Oviedo sigue fiel a su amuleto contra las enfermedades y las tormentas cuatro siglos después. La familia Cartón alargó un año más la tradición de la venta de las paxarinas en los prolegómenos de la misa de San Mateo y lo hizo con más éxito del esperado. "Estamos vendiendo bastantes más que en los últimos años", explicó Virginia Cartón, matriarca de la familia que durante cuatro meses aprovechó sus tiempos libres para fabricar un número "secreto" de mateínos, perros y cestas de huevos que los ovetenses adquieren y guardan como oro en paño durante todo el año para evitar incidentes con los rayos y salvaguardar su salud.

Lo que comenzó como una especie de superstición o protección divina tiene en la actualidad más tintes de tradición que otra cosa. "Era una cosa que ya hacían mis padres y siempre que puedo lo sigo haciendo porque tiene para mí un gran simbolismo", explicó José Ignacio Matías, un vecino de Olloniego que se decantó por la cesta de huevos en miniatura elaborada a base de harina de trigo, agua, azafrán y clara de huevo.

El precio de 3,5 euros no echó ni mucho menos para atrás las ventas a pesar de los problemas de inflación y estrecheces económicas que admitieron algunos de los compradores. "Estuvimos quince años sin subir el precio a pesar de que los gastos siempre suben", explicó Virginia Cartón en plena vorágine de ventas a escasos cinco minutos del mediodía.

Asistentes a la misa, escogiendo sus paxarinas a la entrada de la Catedral. | Irma Collín

Entre los compradores no faltó Marta Suárez, esposa de un Alcalde, que animó a los vendedores a seguir por muchos años con esta tradición, o la concejala de Festejos, Covadonga Díaz, que se hizo con toda la variedad de figuras, empujada por la buena suerte que hasta ahora le han dado las paxarinas para la celebración de los festejos ovetenses. "Mis compañeros de gobierno me dicen que tengo mucha suerte con el tiempo", declaró a la entrada del templo la edil popular.

Otros aseguraban acudir a su cita anual con la esperanza de mantener la buena salud durante todo el año. "Debe funcionar porque de momento nunca me atacó un rayo y me encuentro bien", bromeó Mari Luz Sánchez tras cumplir por enésimo año con la costumbre de pasarse por la Catedral para despedir La Perdonanza y, ya de paso, llevarse para casa un producto que a pesar de sus ingredientes no está elaborado para su ingesta. "Hay que tener cuidado porque al llevar hasta meses hechas pueden provocar intoxicaciones", alertan sus fabricantes.