el espectador", por lo que valoraba especialmente participar en exposiciones públicas.

Sin descendencia, "salvo todas sus obras", como describe la sobrina de la artista, María Cristina González, Tamargo tuvo una trayectoria artística dilatada, pese a todas las dificultades que padeció en su vida, como la pérdida de sus dos padres y de su hermana a temprana edad. Una muestra de su carácter luchador es que, en plena posguerra, obtuvo el título de Perito Mercantil.

Una de sus grandes pasiones fue viajar. "Carmen fue muy avanzada para su época", sostiene María Cristina González. La artistas recorrió diferentes partes del mundo, tratando de empaparse de culturas muy diferentes entre sí. Fruto de sus viajes aprendió inglés y francés, y también sabía algo de alemán e italiano. Esta vocación viajera también influyó en su arte, de tal manera que muchas de sus obras nacieron con la idea de capturar momentos o sucesos ocurridos durante sus periplos por el extranjero. Es el caso, por ejemplo, de "Memoria quimérica", una serie de obras inspiradas en una estancia en Nueva York.

"Carmen jamás presumió de nada, pese a la cantidad de lugares que había visitado por sí sola y la calidad que tenían todas sus obras" confiesa uno de sus amigos, Luis Antonio Alías. Una de las peculiaridades que poseía la artista es que ella disfrutaba de la pintura, por eso no hacía negocio con el arte. Según Alías, "no se encargaba de vender sus cuadros, ella era tan humilde y gentil que los regalaba a quienes los querían, entre estos, asociaciones y multitud de ONG".

Durante su vida recibió multitud de críticas positivas sobre su arte, como las del añorado Rubén Suárez, que llegó a destacar sus "gamas de color crepusculares, melancólicas" y su vínculo con "un tenebrismo muy dentro de la pintura española", destacando la "sensibilidad indudable" de la pintora.

La creatividad de Carmen Tamargo no se limitaba a los pinceles. La artista comenzó a ser conocida también en el mundo de las letras tras ganar el concurso de la Fiesta de la Flor en Lena con un escrito que había titulado "Nelo", publicado en 1965. Y es que, desde temprana edad, había destacado por sus aptitudes para escribir, publicando algunos de sus relatos y cuentos en periódicos y revistas y obteniendo diversos premios. Tamargo escribió varios libros, entre los que destaca la novela "Unidos en un tiempo".

Pero lo que más recuerdan sus allegados no son los escritos de Carmen Tamargo o sus dotes para la pintura, sino su elevada calidad humana. "Era una persona exquisita, generosa y especialmente cariñosa" recalca Encarna Robles, una amiga de Tamargo. "Mi tía siempre fue una persona excelente sin exagerar, y además de ser una artista de los pies a la cabeza su honradez y simpatía brillaban por sí solas", concluye María Cristina González.

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