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Alma de Oviedo

Del verano del amor al barrio de Buenavista

La profesora Susan Schmickrath, viuda del doctor Jaime Martínez, dio en Oviedo con su vocación y profesión

Susan Schmickrath en su casa, en la actualidad. Miki López

Para ser californiana, Susan Schmickrath llegó tarde al verano del amor. Pero con buenos resultados. Había pasado ya un año desde el histórico festival hippie cuando la Universidad de Santa Bárbara, en California, le concedió una de las becas para seguir sus estudios hispánicos. No en Bogotá, como ambicionaba, sino en Madrid. Salió contenta del tribunal y algo contrariada con el vaticinio que le había hecho uno de sus profesores , el filósofo José Luis Aranguren: "No me lo agradezca, si va a España se casará con un español y dejará sus estudios". Casi acierta. Entre julio y agosto de 1968, recién aterrizada en Madrid, Susan conoció al médico ovetense Jaime Martínez, se casaron dos años más tarde en Covadonga, tuvieron cuatro hijas, ella acabó completando su formación cursando Magisterio en Oviedo y, aunque nunca hizo su máster en estudios hispánicos, fue profesora de Primaria en Asturias más allá de la jubilación de su marido. Viuda desde hace tres años, Susan sigue viviendo en el mismo piso que compraron al llegar a la ciudad. Cincuenta años no han sido suficientes para sacudirse un marcado acento norteamericano ni para mermar su buena planta de chicarrona del norte, regalo de los genes escoceses e irlandeses, mineros y pastores de ovejas asentados en Pensilvania y Montana varias generaciones antes.

Con su primera hija, Susana, y con Jaime, en una boda en Covadonga en 1975.

La tercera de los cinco hijos de Smitty y Bonnie, Clifford Schmickrath y Eleanor Markham en el carné de identidad, es hoy una abuela fabuladora que les inventa a los tres nietos que tiene por Oviedo y a los cuatro de Madrid unos jardines como si fueran sus dominios en lo que hoy son las zonas verdes del Calatrava y del entorno del Baudilio Arce. Cuando llegó con Jaime Martínez al barrio de Buenavista y la entrada ya firmada, acababa de morir Franco, hubo huelgas en la construcción, se encarecieron los materiales y durante más de un año las obras estuvieron paradas. La pareja venía de una estancia en Nueva York y regresaban a la tierra del marido, sexto de una larga estirpe de médicos donde figuraban Alfredo Martínez y García Argüelles y Antonio Martínez Vega. Supo hacerse a esta sociedad algo vetusta y encontró en su suegra, Maruja González-Río, un gran apoyo. "Fui como una hija, ella llevaba la batuta, hacía la ropa para las niñas, compraba la tela, cosas que yo, que solo sabía comprar en tiendas grandes, nunca había visto". Buena gente, Susan se sintió muy querida por su familia política y sumó pronto a las compañeras de clase o las madres de la parada. Trabajó 31 años de profesora y para estar tan cerca de la ópera que su marido presidió 15 años confiesa que nunca pudo cantar, una incapacidad que le diagnosticó una profesora cuando quiso entrar en el coro del colegio: "No tienes oído, no vas a poder cantar". Le sirvió de mucho, también para sus clases, esa idea: "Todos nacemos con talentos y con incapacidades, y hay que saber desarrollar lo que mejor sabemos y llevar lo mejor posible lo que no". Y se parte de risa, sin acentos, buena.

Con su padre y su madre a principios de los setenta.

La familia al completo, con Susana, Marta, Adela y Carla, desde la parte superior izquierda y en el sentido contrario a las agujas del reloj.

Susan Schmickrath en California, junto a sus hermanos.

Del verano del amor al barrio de Buenavista

La pareja, en Madrid, en 1968.

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