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El pequeño Valentín, en el centro, jugando con su nuevo coche teledirigido junto a sus padres, Jennifer Marín y Román Piñeiro, ayer, en una zona de juegos del Campo San Francisco. | F. Rodríguez

La diáspora menuda acapara los estrenos de Reyes en Oviedo

Los hijos de ovetenses retornados por Navidad, los más madrugadores para lucir los regalos de los Reyes: "Estábamos nerviosos, pero sabíamos que fuimos buenos"

"Estábamos muy nerviosos, pero sabíamos que habíamos sido buenos y a las nueve ya me dormí". Leonor Tejo tiene cinco años, pero por su desparpajo al hablar parece mucho más madura. Hija de la ovetense Sara Vázquez y el gallego José Manuel Tejo, este viernes festivo se echó a la calle bien temprano con ellos y su hermano Rodrigo para disfrutar y presumir de sus flamantes regalos de Reyes. "Me trajeron este muñeco y muchas cosas más", indicaba esta representante de los hijos de la diáspora ovetense que acaparó las primeras horas de juegos con los regalos recién llegados en los parques de la capital.

Pablo Herrero estrenando bici junto a su padre, Ramiro Herrero, y su hermana Pilar en la plaza del Fresno. | F. Rodríguez

Desde Barcelona llegó para pasar las navidades con su familia paterna el pequeño Valentín, de tan solo dos años, que pasadas las doce pudo probar su llamativo coche teledirigido por el Campo San Francisco. "Esta vez lo vivió con ilusión y nerviosismo por primera vez", explica la madre, Jennifer Marín, sobre un pequeño que, a pesar de su corta edad, ya alterna con fluidez palabras en castellano e inglés. "It’s a car", indicó en la lengua de Shakespeare.

José Manuel Tejo y Sara Vázquez con sus hijos Rodrigo y Leonor en el Campo. | F. Rodríguez

En la plaza del Fresno, Pablo Herrero sacaba pecho subido a su bicicleta recién desembalada. "Estaba junto al sillón, no sé por dónde la meterían", indicó este niño de ocho años afincado en Madrid, pero hijo de madre ovetense, que halló el ansiado presente en casa de sus abuelos. Junto a él, su hermana Pilar no se desapegaba de una muñeca. "Me gusta mucho", acertaba a decir con timidez mientras sujetaba la mano de su padre, Ramiro Herrero.

Rafael Fernández y Natali Bravo, con su hijo Guillermo, ayer, en la plaza del Fresno. | Fernando Rodríguez

En la misma plaza, Guillermo Fernández, de tres años y medio, se sobreponía a las secuelas de un catarro para abandonar temporalmente la casa de los abuelos de Oviedo, a los que sus padres visitan cada Navidad desde Madrid, para probar un coche a control remoto. "Tuvimos que salir porque la casa se le queda pequeña", comentaban con humor sus padres, el ovetense Fernández y la capitalina Natali Bravo, para redondear una mañana acaparada por los herederos de la diáspora carbayona.

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