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El testimonio de una ucraniana que se salvó gracias a la música: "Dormía en el metro; la calle olía a pólvora"

"Salimos de Járkiv en un tren lleno; unos de pie, otros en el suelo, había desesperación en los ojos de la gente"

Viktoriia Holubova.

La música sirvió a Viktoriia Holubova, veinte años, ucraniana, para salir de su país huyendo de la guerra. La plaza para estudiar en el Consevatorio fue su salvoconducto. En Oviedo encontró ayuda y un entorno amigable donde dejar atrás las bombas. Hace unos días que se ha sumado al coro de la ópera para estrenar en el Campoamor «La dama del alba», próximo día 11. Antes, escribió la historia de su huida y llegada a España en el relato que se publica a continuación. Lo ha titulado «El cuento de Viktoriia», aunque es muy real

Mañana del 24 de febrero. Nos despertamos en la residencia de estudiantes, en Járkiv. Al abrir las cortinas vimos el humo de las explosiones y no sabíamos qué hacer. Primero hubo pánico total e incertidumbre. En ese momento, por primera vez, se planteó la pregunta: ¿Cuándo podré volver a casa, ver a mi familia? Nací en la región de Donetsk, que desde hace 8 años está parcialmente ocupada.

Los estudiantes enseguida empezaron a abandonar la residencia; los que se quedaban tapiaban las ventanas de la planta baja con tablas y sacos de arena, las chicas cocinaban para todos y ayudaban a colocar la cinta adhesiva en las ventanas de las plantas superiores para evitar la dispersión de los fragmentos de vidrio durante las ondas expansivas.

La primera noche la pasé en el metro. El suelo frío, el llanto de los niños, los gritos de las mascotas... Parecía una auténtica pesadilla. Las dos noches siguientes dormimos en el sótano de nuestra residencia. No quería irme, parecía que todo eso pronto iba a terminar. Luego, mi amiga Oksana me convenció para ir a casa de su madre, en otro barrio de Járkiv. Aquellos diez días pasaron bastante tranquilos. Sin embargo, uno de ellos lo recordaré toda mi vida. Por la mañana salimos a por los medicamentos y los alimentos; olía a pólvora por toda la calle. Tras pasar unas tres horas en la cola volvimos a casa. El resto del día pasó en silencio: ni explosiones, ni aviones; alguien dijo "como la calma antes de la tormenta". Y así fue; el impacto nocturno en el edificio de la Academia de Tanquistas que estaba a unos cinco minutos andando de nuestra casa, nos dejó claro que seguir en Járkiv era peligroso, por no decir más.

Al día siguiente fuimos a la estación de tren. El viaje a Leópolis fue largo y agobiante. El tren de evacuación estaba lleno de gente: unos de pie, otros sentados en el suelo, los que tenían mucha suerte, en los asientos. Los que tenían la batería cargada leían para todos las noticias de Járkiv. Había desesperación en los ojos de la gente. Al llegar a Leópolis nos alojaron en la residencia del conservatorio de música. Parecía que aquí la vida continuaba; abiertas las cafeterías, las tiendas, los hospitales, los colegios. Desde que empezó la guerra, aquellos días parecían los más tranquilos. Unas pocas explosiones en las afueras de la ciudad ya nos parecían algo normal.

Poco después, en nuestras redes sociales empezaron las conversaciones sobre Erasmus y la posibilidad de irse al extranjero. Hubo muchas dudas, miedos, incertidumbre. Al cabo de un par de días nos enfrentamos con el hecho. Una voz femenina, muy cansada, nos dijo por teléfono: "Os han asignado las plazas para estudiar en Oviedo, mañana salimos, ¿Queréis?". Sin pensar mucho dijimos que sí. La mañana siguiente empezó nuestro viaje, que duró cinco días. Quisiera agradecerles mucho a todos los voluntarios que nos acompañaban. El viaje fue improvisado y los organizadores tenían que cambiar la ruta o los medios de transporte. De este modo, pernoctamos en un teatro polaco, pasamos todo el día en un aeropuerto y finalmente cogimos el autobús a Oviedo.

Lo primero que me impresionó aquí es la gente: abierta, alegre, comprensiva, que sabe descansar y vivir sin preocupaciones. Los estudios me dieron la oportunidad para tranquilizarme, me dieron un segundo impulso. A pesar de la barrera lingüística, hemos acabado este curso bastante bien. Muchísimas gracias a Yuriy Nasushkin, el profesor del Consmupa, y a su esposa Lidia por ayudarnos y cuidarnos. Gracias a todos los profesores y estudiantes que simpatizaron con nuestra situación. Al cabo de unos meses fuimos por primera vez al Teatro Campoamor y en esa misma ocasión nos contaron sobre el coro de “Intermezzo”. Nunca pensé que tendría la oportunidad para trabajar en este colectivo. Mi profundo agradecimiento a la administración de "Intermezzo" que, al saber de nosotras, nos concedieron la posibilidad de continuar nuestra trayectoria artística.

En conclusión, quería decir que no huimos de la pobreza. Ucrania es un país muy grande y muy rico, con una historia milenaria, con una gente inteligente, talentosa y trabajadora. Ante todo, huimos de la guerra. No desearía a nadie pasar algo semejante. Algunos dirían que ya están cansados de las noticias sobre esta guerra, pero ¿acaso dirán lo mismo los que, arriesgando su vida, están defendiendo en el frente no solo a Ucrania sino a todo el mundo?

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