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Lluís Pasqual Director de teatro, fundador de Teatre Lliure y Premio Nacional de Teatro

"La ópera es como lo de los toros, algo irracional, te gusta sin saber por qué"

"El gran problema no está en la cultura, está en la educación: alguien te tiene que enseñar a mirar un cuadro, a disfrutar una sinfonía..."

Lluís Pasqual, en la plaza de Trascorrales. Irma Collín

A Lluís Pasqual (Reus, 1951) pocas cosas le quedarán por hacer en el teatro. Ha fundado una compañía dramática, Teatre Lliure, que es historia; ha dirigido el Centro Dramático Nacional; ha ganado innumerables premios, entre ellos el Nacional de Teatro y la Legión de Honor francesa; ha acompañado al actor Antonio Banderas en el arranque de su teatro en Málaga; es admirado y ha sido denostado. Ayer estuvo en Oviedo, en la exposición de Trascorrales con la que la Ópera de Oviedo conmemora su 75.º aniversario y se pasó por el Campoamor a saludar a su amigo Emilio Sagi. No es improbable que de esta visita surja algo más para disfrute del público.

–Usted ha dirigido ópera.

–Mucha, mucha. La ópera empezó gustándome, a los 12 años. Es como lo de los toros, algo irracional, te gusta sin saber por qué. Es un sitio de pasiones. Yo he visto a un notario y un abogado pegándose en el Liceo por medio tono de un tenor en la entrada de "La Bohème". La ópera es un terreno de fanáticos.

–En lo cultural, ¿ las crisis son estimulantes?

–Eso es como pensar que un poeta para ser bueno tiene que pasar hambre. Para montar una orquesta se necesita dinero y para hacer ópera, y cultura... Nadie se acuerda de que en el año 75 no había ni Ministerio de Cultura. Yo, cuando hablo de cultura, prefiero retroceder al principio, porque el gran problema no está en la cultura sino en la educación. Un niño inglés va a ver "Hamlet" al teatro con el texto ya leído. Es una cuestión de educación y eso tiene que estar resuelto en los colegios: alguien te tiene que enseñar a mirar un cuadro, a disfrutar una sinfonía...

–En el 75 no había Ministerio de Cultura en España y en el 76 usted, con otros compañeros, funda Teatre Lliure.

–En el 76, unos con el teatro, otros con la danza o la música, empujábamos todos hacia el mismo sitio. Teníamos que salir de aquel túnel, de aquella caspa, y lo hicimos con mucho esfuerzo y mucho atrevimiento, por mucho que pareciera una locura. El Lliure fue creciendo con su público y eso es algo extraordinario.

–Irrepetible.

–Afortunadamente el contexto no es el mismo. Ahora todo es más plano, la cultura y la política. Nos hemos acostumbrados a tener ciertas cosas y no tenemos aquella fuerza, para bien y para mal. Uno dejaba de ser joven a los 18, ahora las tarjetas jóvenes llegan a los 30 o los 35 años. La gente está mejor formada, los actores son mucho mejores, sin duda. El público ha hecho la gran revolución del teatro, hace 40 años estaba más segmentado: si uno iba a ver a "Els Joglars" no iba a ver a Marsillach. Ahora se ha abierto a todo tipo de espectáculos. Por otro lado está lo de las nuevas tecnologías, que hacen que te quedes en casa... El teatro es la única cosa que no te puedes descargar, hay que ir. Necesitamos ver a otras personas a las que les ocurre lo mismo que a nosotros. En el teatro hay personas que transpiran, que lloran y se ríen. Es el único sitio de escucha que nos queda: un espectador de teatro generalmente no corta la función, tiene que escuchar hasta el final y esa capacidad de escuchar, de silencio colectivo, es algo que estamos perdiendo.

–¿Trabajos y proyectos entre manos?

–Se me ha juntado todo para el 23. Tengo dos óperas y un texto de teatro, hasta aquí puedo leer.

–¿Una ópera en Oviedo?

–He pasado por el Campoamor, no sé. Algo haremos.

–Juan Mayorga recibirá en octubre el premio "Princesa de Asturias".

–Mayorga es un pensador que escribe teatro, un ser espléndido. También le dieron el premio a Nuria Espert y a Peter Brook, y eso significa que el teatro cuenta, que aún sigue siendo una de las Bellas Artes. Aunque del teatro, más que los premios, lo que más nos ilusiona a los que nos dedicamos a él es poder hacerlo.

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