Un dinámico viaje por la Ruta 66
Marina Pardo, Irene Alfageme y Angelo Montanaro sorprenden al público del Auditorio con un original espectáculo en torno a la música de EE UU
A. Pajón / F. T.
George fue asesinado en Chicago. Fue un crimen de odio, motivado por su condición trans. Para superar el duelo, tres de sus amigos cogieron la maleta y se lanzaron a la carretera, a cubrir la mítica Ruta 66 que atraviesa los Estados Unidos de este a oeste. Ese es el hilo conductor de "Ruta 66", el dinámico y original espectáculo con el que la mezzosoprano Marina Pardo, la pianista Irene Alfageme y el clarinetista Angelo Montanaro sorprendieron ayer al numeroso público que les acompañó en una sala de cámara del Auditorio Príncipe Felipe que bordeó el lleno.
La propuesta llegaba a Oviedo en el marco del Ciclo Interdisciplinar de Música de Cámara de Oviedo (CIMCO), y respondió a la frescura y la ausencia de prejuicios que promete la iniciativa impulsada desde la Fundación Municipal de Cultura (FMC). El trío de intérpretes completó, durante la hora y cuarto que duró el espectáculo, un recorrido por la música estadounidense del siglo XX, realizando sucesivas paradas en su itinerario por la mítica Ruta 66 en las que, a modo de postales musicales, iban interpretando obras fundamentales de autores norteamericanos de diferentes estilos y épocas. Como complemento a las actuaciones, y buscando también contextualizar el recorrido, se proyectaba una ambientación visual creada ex profeso por David Pardo y Eladio Domínguez.
Durante el "itinerario", Pardo, Alfageme y Montanaro interpretaron "Amor", "George", "Black Max" y "Toothbrushtime" de William Bolcom: ; "In the still of the knight", de Cole Porter; "The little horses", de Aaron Copland; "Lonely House" y "I’m a stranger here myself", de Kurt Weil; "Four rags for two Jons", de John Novacek; "Love in the dictionary", de Celius Dougherty; y "After you Mr. Gershwin", de Béla Kovács. El epílogo llegaría con "Blue Christmas", de Billy Hayes y Jay W. Johnson.
En la ejecución de este atractivo programa destacó, además de la solidez de Marina Pardo, la versatilidad de los intérpretes, que fueron alternándose, tocando a veces en solitario o en dúos y a veces todos juntos, logrando así crear un espectáculo de gran dinamismo.
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